La Moneda

Las primeras acuñaciones de monedas se produjeron alrededor del año 600 a. n. e., en tres lugares del planeta de manera independiente: en la actual Turquía (Lidia en el siglo VII a.n.e., Asia menor), de la idea del rey Argos,  en China y en India. En un principio, aquellas acuñaciones se hacían de manera bastante sencilla: el metal se troceaba en pequeñas porciones y se marcaba con una señal identificativa. Así se creó la moneda, cuya función específica sería la de servir como dinero. Invita a la curiosidad que desde aproximadamente el año 1000 a. n.e., estaba en uso en China dinero con forma de pequeños cuchillos y espadas de bronce, plata y oro, y con réplicas de bronce fundido.

Los materiales utilizados para elaborar la moneda eran oro y plata, por ser los metales más valiosos en ese momento. Las monedas más primitivas se acuñaban por medio de un golpe en un troquel, no sin antes de que se grabara una marca en el anverso de una pieza de metal o cospel. Esas piezas eran hechas con electro, una aleación de oro y plata, conocida como “oro blanco”.

Cuando la moneda se popularizó, el lugar donde se realizaba la acuñación se conocía con el nombre de ceca o casa de moneda. El nombre proviene de una voz del árabe clásico (SIKKAH), que significa “casa donde se labra moneda, un lugar en las antípodas de la espiritualidad de La Meca, de ahí que la persona que va de la ceca a la meca deambula alocadamente tanto en el sentido físico como en el de las ideas”. Pero la ceca de una moneda es también aquello que suele encontrarse en la parte inferior de su reverso. Conviene acotar que “cada ceca dispone de un símbolo peculiar que lo distingue de las demás”.

Es evidente que en la elaboración de la marca intervenía un diseñador, que aunque esta palabra no se conocía por entonces, había artesanos y artistas por doquier, o sea, creadores innatos que ofrecían de la mejor manera posible sus servicios. La fidelidad en la interpretación de sus diseños, así como la belleza y calidad de sus grabados, convertían esas piezas en obras de arte, en iconos y signos culturales que agregaban a la moneda valores tangibles e intangibles.

Salvador García Lima, encargado del acervo numismático de la Casa de Moneda de México, ha dicho que la moneda tiene un importante valor como forjadora de identidad toda vez que difunde los símbolos y emblemas en los que se reconoce la sociedad y la presencia de las bellas artes implícita en sus grabados, una de las razones del prestigio conseguido a nivel mundial. Así, la moneda es apreciada no solo por su poder de transacción, sino por sus diseños excéntricos y conmemorativos, atrayentes a los coleccionistas.

Es tal la incidencia del arte en la aparición y posterior evolución de la moneda que hacia el año 1500 Leonardo da Vinci, el genio del Renacimiento, diseñó una prensa mecánica que permitía acuñar simultáneamente el anverso y el reverso. 

La aparición del dinero

Como se sabe, las dificultades inherentes al trueque llevaron a utilizar diversos bienes para facilitar los intercambios. Estos bienes convertidos en instrumentos generales de cambio establecieron las primeras formas de dinero. Con el paso del tiempo se han utilizado muchos tipos de bienes como medios generales de pago, con un valor significativo y estable con relación a su volumen, y disponible en cantidades suficientes a las exigencias.

Según algunos historiadores la utilización de metales preciosos como dinero tiene su origen en Mesopotamia, alrededor del año 2500 a.n.e. Tanto en Mesopotamia (en la actualidad esta zona se localizaría principalmente en Irak) como en Egipto se utilizaban los lingotes de plata por peso, mas no como monedas. Distintos códigos legales como el Código de Ur-Nammu, rey de Ur (2050 a.n.e.), el Código de Eshnuma (1930 a.n.e.), el Código de Lipit-Ishtar de Isin (1870 a.n.e.) y el de Hammurabi (1760 a.n.e.), el código antiguo mejor conservado, promulgado por el sexto rey de Babilonia, Hammurabi (Babilonia era la ciudad más famosa de la antigua Mesopotamia; cuyas ruinas, parcialmente reconstruidas a finales del siglo xx, se encuentran en la provincia iraquí de Babil, en las proximidades de la ciudad de Hilla, a 94 kilómetros al suroeste de Bagdad): los distintos códigos mencionados, estaba por decir,  formalizaron el papel del dinero en la sociedad civil fijando pagos en cantidades fijas de pesos en plata para intereses de deudas, multas por delitos y compensación por diversas infracciones a la ley formal. Estos códigos venían a reflejar una realidad cotidiana en esa sociedad, en la que junto a la plata, que se reservaba para algunas transacciones, también se usaba el grano para medir el valor de los salarios o de los alimentos.

La civilización Mesopotámica desarrolló una economía de gran escala basada en dinero-mercancía. Los babilonios y los estados vecinos (hoy: Irak, Kuwait, Siria, Turquía, Egipto, Arabia Saudita, Jordania, Irán, Líbano, Palestina, Israel y Chipre) elaboraron el primer sistema de la economía como pensamos hoy, en cuanto a las normas sobre la deuda,​ contratos legales y códigos de leyes en materia de prácticas comerciales y propiedad privada. El dinero no era sólo una aparición, sino, una necesidad.

En el libro de Política  (c.350 a. n. e.), el filósofo griego Aristóteles contempla la naturaleza del dinero. Considera que cada objeto tiene dos usos, el primero es el propósito original para el cual el objeto fue diseñado, y la segunda posibilidad es la de concebir el objeto como un elemento para vender o intercambiar. La asignación de un valor monetario a un objeto que de otra manera sería insignificante, como una moneda o pagaré, surge cuando la gente del pueblo y sus socios comerciales desarrollan la capacidad psicológica de depositar la confianza uno en el otro y en la autoridad externa en el trueque (Lewis, N. K. (2001). Gold: The Once and Future Money. John Wiley & Sons, 4 May 2007.                                                                                                                 El economista escocés David Kinley (1861-1944), considera que la teoría de Aristóteles está viciada porque el filósofo probablemente carecía de la suficiente comprensión de las formas y prácticas de las comunidades primitivas, y así puede haber formado su opinión, de la experiencia personal y la conjetura.

Por su lado, el antropólogo y activista estadounidense David Graeber (1961-2020),  en su libro Deuda: Los primeros 5000 años, argumenta en contra de la sugerencia de que se inventó el dinero para reemplazar el trueque. El problema con esta versión de la historia, sugiere, es la falta de elementos de prueba. Su investigación indica que "las economías de regalo" eran comunes, al menos en los inicios de las primeras sociedades agrarias, cuando los humanos utilizaban elaborados sistemas de crédito. La economía del don o economía de regalo ‒del Inglés gift economy‒ es un modo de intercambio en el que los objetos de valor no se comercializan o venden, sino que se entregan sin un acuerdo explícito de recompensas inmediatas o futuras.

Graeber propone que el dinero como unidad de cuenta se inventó en el instante en que surgía una obligación no cuantificable "Te debo una" transformada luego en el concepto cuantificable de "Te debo una unidad de algo". En este punto de vista, el dinero surgió primero como crédito y más tarde adquirió las funciones de un medio de cambio y depósito de valor.

Como hablar del dinero sería interminable, volvamos a su relación con el arte.

Haffe Serulle en Acento.com.do