“Quisiera montar en estos días un árbol de Navidad y colgar, en lugar de regalos, los nombres de todos mis amigos. Los de cerca y los de lejos. Los de siempre y los de ahora. Los que veo cada día, y los que raramente encuentro. Los siempre recordados, y los que a veces se me olvidan. Los constantes y los inconstantes. Los de las horas difíciles, y los de las horas alegres. A los que sin querer herí, o sin querer me hirieron. Aquellos a quienes conozco profundamente, y a los que apenas conozco por sus apariencias. A los que me deben, y a quienes debo mucho. A mis amigos humildes y a mis amigos ostentosos. Por eso los asombro a todos, a todos los amigos que pasaron por mi vida. Los que recibís este mensaje y los que no lo recibirán. Un árbol de raíces profundas para que vuestros nombres nunca sean arrancados. Un árbol que al florecer el año próximo nos traiga ilusión, salud, amor y paz.”
El diseño de este árbol es propiedad del académico español Jesús Navarro Rupérez. Llegó a mis manos hace casi 20 años por iniciativa de la licenciada Sabrina Rivas; con quien compartía labores como servidor público. Desde entonces, mi apego por la Navidad ha sido más intenso, y más valiosa y necesaria mi devoción por la amistad. Colguemos en nuestro árbol navideño a los amigos que moran en cualquier rinconcito del alma, no importa sean constantes e inconstantes, cercanos o lejanos, deudores o acreedores de sentimiento tan sano. Es que, los de ayer y los de ahora, aquellos a quienes debemos, como Cortés, tiempo y ternura desde la escuela, la calle, la niñez o la productiva adultez, son los amigos de siempre. Los visitas sin tocar puertas, asumes sus penas y alegrías, y dices presente estando cerca o a distancia. Estas son las raíces del árbol de Navarro, reguémoslas hasta su mayor hondura, así, sus ramas serán fuertes, como la amistad; y sus hojas tan verdes como las que regresan cada verano. ¿Saben?, como adorno de este diseño, estoy llamando en Navidad a mis amigos, incluida la familia, ¿ y tú?