Simón Bolívar ocupa un lugar cimero entre los prohombres de la emancipación de las colonias de España en América. Su participación en este proceso superó la acción militar. Proclamada la independencia mostró su preocupación por la estructuración de los nuevos estados desde los aspectos políticos, jurídicos, administrativos y filosóficos. En sus meditaciones sobre la superestructura tomó en cuenta que éramos un producto singular en la historia de la humanidad, forjado a partir de tres continentes, pero sin establecer supremacía  en la pequeña especie humana que, a su decir, somos los latinoamericanos. En el ámbito institucional, Bolívar mostró más interés por la idoneidad de las instituciones británicas sobre las norteamericanas, con la salvedad de que debía predominar el sello de América. Otra línea de influencia en el quehacer político del Libertador fueron las ideas de Montesquieu acerca de la división del poder en legislativo, ejecutivo y judicial, enriqueciéndola con una cuarta expresión: el poder moral.

Con la tesis del poder moral, contenida en su proyecto de Constitución de Venezuela discutido en el Congreso de Angostura (1819…), el Libertador advertía la necesidad de estimular en los actores políticos el sentido de los valores éticos como garante del engrandecimiento de los estados latinoamericanos. De sus argumentos se infiere que la superación de las distorsiones en el ejercicio del poder heredadas del tiempo de la colonia sólo era posible si las instituciones eran provistas de una base ética sólida. Para castigar vicios como la corrupción, la infamia y la indecencia, y para otorgar los premios cívicos al patriotismo, al honor y a la gloria; el poder moral contaría con dos cámaras: una de moral y otra de educación. Ambas sumarían 40 miembros, y serían dirigidas por un presidente “con autoridad plena e independencia sobre las costumbres públicas y sobre la educación. Bolívar creía en estos cuatro poderes, independientes, pero enlazados de tal manera que los gobiernos sean capaces de triunfar apoyados en el imperio de la ley. Dos siglos después, sin establecerla mediante ley, la filosofía del cuarto poder espera por su conversión en eje transversal de todo contrato social. ¿Qué esperamos?, hagamos caso a Bolívar.