Pablo Mamá (SD: Taller, 1985), segunda obra narrativa de Freddy Prestol Castillo, se suma por su temática al ciclo de novelas de orientación conservadora de la literatura dominicana que condena las constantes revueltas que mantuvieron en vilo al país a finales del siglo XIX e inicios del XX y que se creía cerraba con Carnavá (SD: Taller, 1979), de Ángel Hernández Acosta. El personaje principal de la presente obra, visto en clave simbólica, es el prototipo del jefe, andando el tiempo, de la figura de Trujillo. El temido guerrillero de Cambronal, ahora Galván, vendría a ser, como elemento represivo del Generalísimo, uno de los antecedentes de este en la historia dominicana.

Convite sureño, en Villa Jaragua de los años ’60, de Leo Mateo.

Sin duda, la Guerra de los Seis Años de Báez sirve de telón de fondo a esta novela. Los enfrentamientos armados entre los seguidores de Buenaventura Báez y los de José María Cabral son su ambientación. Sin embargo, salta a la vista la falta de una trama propia, sin una verdadera unidad interna, con fallas en su organización y edición, como en el caso de ilustraciones que se repiten, sin aparente orden y fin. La obra se desplaza sin mantener una conexión evidente entre no pocas de sus partes, y de estas con el todo, en este caso, distribuidas en los personajes, no definidos en su totalidad, y los hechos, que son los que más se destacan. Empero, se desprende de sus páginas una expresión viva de lo que es parte de nuestra historia patria.

En Pablo Mamá está latente el esquema narrativo de Carnavá. Tenemos la figura del cura apaciguador; el uso de creencias supersticiosas por parte de Pablo Mamá para manipular a sus seguidores, así como el elemento de la sangre y la visita a Haití para conseguir poder mágico; lo mismo los bailes, las mangulinas y los músicos, la jugada de gallos; la guerra que genera miseria y muerte; el látigo que significaron los caciques locales; el empleo de coplas intercaladas en los dos textos; la revolución como elemento perturbador de los pueblos: “una mata de plátano es mejor que un centinela y una lluvia sonora que el escándalo de un tiroteo”, dice un poético Hernández Acosta en su postura conservadora en Carnavá (65); igualmente, la forma traicionera en que mueren los dos caciques; ambos personajes se redimen al final de las obras, como consecuencia de la traición; con la diferencia, de que de los dos autores, Prestol Castillo demostró tener más habilidades narrativas en obras de largo aliento que Hernández Acosta, no así en textos poéticos, que en este arte, lo supera el autor neibero.

Antigua ermita de Cerro al Medio, Neiba, de Leo Mateo

Vemos en Pablo Mamá la guerra, la miseria, la muerte como Rey. El jefe, Pablo Ramírez, apodado Pablo Mamá, de piernas encorvadas, para quien valían más sus caballos que una persona, “un aristócrata de caballería” (125), como lo bautiza Prestol Castillo, es el nombre con que intitula la obra. Fue un antiguo segundón del general Andrés Ogando en la loma de Panzo de Neiba.

Pablo Mamá, el guerrillero, al igual que sus compañeros de lucha, sin el menor conocimiento de lo que era una plataforma ideológica, individuos de lo más sencillo que existieran, con estructuras mentales y sentimentales, sin complejidad alguna, analfabetos, harapientos, descalzos, más bien, mercenarios, por tanto, con un débil sentido moral de la vida, que veían la guerra como trampolín para ascender de estatus económico y social. Para ellos, un gallo y un caballo estaban colocados en la misma categoría que un hombre –y a veces hasta más alto, dependiendo de las circunstancias–, y ni pensar en una mujer, un ser borroso y pasivo en esa época, “¡ascetas de muerte!”, como les llama el autor.  (172)

La vida en Pablo Mamá no es tal. El antiguo cacique de Cambronal no conocía la paz, “dura alma atormentada” (Ver p. 153), escribe de él Prestol Castillo, con una guerra de trasfondo que endurecía y petrificaba el carácter de los hombres y secaba la fuente del sentimiento y sensibilidad humana en un desierto. La sangre que se derrama en un medio tan hostil como ese, las supersticiones, como mecanismo de sugestión sicológica, es un arma que también utilizará posteriormente el general poeta barbacoero, Lucas Sena, alias Carnavá, para manejar a hombres, mujeres y niños. Son páginas vivientes de la historia nacional. Si Cambronal fue el escenario en que Pablo Mamá se movió a sus anchas con sus Cacoses, Barbacoas era el bastión del baecismo en la comarca, hasta donde llegó Buenaventura Báez, motivado, además de obvias razones políticas, por la fama del baile de la mangulina que se celebraba debajo de enramadas o tonelas en escenarios de lo que ahora es Villa Jaragua.

Niño en su aseo personal, de Leo Mateo

El general Pablo Mamá, jefe de los Cacoses, calificativo despectivo con que se conocía a los combatientes antianexionistas, azote de los rojos baecistas en la región, que no es que fuera un bandido cruel, pese a haber pertenecido primero al baecismo, como también lo fueron los hermanos Andrés y Timoteo Ogando en una ocasión, baecismo que sostuvieron en esas tierras los matones Bejuco, el esterero Solito de Vargas, Chanlatte, Baúl y otros, perros de presa de Báez. Pablo Mamá, al igual que los hermanos Ogando, al darse cuenta de los planes anexionistas de Báez, terminaron cerrando filas con los azules de Luperón y Cabral y Báez en el Sur. En lo que respecta al baecismo puntualiza Bosch que “se nutrió de esos líderes naturales del pueblo que tenían origen en la baja pequeña burguesía, y por eso en el baecismo pululaban los ‘generales’ como Baúl, Solito y otros, cuya ferocidad rayaba en la locura”. (Bosch, Juan. Composición social dominicana. (1970). SD: Alfa y Omega, 1991, 318).

Para matizar, no solo el baecismo en el sur se originó en su clase más empobrecida de aquellos entonces, sino también en sus contrarios, los Cacoses, seguidores del partido Azul de Luperón, epíteto, este, que los líderes de ese partido en dicha región habrían tomado prestado de los cacos haitianos para nombrar a sus partidarios durante la Guerra de los Seis Años de Báez. Tamaña banda de campesinos armados de Haití, mercenarios que datan de los mismos tiempos de las luchas libertarias haitianas de la época colonial (Ver Gaillard, Roger. El cacoísmo burgués contra Salnave (1867-1870). SD: Publicaciones del AGN, 2013, 42), servirá de sostén al expresidente Nissage Saget, aliado de Luperón y José María Cabral –igual que Báez lo fuera del expresidente haitiano Sylvain Salnave.

Razones de afinidad ideológica y de conveniencia política coyuntural acercaron a los líderes políticos de uno y otro lado de la isla a mediados del siglo XIX. No hubo esa gran diferencia entre los seguidores del partido Azul y del Rojo, esto es, entre liberales y conservadores, en términos ideológicos, y con toda probabilidad, en los del lado haitiano. Los dominicanos de ambos bandos practicaban lo que ahora se ha dado en llamar el transfuguismo, incluso a veces por el más mínimo capricho, reprochable actitud que ha sobrevivido a nuestros días, ahora con el mayor descaro.

La imagen de la barbarie en Pablo Mamá, como base de nuestra historia patria, contrasta con la del patriarca cambronalero, que “sabía leer en los rostros”, dice el autor, “con la misma facilidad con que leía en las hojas de los árboles”. (117) Era como “esbelta bandera de paz entre aquellos rostros que no sabían de la sonrisa” (152), en quienes el guerrillero forjaba en sus mentes lo que terminó siendo las raíces de su poder, resonancias de lo cual se podrá encontrar en Trujillo frente a sus soldados en los cuarteles antes de ascender al poder. Pablo Mamá, he ahí a un general analfabeto y machetero de los de la época, sin capacidad para comunicarse, por haber sido tartamudo y de voz gangosa (111), sin cultura alguna.

Niña aprendiendo a leer, de Leo Mateo

En Pablo Mamá se describe una época con alusión al régimen de Trujillo. Como hemos sugerido más arriba no es tanto una novela, puesto que carece de trama y de cohesión interna. Ahora bien, el verdadero paradigma de la obra, partiendo de como termina, es la guerra misma y la muerte; en otras palabras, la guerra como elemento perturbador que frena el progreso de los pueblos. De ahí a nuestro criterio la visión conservadora de Prestol Castillo de la historia dominicana.

La figura de Pablo Mamá, no tan diferente a la de Lilís, su antiguo compadre, con quien había combatido en el bando restaurador en Neiba, específicamente en los cantones de Panzo contra el gobierno anexionista, se redime en Pablo Mamá, tras caer acribillado a tiros en una emboscada que le tendieron en Las Marías de Neiba por órdenes del dictador más tarde en la historia. Heureaux conocía muy bien de la diversidad de tácticas bélicas de su antiguo compañero de lucha; tanto así, que ordenaría fusilar también a Cantalicio Ramírez, por el tan solo delito de haber sido hijo de Pablo Mamá, conforme lo establece Damirón, y no por otra razón sino por arrancar de cuajo las constantes insurrecciones en el país. (Ver Damirón, Rafael. De soslayo. (1948). SD: Alfa y Omega, 1983, 146)

En resumen, el antiguo patriarca de Cambronal resalta en Pablo Mamá como el prototipo de Trujillo, que resumió en su personalidad el espíritu sanguinario de nuestros generales presidentes del siglo XIX y de principios del siglo pasado. En él se prefigura lo que terminó siendo el más grande de los tiranos dominicanos. Como no se puede estudiar una obra imaginativa fuera del contexto histórico y cultural en que ve la luz, Prestol Castillo se habría inspirado en la figura de Trujillo para esbozar el personaje principal de la obra que acabamos de analizar. He aquí a Pablo Mamá como un tirano a nivel regional o local, y a Trujillo y Lilís, a escala nacional.