Antón Pablovich Chéjov, nació en Tangarog, Ucrania el 29 de enero de 1860 y falleció en Alemania el 15 de julio de 1904. Considerado uno de los gigantes de la literatura rusa del siglo XIX, junto a Tolstoi, Dostoyevski y Gorki.
Cuentista, dramaturgo y médico enmarcado en las corrientes literarias del realismo y el naturalismo, maestro del relato corto y uno de los más importantes autores del género en la historia de la literatura.
Compaginó su carrera literaria con la medicina, la considero como ‘esposa legal’ y a la literatura, ‘su amante’.
Su originalidad consistió en el uso de la técnica del monólogo y el rechazo de la finalidad moral que estaba presente en las obras tradicionales, consideraba que el papel del artista es realizar preguntas, no responderlas. Al principio escribía con seudónimos estampas humorísticas, criticas políticas, en 1886 cuando apareció su primera colección de relatos gozaba de gran prestigio.
Uno de sus pacientes le contagió de tuberculosis lo que causó grandes tormentos a su existencia.
Sus piezas teatrales más conocidas son:
La gaviota (1896),
Tio Vania (1897)
Las tres hermanas (1901)
El jardín de los cerezos (1904)
Creó una técnica dramática ‘de acción indirecta’ que insistía en los detalles de caracterización e interacción entre los personajes mas que el argumento o la acción directa, consideraba que lo que no se dice muchas veces es más importante que lo expresan los personajes realmente.
Eduardo Galeano, escritor uruguayo y universal de un estilo ‘sentipensante’ le dedicó a Anton Chéjov el 29 de enero en su obra«Los hijos de los días» con el titulo:
CALLANDO DIGO
«escribió como diciendo nada. Y dijo todo»
Estamos en el mes de febrero, consagrado al Amor, la Amistad, al Corazón, escogemos «Del amor», cuento que nos lleva a la reflexión sobre este sentimiento, muchas veces «poetizado, adornado de rosas, de ruiseñores» a pesar de que la mayoría de las veces cuando nos enamoramos pensamos en realizaciones materiales y en interrogarnos adonde nos conducirá el amor, si es bueno o malo…
«cuánto le daría mensualmente para gastos de la casa y en cuánto costaría ahora la carne de vaca. Del mismo modo, cuando nosotros estamos enamorados no cesamos de preguntarnos si nuestro amor es honesto o deshonesto, inteligente o estúpido, a dónde nos llevará, etcétera, etcétera. Si tal cosa es buena o mala no lo sé, pero lo que sí sé es que eso es un obstáculo, un motivo de insatisfacción e irritación».
Viene a mi mente un proverbio chino «En el momento que dejes de pensar en lo que puede pasar, comenzaras a disfrutar de lo que está pasando» o como dice una canción del grupo Braho: ‘el amor no tiene lógica no…
Al final del cuento de Chejov:
«Acudió mucha gente a despedir a Anna Aleksiévna. Cuando ya se había despedido de su marido y de sus hijos, un momento antes del tercer aviso de partida, subí con ella al compartimento del tren para poner en el estante una cesta que ella casi olvidaba; y tuvimos que despedirnos. Cuando nuestras miradas se encontraron, las fuerzas espirituales nos abandonaron y yo la abracé, ella apoyó su cara en mi hombro y rompió a llorar. Mientras besaba su cara, sus hombros, sus manos, mojadas por las lágrimas —¡ah, qué desdichados éramos los dos!—, le confesé mi amor, y con punzante dolor de corazón comprendí qué inútil, mezquino y engañoso era todo lo que nos había impedido amamos. Comprendí que cuando se ama, para juzgar uno mismo ese amor, hay que partir de algo más elevado, más importante que la felicidad o la desdicha, el pecado o la virtud en su sentido corriente, o no hay que juzgar en absoluto.
La besé por última vez, apreté su mano y nos separamos para siempre. El tren ya había echado a andar. Me senté en el compartimento contiguo, que estaba vacío, hasta la primera estación, y lloré. Luego fui a pie a mi casa de Sófino.
Enlace del cuento Del amor de Chejov :