“Armancia” fue la primera novela de Stendhal antes de que Stendhal existiera, pues Henri Beyle (que era su nombre real) la publicó anónimamente en 1827. Se sitúa en París durante el periodo de la Restauración Borbónica y juega con la moral de la época.
La novela refiere la complicada relación entre el apasionado, excéntrico y distinguido Octavio y su joven y hermosa prima Armancia, una muchacha de dieciocho años, pariente pobre acogida por sus tíos. Octavio es miembro de una familia de nobles arruinados por la revolución, que esperan la oportunidad de recuperar su antigua posición privilegiada. Los dos personajes le sirven al autor para desmenuzar las pasiones humanas y llegar hasta el fondo de dos almas extremadamente sensibles. Destaca el desinterés de Armancia por la fortuna que recibirá su primo, así como la pureza de sus pasiones y la radicalidad, tanto en sus actos cotidianos, como en sus exigencias de autenticidad y verdad, lo que la acerca al espíritu romántico de la época.
Armancia cuenta con la protección de la madre de Octavio, quien solo desea lo mejor para el hijo. La joven se resiste al matrimonio e, incluso, prefiere mantener el equívoco de una relación con otro hombre, para defenderse de la felicidad que supone los perdería a ambos. Tal dilema hace que se pregunte si una muchacha pobre como ella podría ser dichosa casándose con Octavio, pues prefiere estar satisfecha consigo misma a traicionarse.
A este le espera un futuro promisorio, dadas su inteligencia y circunstancias sociales y familiares. Inicialmente entabla una relación de confidente y amigo, ya que no se atreve a proponerle una relación amorosa y, sin embargo, no está dispuesto a perder la estimación de Armancia. Lo que el joven oculta tortuosamente es su impotencia y acaso sea esta una forma a través de la cual Stendhal expone su idea de la imposibilidad de una felicidad total en el mundo. Al contrario que cualquier mujer de su entorno, más en su precaria situación, Armancia, que ignora este impedimento del joven, desprecia su riqueza y la vida acomodada que podría ofrecerle, y se vuelca en un amor matrimonial que no busca realización en cuatro años.
Absolutamente sinceros el uno con el otro, Octavio y Armancia intentan vivir al margen de su entorno, mas son víctimas de la envidia y de las intrigas de quienes los rodean, lo que provoca equívocos entre ellos. El amor platónico que pretenden no parece posible, aunque no existan impedimentos materiales, obstáculos, ni abismos que los separen. Pero ese oscuro secreto, enfermedad o carencia inconfesable de Octavio, siempre amenaza su felicidad.
La pareja, además, es implacable con la clase social a la que pertenece y de la que se distancia, despojándose de toda afectación, del peso de una permanente vigilancia, y de las máscaras con las que los demás se presentan.
Lo que el autor cuestiona es la mediocridad de la Francia postnapoleónica en la que se echa de menos entre la juventud la heroicidad y la defensa de ideales elevados. Domina una burguesía mercantilista que, para alcanzar sus propios fines, limita el campo de acción de los amantes encadenándolos a intrigas, argucias y trampas.
El propio Stendhal, en una carta a su amigo, el también escritor Próspero Merimée, autor de “Carmen”, afirma que el amor puede explicarlo todo y que la bondad de Octavio no merecía ser traicionada. Por eso, es un personaje romántico que, por no herir a su esposa, no le revelará la grave enfermedad que lo amenaza de muerte, y se envenena para acortar el sufrimiento de ella. Armancia, absolutamente idealista, desprecia la fortuna heredada, se aleja del mundo burgués y, sorprendentemente, prefiere recluirse en un convento.