(Ilustraciones del doctor Odalís G. Pérez)

 
Azúcar, cayo y puerto: La epopeya del Batey Central Barahona, de JuanMatos, es un libro de poemas (Editado por "BookS&SMITH", New York Editors 2018), que  consta, ensus páginas iniciales, de algunos escritos introductorios, incluyendo un poema publicado por Matos, por primera vez, en el año 2002.
Los primeros escritos que forman parte de la estructura formal de este libro, están marcados por números romanos que van desde i el xxi. Sinembargo, el desarrollo del libro queda marcado, desde la página 34, con una reproducción, a blanco y negro, de la ilustración de la portada, a full color. Esa ilustración, es del pintor Fernando Tamburini, bajo título de "Ingenio en tiempo muerto".
Sin ningún arrepentimiento, amigo lector, le puedo confesar que no quise leer ninguno de los trabajos que hablan sobre el autor, como una manera de cuidarme de posibles vicios o repeticiones innecesarias, en mis visiones sobre este texto poético.
 Algo que sí me dolió, fue no pararme a leer un texto sobre el autor, calzado con el nombre de mi querido maestro y amigo, el doctor, Jacobo Walters.
 
"Azúcar, cayo y Puerto" es el título del extenso poema que encabeza esta obra. Aqui, vuelve la memoria a instaurar su aleteo de imagenes, símbolos e imagenes, propias de aquel espacio inhóspito, sembrado de caña, bruma, olvidos, sudor, abandono, barrancos, lamentos y misericordias: El batey.
En este caso, el símbolo del "Batey Central Barahona", no es simple concepto asumido al azar, no. Pues, se trata del núcleo vital y motivador de aquella voz que procura sus raíces, su timbre identitario, su matriz ancestral de guarapo y tizne, sobre el pellejo de la caña. 
 
En estos versos, los rieles del cruce de las locomotoras, los matizales y el bagazo, forman parte del soporte temático deeste libro. De nuevo, el sujeto autor recurre a la poética de la memoria, para perfilar su discurso poético, a partir de sus vivencias en la infancia, compartida con  los sueños de la adolescencia que discurría, viendo blandir el machete entre el cañaveral y los matorrales.
Es el recuerdo, aquí, el espejo existencial del poema en esta epopeya del sudor y la pelusa.
Advierto que, en esta poética, el discurso localista no trascienda la insularidad, sinembargo, esa advertencia puede ser rechazada, a partir del manejo del ritmo, en el ensamblaje u organización de las palabras, en la construcción del verso.
Como lo concibieron los postumistas (1918) y como también lo asumieron los integrantes de "La poesía sorprendida"(1943-1947), debemos asumir una poética que parta de nuestra insularidad, con sentido universal.
 
El sujeto-autor, se aferra al perfil de su discurso, para hacer del batey la metáfora viva de su poetizar. Él es parte del batey, en eso de asumir, en su política, una posición sobre su propia historia existencial.
El batey y sus rituales, es lo que salta en estos cantos, para dejarnos sobre el Sur, el salitre del lamento de unos seres petrificados, señalados y perseguidos como "pica-caña", con una biografía de hombres atribulados. Veamos:
 
Se va la chimenea…"
 
A los obreros y obreras de mi Batey/sepultados por zafras/generacionales//.
Se va la chimenea/
se va…/Subrep/ movedizamente/ 
se va amordazada/raptada entre las redes/
del neoliberalismo mordaz/Se va…/
como si la memoria que nos puebla las arterias/fuera desenterrada y adjurara del ente de su suelo/
como si el riel ardiente de los siglos henchidos/jamás nos perpetuara la existencia/y las vidas de las vidas/-nuestros vidas hechas humo-/sólo humo fuera/vaho silente de las férreas gargantas/evaporados afanes entre la hiel de olvidos/y el salobre guarapo de nuestros años idos/ Tal como aquellos anhelos/
centrifugados en desiertos del eros/
polvorientos/surcados/por las cuencas del hambre/explotados/vencidos/en los abismos del prejuicio/granulados en el olvido/quedaron nuestros ombligos/desterrados/cual las generaciones cecenadas por el tiempo y la indolencia…//.
(Obra citada. Pág. 63).
Hay un tono de melancolía extendido por todo el poema. El imaginario del poeta se levanta y cae, pero lo que  que siempre se mantiene rutilante, es ese remontarse en el ayer, para levantarlo hecho verso, como espejo rutilante del presente.
El sujeto-autor se autoasume como parte del batey y su historia, porque se sabe ser parte de su raíz, de sus luces y de sus sombras, para ir desenterrando su ombligo y su huella, detrás de los tachos del ingenio, cerca de la voz anochecida del capataz, para desparramar su canto, apegado a una enunciación poética simbolizada por metáforas y decires, plagados de rebeldía.
Ilustración de un "Acróstico", aparecido en la pág. 39, del ya citado libro poético.