El concepto de vida es aplicable a distintos elementos que conforman el mundo, el universo. Los seres humanos tienen vida propia, los animales y las plantas por igual, además contribuyen a la vida de otros seres. En el sentido humano, la palabra vida trasciende a su aplicación desde distintas ópticas, desde la biología, historia o filosofía.  La vida de una persona se sitúa en un constructo cultural; las estructuras sociales y familiares aportan distintos matices a esa acuarela que es distinta para cada ser humano. El vivir que es diferente a estar vivo transcurre y se asume de tal o cual forma dependiendo de las circunstancias de cada individuo, aunque se le llame destino, magia, azar o designios de un ser supremo. La novela Bella y oscura de Rosa Montero conmina a ver la vida o el vivir desde un cerco de circunstancias que rodean a una niña con toda la objetividad, magia e inocencia que le aportan sus cortos años.

La niña narra su historia desde que es trasladada de un orfanato a vivir junto a sus parientes en una familia no convencional y la espera del padre ausente. De forma omniscientes y en ocasiones protagonista cuenta todo lo que ocurre en su entorno como si fueran sucesos naturales, como si todo estuviera escrito que sucedería de esa manera, como si los personajes estuvieran destinados a vivir sus miserias con monótona resignación, pero amparada en la esperanza e ilusiones que prodigan la infancia. En esta familia conviven seres que se debaten entre el horror y la incertidumbre, fruto de la marginalidad, el rechazo, la violencia de una comunidad dejada a su suerte sin la dirección de autoridades responsables y éticas.

La trama se desarrolla en la lucha por el dinero, la sobrevivencia y el abuso de poder que degenera en terror y muerte. Los niños descuidados y abusados se refugian en pandillas propias de la marginalidad, son testigos de los actos ilícitos de los adultos. La figura de la mujer, en su mayoría, con el prototipo de la subyugación histórica; al marido, sin voluntad propia, a la prostitución como medio de sobrevivencia, al trabajo, pero sometida a la brutalidad masculina. Los hombres representan lo más burdo de la delincuencia, a la ganancia del dinero sucio y la imposición por medio de la fuerza y la violencia

Junto al horror producido y padecido por los mayores conviven las figuras pequeñas, quienes equilibran los matices de la historia. La niña narradora que simboliza la tenacidad y la esperanza; el niño que representa la resignación, el miedo, pero también la prudencia y los límites a su favor en cada escena y la enana que aporta la magia y la luz en tanta oscuridad.

Rosa Montero combina imaginación y belleza en esta historia. Construye, y describe cada detalle con minuciosidad, exactitud y brillantez. El clima, los olores, los colores, las luces y los espacios encajan en palabras perfectas para hacer contrapeso a hechos y vidas tan miserables. El mito, la magia y el universo son alimento para la esperanza de alguien a quien ha tocado la orfandad, la pobreza y la incertidumbre desde muy pequeña.

En fin, esta historia da cuenta de que las circunstancias de vida no son elegidas, sino, heredadas en una etapa de la vida crucial para el ser humano como es la infancia. Pero que al mismo tiempo existe en cada persona algo intangible e inexplicable que la diferencia de las demás. Esa fuerza la mantiene en pie frente a la adversidad; se materializa con más ímpetu durante la infancia, pero se convierte en esperanza que se renueva en cada etapa  del discurrir de la vida.

 

Andrea Teanni Cuesta Ramón en Acento.com.do