Con una extensa y cualificada formación académica, Carlos Hernández Soto se aleja de este mundo y nos deja como legado sus aportes a la antropología, la filosofía, la metodología de investigación, la enseñanza a distancia con diferentes cursos formativos, los estudios en enfoques afroamericanos y su capacidad investigativa y de gestión.
Ocupó diferentes cargos y gestiones como la de Director del Museo del Hombre Dominicano, viceministro de Cultura Encargado del Patrimonio Inmaterial del Ministerio de Cultura, Director del Instituto Dominicano de Investigaciones Antropológicas de la UASD, profesor de varias universidades además de la UASD, O y M y la UNPHU.
Desempeñó funciones de asesor de la UNESCO y Naciones Unidas, de la sociedad Alemana de Cooperación técnica, y en sus inicios hacia los años 1960, fue profesor del sistema educativo nacional en el Nivel Medio e Intermedio.
Su obra cumbre fue Morir en Villa Mella, pues había sido contactado como jefe de equipo de investigación por la dirección nuestra en el MHD, para la preparación de la propuesta presentada por el país a la UNESCO en el 2001, que terminó convirtiéndose en el primer Patrimonio Inmaterial de la República Dominicana y de cuya experiencia investigativa produce el libro mencionado que es el de mayor consulta cuando del tema de los Congos del Espíritu Santo de Villa Mella, se trata.
Activo en su investigación, docente a plenitud, académico en su entrega y entusiasta en gestión de proyectos, Carlos Hernández deja un gran legado a las generaciones futuras y presentes con más de 9 publicaciones que reúnen sus intereses investigativos y otras preocupaciones intelectuales, sin contar decenas de artículos y escritos que lo hacen más divulgativo de sus ideas.
Con una formación rigurosa venida del mundo eclesiástico donde hizo sus primeros estudios, Carlos Hernández Soto, trasmitió sapiencia a sus discípulos de la carrera de antropología y de otras disciplinas que gozaron de su condición de profesor distinguido y en mi caso, fue mi alumno en antropología de lo que llamamos, aventajados, de los cuales me queda el orgullo de tener muchos.
Destaco en estas líneas de pesar, que conmigo hubo la particularidad y experiencia de compartir cuasi los mismos escenarios de gestión sin ningún tipo de conflicto: profesor de antropología, director del Museo del Hombre Dominicano y Director del Instituto Dominicano de Investigaciones Antropológicas de la UASD, lo cual para mi es de gran significación por el reconocimiento que hago a su calidad académica y su buen trato.
Con Carlos Hernández me unieron vínculos docentes y de investigación, pues ligamos temas comunes sin obstruirnos, sin enemistarnos y si competencias, pues su información, como la mía; y sus miradas, las compartíamos amablemente.
Era, Carlos Hernández, disciplinado, por eso, su aporte a la metodología en países como los nuestros que carecemos de este contrapeso resultó de gran valor formativo y ese rigor fue de sus aportes inmediatamente aprovechados por sus diferentes alumnos y camaradas de trabajo.
Marina Cardona, su entrañable compañera, era la dulzura que unió esta pareja y que se envolvió intensamente en nuestros temas de interés, tanto intelectuales, como sociales y de investigación, acompañándolo hasta su final intenso de vida. Paz a sus restos.