Entender el arte poético es una sensibilidad y una búsqueda no exenta de sutilezas y algunos malentendidos y debates inútiles.
Este es el arte de entender lo inentendible. Si la palabra es la arquitectura del poema, el contenido no explicito es el tuétano, la médula de la creación iluminada.
Se le puede comparar al arte abstracto que no busca el entendimiento razonado sino el sentimiento meditado y detenido.
No sabemos profundamente-ni siquiera la ciencia lo sabe- por qué el agua del rio busca y encuentra, sin ojos, el mar, aunque tenemos el atisbo de la ciencia al explicar que se trata de una cuestión de la gravitación universal expuesta racionalmente por Newton. Poetizar es usar de la lengua para negarla a continuación. Esa antinomia escruta la posibilidad de lo imposible, la sincronía de la física con la metafísica, el arte de decir con palabras aquello que la palabra limita. Lo ideal serias poder decir las cosas sin la escritura, como hace la naturaleza que hace sin decir y dice sin mostrar sus esencias intocables.
Sí, pero detrás de la gravitación hay otros fenómenos a ser examinados como la perennidad y dinámica de esos cuerpos en un universo dominados por leyes que no se explican por sí mismas.
No es moralizante, no es ejemplarizadora como el cuento de hadas, no le impulsa una ética sino una estética.
La materia poética no se presta a ser moldeada por manos artesanales, no es un problema de tipo publicitario, no es una ocasión para la frivolidad y el puro pasatiempo. Es toda una fuente de problemas metafísicos por solucionar.
Sabemos que hay que forjar el poema, creemos que debemos hacerlo sea por vanidad, por nuestro habito de ser bio- psico-sociales, por dejar un legado testimonial o porque algo desconocido nos impulsa a ello. La cuestión sigue flotando en el laberinto invisible y dominante de la mente.
Por otro lado, la poesía, ejercicio del libre albedrio y su expresión más cabal, no quiere establecer un código de tipo moral.
No es moralizante, no es ejemplarizadora como el cuento de hadas, no le impulsa una ética sino una estética.
Va en la búsqueda, como ya lo hemos dicho antes, de una emoción estética que es necesaria para la buena salud de este arte extraño, familiar, difícil, y que puede ser dominado una vez que se conocen lo que hemos señalado con los maestros como la secreta complejidad que la impulsa felizmente. Y seguimos repitiendo talvez hasta el cansancio: El poema sigue leyes, sigue exigiendo el conocimiento profundo de la lengua en que se escribe, sigue pidiendo imposibles que se pueden lograr, sigue reclamando sentimiento verdadero, sigue las coordenadas de la lengua.