Concuerdo con el escritor y crítico artístico y literario español Torrente Ballester, en el sentido de que, la decadencia afecta por igual a todas las manifestaciones de la cultura. Hay que apuntar, sin embargo, que este fenómeno solo se precipita cuando las obras físicas y las invenciones escritas y artísticas carecen de originalidad y calidad.

Partiendo de la idea de Ballester, es posible que estemos frente a un período decadente sin precedentes como consecuencia de los fenómenos económicos a escala global a partir de la COVID-19 y la incidencia de las tecnologías modernas que propician la vulgaridad a través de las redes sociales y el adocenamiento de los valores éticos.

Sobre este particular, iniciamos este esbozo de cinco textos de Byung-Chul Han, con el propósito de que los lectores se formen una idea de su filosofía política en la que aborda teorías e hipótesis sobre el futuro de la humanidad a partir de la globalización, la sociología-política, la comunicación y la era digital de la inteligencia artificial.

El presente trabajo reúne los textos: Infocracia, Muerte y alteridad, La sociedad del cansancio, El aroma del tiempo, Capitalismo y pulsión de muerte, y su último ensayo, La expulsión de lo distinto, en los que analiza un nuevo orden mundial, dejando atrás momentos decisivos y novedosos que produjo la historia universal.

Con lúcido y penetrante pensamiento, Chul Han explora los extensos laberintos de la memoria y consigue también escudriñar el destino de los individuos a partir de la reconstrucción de la humanidad a consecuencia del derrumbe de las ideologías a partir de 1989, los esquemas globales y la era de la inteligencia artificial que, a través de la comunicación y las redes sociales controla, incluso, la funcionalidad de los gobiernos.

Byung-Chul Han, en un análisis auténtico y profundo sobre la “Sociedad del cansancio”, hace alusión a la represión psicológica del individuo, en relación al mecanismo psíquico expuesto por Sigmund Freud

Desde esa perspectiva, sus análisis audaces establecen teorías que nos aproximan a severas crisis globales. Incluso, a tocar el tema medular del futuro de los grupos humanos y cómo en estos tiempos “Lo único que cuenta es un intercambio eficaz de información entre unidades funcionales que garantiza un mayor beneficio”. En ese tenor toma como referencia a la pensadora Shoshana Zuboff, quien “se opone empáticamente a la imagen dataísta del hombre” y sostiene que “Si queremos renovar la democracia en las próximas décadas, necesitamos un sentimiento de indignación, una sensación de pérdida de lo que nos están quitando. (…) Lo que aquí está en juego es la expectativa que cada ser humano abriga de ser dueño de su propia vida y autor de su propia experiencia”.

Para subrayar: “Lo que está en juego es la experiencia interior con la cual conformamos nuestra voluntad de querer y los espacios públicos en los que actuar de acuerdo con esa voluntad” (Byung-Chul Han, Infocracia, traducción de Joaquín Chamorro Mielke, Penguin Random House Grupo Editorial, Madrid, 2022, p. 6. Ver: Shoshana Zuboff, La era del capitalismo de la vigilancia: La lucha por un futuro humano frente a las nuevas fronteras del poder, traducción de Albino Santos, Paidós, Barcelona, 2020).

Byung-Chul Han pone de manifiesto el dilema del existencialismo de los grupos humanos con relación a la supremacía de la globalización de la economía global, así como las alteraciones de la hipercomunicación social y el consumismo en una era de tantos cambios, fenómenos estos que están afectando sensiblemente la solidaridad entre los ciudadanos. Esto nos lleva a las reflexiones de Alex Inkeles y David H. Smith, profesores de la Universidad de Harvard, autores de Modernización: Cambios individuales en seis países en desarrollo, y cuya obra fue reseñada por el profesor de sociología Guy A. Swanson, de la Universidad de California, Berkeley.

En ese tenor, Inkeles y Smith sostienen que “El desarrollo económico y social tiene muchas consecuencias, y de entre ellas cabe destacar los efectos sobre la forma como piensa y siente la gente acerca de sí misma, y el efecto que tiene sobre las normas que son la pauta para organizar su vida. Al respecto –arguyen– hay dos corrientes de opinión y pensamiento. De acuerdo con la primera, la urbanización y la industrialización son destructivas de la gente en su calidad de personas”.

Sostienen que tales situaciones “Exponen a los trabajadores a una pesadilla hobbesiana: a la competencia y a la explotación. Los atacan en cuerpo y espíritu, destruyen su alegría y su ánimo creador, su tolerancia humana con respecto a los demás, su capacidad de solidaridad”. De igual manera: “Reducen sus horizontes intelectuales y minan el sentimiento de valía personal. En la formulación habitual de estas consecuencias se considera que ellas probablemente ocurran si las formas modernas se introducen con rapidez y dentro del marco de las condicione del capitalismo de libre mercado” (Alex Inkeles y David H. Smith, Modernización: Cambios individuales en seis países en desarrollo, 1975, Estados Unidos, p. 122).

Parecería que sus teorías están basadas en las causas y efectos del capitalismo y que, con mucha profundidad intelectual, aborda Byung-Chul Han en su texto Capitalismo y pulsión de muerte: Artículos y conversaciones, en la que ofrece una visión de la vida distinta a la que vivimos hoy día. Veamos algunos fragmentos de su reflexión al respecto: “En el hipercapitalismo actual solo importa el precio. La dignidad no tiene cabida en él. Hoy el capital lo somete todo a sí. Se llama customer lifetime value o “valor del tiempo de vida del cliente” a la suma total de los valores que se pueden obtener de una persona como cliente si se comercializa cada momento de su vida”.

“La persona humana es reducida aquí a su valor como cliente o al valor mercantil. Este concepto se basa en la intención de traducir la persona entera, toda su vida, a valores puramente comerciales”. Señala Byung-Chul Han: “El hipercapitalismo también disuelve por completo la existencia humana en una red de relaciones comerciales. Hoy ya no queda ningún ámbito vital que no someta al aprovechamiento comercial. El hipercapitalismo convierte todas las relaciones humanas en relaciones comerciales. Le quita al hombre su dignidad y la reemplaza completamente por el valor mercantil” (Byung-Chul Han, Capitalismo y pulsión de muerte: Artículos y conversaciones, traducción de Alberto Ciria, Herder Editorial, Barcelona, 2022, pp. 92-93).

De ahí que, Byung-Chul Han sostiene que “La pulsión de muerte, como la tendencia inherente a todo ser vivo a regresar al estado inerte, no explica el gozo decididamente narcisista que la violencia sádica depara al yo”. Y va más lejos al expresar que para “explicar el sadismo hay que partir de un impulso destructivo que tenga un carácter totalmente distinto”.

Cita, en este contexto, al pensador L. de Maris, quien refiere que “la fuerza motora del capitalismo es la pulsión de muerte puesta al servicio del crecimiento”. Y argumenta: “Queda responder la pregunta de qué es lo que engendra aquel irracional imperativo de crecimiento que hace que el capitalismo sea tan destructivo”. Más adelante, se pregunta Maris: “¿Qué fuerza al capitalismo a acumular a tontas y a locas? Aquí entra en consideración la muerte”. Y acota: “El capital se acumula para hacer frente a la muerte como pérdida absoluta. La muerte genera la presión para producir y para crecer”. (Capitalismo y pulsión de muerte, op., cit., pp. 16-17).

Por su parte, Byung-Chul Han, en un análisis auténtico y profundo sobre la “Sociedad del cansancio”, hace alusión a la represión psicológica del individuo, en relación al mecanismo psíquico expuesto por Sigmund Freud, y que consiste en un aparato represivo lleno de imperativos y prohibiciones. Por tanto, está estructurado como una sociedad disciplinaria, con sus hospitales, manicomios, cárceles, cuarteles y fábricas. Por esa razón, advierte el internacional filósofo coreano, el psicoanálisis de Freud solo funciona en una sociedad represiva, cuya organización se basa en la negatividad de las prohibiciones.

Asegura que la sociedad de hoy no es primariamente una sociedad disciplinaria, sino una sociedad del rendimiento que cada vez se desembaraza más de la negatividad de las prohibiciones y los mandatos y se hace pasar por sociedad de la libertad. Analiza el fenómeno a partir de la óptica de que el Verbo modal que define la sociedad del rendimiento no es el deber de Freud, sino el poder.

A partir de este comportamiento como fenómeno psicosocial, añade que esta transformación social conlleva una reestructuración anímica interior. “De manera –nos indica– que el sujeto de la modernidad tardía que está obligado a aportar rendimientos tiene una psicología totalmente distinta que el sujeto obligado a obedecer al que se aplica el psicoanálisis de Freud. En ese sentido –manifiesta– todo hombre tiene conciencia moral y un juez interno que lo observa, lo amenaza y lo mantiene en el respeto (respeto al miedo), y este poder, que vela en él por las leyes, no es algo que él se forja (arbitrariamente), sino que esta incorporado a su ser” (Byung-Chul Han, La sociedad del cansancio, segunda edición, traducción de Arantzazu Saratxaga Arregi  y Alberto Ciria,  Herder Editorial, Barcelona, 2017, pp. 77-78).

 

Cándido Gerón en Acento.com.do