En la poesía de Jorge Luis Borges las palabras y las metáforas tienen marcados contrastes de tonalidades, porque entre forma y método lo clásico y moderno hacen alusión a una inevitable fenomenología filosófica que define una actitud profunda de las experiencias que vive el poeta dentro de su obra.

¿No es ese el destino y el propósito que se plantea Borges al querer experimentar y saber qué hay más allá del sujeto que él mismo representa en lo intensamente dramático o en su monólogo que se abisma en un mundo imaginario que traspasa las fronteras del sueño para reconocer el valor de la vida, del lenguaje, de la palabra o los corolarios que sumergen al poeta en su propia cosmogonía?

De manera que lo peculiar apela a una verdadera inquietud imaginativa y existencial, como si se tratara de un alud creativo que da forma y contenido a sus poesías al explorar los campos controversiales del yo y el ser cuyas visiones de intemporalidad agotan lo ignoto del subconsciente para transcender en lo paradigmático. Esta idea o argumento podría aproximarse a las imágenes peculiares del poema El remordimiento:

“He cometido el peor de los pecados/que un hombre puede cometer.  No he sido/ feliz. Que los glaciares del olvido / me arrastren y me pierdan, despiadados. / Mis padres me engendraron para el juego / arriesgado y hermoso de la vida, / para la tierra, el agua, el aire,  el fuego. / Los defraudé. No fui feliz.  Cumplida/ no fue su joven voluntad.  Mi mente/ se aplicó a las simétricas porfías / del arte, que entreteje naderías. / Me legaron valor.  No fui valiente. / No me abandona.  Siempre está a mi lado/  la sombra de haber sido un desdichado”.

¿Puede considerarse como una fatalidad la vida de Borges y por ello se declara un desdichado? No lo creemos. Él habla de que sus padres lo engendraron para el juego, y esa actitud lúdica suya es lo que explica por qué en sus poemas siempre están presentes temas como lo fantasmagórico, la cábala y la incertidumbre de ser o no ser. Este modo de distorsionar su imagen, y situarla en lo que se absolutiza desde la perspectiva de lo aparente-interpretativo, es lo que da una vigorosa entidad a su poesía.

La conjunción estilística, los hallazgos metafóricos y los espacios temporales en la poesía de Jorge Luis Borges forman parte de un pensamiento dialéctico que no contradice en nada la forma verbal e intelectual como uso recurrente en el momento de la creación literaria. Por el corpus filosófico que en su intensidad dramática se vuelve obsesiva, por la paradoja que entraña o el sufrimiento que el mismo Borges expresa sin apariencia alguna. Basta leer el poema Efialtes:

En el fondo del sueño están los sueños. Cada/ noche quiero perderme en las aguas oscuras / que me lavan del día, pero bajo esas puras / aguas que nos conceden la penúltima Nada / late en la hora gris la obscena maravilla. / Puede ser un espejo con mi rostro distinto, / puede ser la creciente cárcel de un laberinto, / puede ser un jardín. Siempre es la pesadilla. / Su horror no es de este mundo.  Algo que no se nombra / me alcanza desde ayeres de mito y de neblina; / la imagen detestada perdura en la retina / e infama la vigilia como infamó la sombra. / ¿Por qué brota de mí cuando el cuerpo reposa / y el alma queda sola, esta insensata rosa?

(Jorge Luis Borges, Obra poética 3, (1975-1985), Alianza Editorial, Madrid, pp. 58-95, 1998).

A partir de esta constelación de signos existenciales, citemos algunas consideraciones de Teodoro Fernández al respecto: “Como cualquiera puede comprobar, la obra de Jorge Luis Borges suele definirse a menudo en función de los laberintos y los espejos que de manera implícita o explícita aparecen en ella”. Argumenta: “Él mismo fomentó esa visión con declaraciones como la que consta en el prólogo de Elogio de la sombra: ’A los espejos, laberintos y espadas que ya prevé mi resignado lector’, escribió allí para añadir que en ese volumen habría también lugar para la vejez y la ética”.

Expresa el académico Fernández: “No voy a incurrir en la monotonía de señalar esas reiteraciones. He repasado la producción del laberíntico Borges y tengo la impresión de que en su juventud no se ocupó de otros laberintos que los reincidentes del truco o los relacionados con esa composición poética que el Diccionario de la lengua española define como “Hecha de manera que los versos pueden leerse al derecho y al revés y de otras maneras sin que dejen de formar cadencia y sentido, útiles sobre todo para desdeñar para siempre a Baltasar Gracián, incluso por lo que nunca escribió”. (Teodosio Fernández, Jorge Luis Borges, escritor argentino, citado en Borges esencial, Real Academia Española, p. XIII, 2022).

Lo epistémico en la creación poética de Borges adquiere una especificidad antológica precisamente por la soberanía que adquieren sus poesías mediante las estrategias que él establece para darle connotación al lenguaje y poder estético a los símbolos recurrentes ya citados. Por ello, sus caracteres de historia-tiempo-sujeto, desde el punto de vista formal y lo conceptual, sus variables estructurales se apoyan en las invenciones oníricas más inverosímiles.

Es por esa razón que el también escritor y académico Santiago Sylvester, señala que: “La presencia de Borges en la literatura argentina ha resultado fundamental para radicar un tipo de poesía que, claramente, define buena parte de la poesía argentina: la llamada poesía de pensamiento”. También expresa que: “Siempre que se habla de poesía de pensamiento es necesario aclarar previamente que no hay buena poesía sin pensamiento: aun la más sentimental, la que apela a lo onírico o se regodea en el fluir de la conciencia (o del inconsciente), está sostenida por una trama de conceptos”. (Op. cit., p. XCIV).

 

Cándido Gerón en Acento.com.do