(Fotografías de José Aria)
Cadáver al sol.

 La yola se va   y la yola se va y te deja la yola…(La Yola de Luis Días)

 Barca yola cayuco. Había una vez en mi temprana vida que hice de piloto de un bote de paseo  en la playa de Boca Chica . Cada impulso del remo que  me tocaba destornillaba mis huesitos

Mis padres, mi hermana  y la  tía postiza  que vivía con nosotros acordaron junto al  par  de “vecinos decentes” de mi calle en Villa Consuelo  hacer un serrucho para  alquilar  uno de esos artefactos navegables de la popular playa   bautizado como  " La que sabe", un pequeño bote donde no cabíamos todos. Borrachos, bronceados y felices degustando   en nuestro imaginario desde que llegamos, la batea de espaguete rojo y los paquetes de pan Pepín a devorar debajo  de la mata de almendra. No hay una cosa más dominicana que el hambre en las giras a cualquier lugar.

No sé si lo  de la batea  de espaguete rojo era la moda o los bolsillos no soportaban comer en restaurantes playeros.  Nada de pescado y tostones, además, creo que para la época los tarantines de frituras casi no existían. Habrá que preguntarle a Tío Google o al Consejo de Ancianos.

Hombres volviendo de la madrugada.

El bote  “La que sabe” presentaba orgulloso en uno de sus costados una cara de mujer, redonda azul y blanca. Un rostro bonachón  con trazos de brocha gorda,  igualita a la cantautora argentina Mercedes Sosa.

El capitán era  un señor cocolo, flaco como una percha doblada por el paso de tiempo y los jalones de  su dueño en armario. Decente y servicial.

Vestía pantalón kaki y camisa blanca.  A todos nos extrañaba su formalidad al vestir  para timonear un bote en lugar en donde a nadie le importaba.  Ahora me da la impresión de que todos los oficios eran uniformados en los 60

No recuerdo su nombre. Yo tenía diez años y los nombres de las personas, las cosas y los sucesos  importaban poco en esa divertida niñez de  trajinar  maroteos  de mangos y cajuiles en solares ajenos, hacer corte de pastelito   con patines de cuatro ruedas con su respectiva llave para ajustar tus pies al juguete y las imprescindibles  matinés  de cada domingo  por la mañana en el Cine Teatro de RTVD. Cantinflas, Tarzán con Chita, más tarde en la adolescencia, los cañones de Navarone  (Anthony Quinn-David Niven- Gregory Peck) y  El Bueno, El Malo y Feo con Clint Eastwood y Lee Van Cleef.  ¡Coño qué viejo soy! Mejor sigamos con las barcas, las yolas y los cayucos.

Sangre en la Isla de Mona

Lo que valía para mí en ese momento acuático y familiar  era que el bote diera la vuelta en U  y termináramos  el paseo en La Matica para recorrer  a pie sus breves  callejones marinos  y luego  regresar a la orilla a jugar con los pececitos transparentes,  tan finos como agujas  y rápidos como las “lanchitas” de plástico que poníamos a competir en las cunetas de mi calle, la Doctor Tejada Flrorentino.  Sí fuera un pez que cortará el agua.  El Veterano de seguro  navegó con esos  seres diminutos y eléctricos  en algún río dulce  de Bonao .

De regreso a la ciudad en el Rambler 68 de Tío Gabino- uno de los pilares de las giras playeras. Pilar, no por ser buena gente, sino porque era el único de nuestra calle que tenía carro-Gabino era bajito, parecido al papá de Los Simpson.

De retornos, observábamos asombrados los miles de cangrejos rojos de todos los tamaños que cruzaban la carretera Las Américas. Unos lograban cruzar ilesos hasta el mar, otros morían triturados por las gomas de los vehículos. Pequeños mueluses púrpuras de camino a sus madrigueras y sin señales que respetar.

La venida de la gira triunfal era  ver el  horizonte urbano con más  rojo y más sol, allá, en los firmamentos púberes de la ciudad plana, sin torres, asesinos motorizados  ni tapones.  La pequeña urbe que todavía despertaba con la alarma de los Bomberos de la Mella.

Barca yola cayuco.  El artista  Pedro Genaro (Cayuco) sabe de eso: en  los desordenados años 80  me extasiaba ver a Cayuco  trabajar en su taller de la Zona . Cada palito, maderita, accesorio y pintura era tratado con delicadeza y sensibilidad  como debe ser en todo artista.   Lo peor de  la nostalgia es su máscara de teatro clásico con vocación a recrear el pasado y convertirlo en monedita de oro.

Barca  yola cayuco. Las playas valencianas iluminadas  hasta la locura por el  gran Joaquín Sorolla  y sus hermosas  damas de blanco con  sus sombreros sonriéndole al  viento.  Mujeres del Levante caminando sobre la arena sin más apuro que disfrutar con elegancia el paseo.

Barca yola cayuco. Nuestros primeros primos araucanos cortando el agua entre las islas, entre los ríos navegables de las islas.  Collar de caracoles, hamacas, yuca y  cohíba. Llegaron los caballos blancos y sus espaldas se marcaron con hierros. Dolor.

Barca yola cayuco. La muerte antes de llegar a Mayagüez. No hay visa para un sueño, solo tiburones devorando sinrazones, mentiras y tu  sangre tiñendo las aguas de la Isla de Mona, tu inesperado destino.

Barca yola cayuco. Este intento de crónica concluirá a estilo del escritor , humorista, poeta y bolerista, Fermín Arias Belliard. Y dice: en  esta Bahía de Manzanillo, una mosca de mar se acaba de posar sobre mi nariz.