Al leer los poemas de Luz breve, de Sally Rodríguez, no puedo dejar de pensar en Rilke, quien decía que la memoria, desde la poesía, le devuelve a lo humano su capacidad de recuperación, restauración y reconstrucción de lo bello y lo eterno. También Sally Rodríguez es una representante de esta concepción mítica, en la cual el tiempo transcurre dentro de la labor repetitiva de la memoria, sin la circunstancia atenuante de su fugacidad.
Soy yo y mis criaturas
En lento desandar me adentro
por pasillos que no terminan.
Detrás hay una procesión que me repite
y soy yo misma
hasta volver a ser niňa.
Los poemas de Luz breve, en efecto, me recuerdan el tiempo de mi infancia, un tiempo ya pasado, que no volverá, pero que en la memoria aparece de un modo distinto a como fue. Por su participación en las voces y los escenarios de acción, las imágenes del recuerdo se presentan nuevas y llenas de sentido.
Aquí estos retazos
de eternidad
Claroscuros encajes se entrecruzan
en mis manos
mientras vuelvo a transitar
los trillos de la infancia
los parques
las tardes
los domingos
con el vestido nuevo
y las viejas palabras
que se baňan en charcos renacientes
y encienden su rumor en mí.
Real, imaginario, personal, colectivo. Tal es el mundo de Sally Rodríguez, de su infancia, en Luz breve..
Vengan todas las que soy
coronadas de hojas secas
Inclinemos nuestro ser.
El esfuerzo del olvido se diluye por la palabra transformadora, que trasciende tiempo y espacio.
Abuela
vuelvo a tener doce aňos
y te hablo
desde mi catedral de hojas
mi árbol de cerezas
donde comulgo siempre
con el cielo
Se hace canto la naturaleza como expresión de algo profundamente intemporal, de lo simplemente telúrico, universal
La maňana late en sus campanas
y yo abro mis puertas
Recojo el romero
la albahaca húmeda
ese olor que me alza
y me vuelve pequeňa
En fin, como Rilke, Sally Rodríguez nos invita a rescatar lo más valioso y esencial de tal o cual vivencia, para encontrar motivación y sosiego, razones para seguir, o lecciones para aprender.