En esta ocasión este escrito versará sobre tres vocablos de diferentes géneros. Uno de ellos es un estado de ánimo y los otros dos a veces se utilizan para insultar; aunque no sea ese ese su principal función. Son insultos, sí, pero sin recurrir a palabrotas. Estos dos términos insultantes surgen en las conversaciones como reacción ante una sorpresa desagradable que se debe a la acción de una o más personas, dependiendo del caso. Más abajo se verá el detalle.

La angustia es un estado de ánimo. Ha de tenerse en cuenta que estos escritos no son de orientación psicológica ni filosófica, de modo que si se mencionan algunos conceptos no por ello se trata de agotar ese aspecto.

Generalmente quienes se adentran en el estudio de la palabra angustia empiezan por destacar las sensaciones psíquicas, el estado mental del sujeto, así como el sentimiento que este experimenta, olvidando así, o soslayando al menos, los síntomas físicos de quien padece este estado, su sufrimiento. La angustia es una ansiedad o aflicción intensa, aseguran algunos autores.

El origen de la palabra angustia proviene del latín angustia que expresa estrechez. ¿Qué tiene que ver la angustia con la estrechez? Es probable que quien se haga esta pregunta sea alguien que no haya sentido angustia o que no haya estudiado el estado. La angustia viene acompañada de síntomas físicos, llega con falta de aire, opresión en el pecho, respiración dificultosa, apretazón en el pecho. En latín angustus spiritus corresponde a la dificultad respiratoria porque se siente estrechez en la caja torácica. En otros términos, es una “sensación constrictiva en la región epigástrica”. Diccionario etimológico (1988:16).

La palabra angustia se incorporó al léxico del castellano en el siglo XV. El sujeto experimenta una tristeza profunda. El étimo remoto es angh- que aporta la idea de “estrecho, doloroso”. Sin ir muy atrás, pueden citarse las lenguas y los ejemplos en el indoeuropeo que se asemejan al español por su escritura, en frison antiguo, angost; en alto alemán, angust. En algunas de estas lenguas aparecía ya la idea de ahogo que presentaba el sujeto. En latín existió además ango para expresar “apretar, oprimir”, de donde tenemos angina, angor para “angustia, ansiedad”; de allí ansia que es vocablo conocido en el español general, que transmite la idea de “angustia o aflicción del ánimo”.  El étimo remoto con sufijo es an-ghos-to, de donde se produce angosto, angustia, congoja. Diccionario etimológico indoeuropeo de la lengua española (1997:10).

Aun cuando no haga falta, se recuerda que étimo remoto (muy lejano) es aquel que da origen al étimo próximo, que es de donde proviene inmediatamente el vocablo cuyos antecedentes etimológicos se mencionan Dicionário de lingüística e gramática (1977:111-2). Se aprovecha la oportunidad para explicar qué es eso de indoeuropeo. Es una lengua hipotética que constituiría el tronco común de la familia indoeuropea. Es una familia lingüística. Es hipotética se escribió, se basa en una hipótesis. Es una suposición posible o no, de donde se saca una conclusión. Diccionario de lingüística (1986:154).

Para recordar las sensaciones de opresión en el pecho, de dificultad para respirar, solo tenemos que evocar la conducta de una persona a quien “se le aprieta el pecho”, es decir, un asmático. Quizás los síntomas no sean tan agudos en la ansiedad, pero la dificultad respiratoria está presente en la persona que padece de angustia. Mucho de lo relativo a este síntoma depende del grado de angustia. Hay que recordar que estos escritos no tienen vocación de involucrarse en materia puramente de la medicina. La comparación es solo ilustrativa.

El concepto correspondiente a angustia sufrió cambios en el uso. En un principio correspondió a molestia, impedimento. Más adelante se tornó para designar una cólera violenta (s. XVII). Desde el siglo XVIII pasó a ser un malestar físico, un estado moral difícil. En su aspecto moral representa entonces una aflicción mezclada con temor. La versión moderna es de ansiedad con la sensación opresiva en el epigastrio. Es la tribulación, la congoja. En el siglo XX cobró más bien un valor filosófico (angustia existencial) con Kierkergaard. Dictionaire historique de la langue française (2012-I-129).

El segundo vocablo que se desea examinar es el adjetivo cretino. La persona que sufre la enfermedad padece de cretinismo que se caracteriza por retraso de la inteligencia, con algún defecto de desarrollo orgánico. El término procede de la lengua francesa en la que ha evolucionado hasta convertirse en una calificación negativa con el sentido de estúpido, falta de talento, inepto, necio. Por esto que acaba de enumerarse, al principio de esta exposición se adelantó que era un vocablo empleado para insultar.

Sin ánimo de ofender a algunos creyentes se expondrá el origen del vocablo cretino. Procede de. . . cristiano. ¿Qué cómo sucedió esto? Pues aquí se trata de explicarlo lo mejor posible.

En la Edad Media en algunos pueblos situados entre las montañas de los Alpes y los Pirineos, en la Suiza francófona (Valois, Saboya), la deficiencia en la alimentación causaba problemas graves de salud. Los habitantes nacían con deformidades físicas, con escasa inteligencia, de baja estatura. Esto provenía de que padecían de hipotiroidismo por falta de ingesta de yodo durante la gestación, período de embarazo de la madre.

Para evitar discriminación y agresión por estos defectos, los padres acostumbraban a advertir a todos, que ellos, los débiles, también eran hijos de dios, eran christianus, voz regional derivada de la palabra francesa chrétien, que en este caso no era más que un eufemismo compasivo. El concepto evolucionó con la denominación y el cretinismo crétinisme fue aceptado en la lengua francesa en tanto sustantivo masculino en el año 1784 con significado médico. Ya en el año 1844 entró en la ciencia médica con una significación semejante a idiota, idiotez.

En lengua española se incorporó al diccionario académico de la lengua castellana en 1884. Del modo en que se trazó la evolución del concepto y el término, estos terminaron adquiriendo una connotación despreciativa, llegando a compararse o ser sinónimo de estúpido, imbécil, idiota. En Biografía de las palabras s/f., pág. 105, puede leerse, “A los pobres de espíritu, apocados o estúpidos los llamaban povericretiens, (pobres cristianos) y después solo cretinos”.

Este vocablo, cretino, y el síndrome de deficiencia congénita de yodo, cretinismo, sirven de ejemplo de cómo el uso de la lengua, el tiempo y la falta de conocimientos en ciertas épocas pudieron moldear las lenguas.

Hay otro vocablo que se ha mencionado más de una vez ya, idiota que también tiene un origen o evolución peculiar. En esta sección se examinará ese vocablo de la manera en cómo se hace en estas publicaciones.

El vocablo idiota nada tenía de peyorativo antiguamente, los idiotas de hoy son muy diferentes de los de antaño. El término vino al español a través del latín idiota y este del griego idiótes; esta voz designaba a la persona “privada”, que se ocupaba de la idion por oposición a la “pública”, que se ocupaba de los asuntos de la polis. El elemento compositivo griego idi(o), proveniente de idios expresa exactamente “propio, personal, privativo”. Ese elemento entró en la palabra idioma que fue y es “lengua propia de una región o nación”. Con el tiempo en lengua griega el término en cuestión pasó a trasladar la idea de “parte de la población de personas iletradas, ajenas al gobierno de la república” (res pública). A origem curiosa das palavras (2003:131-2).

Luego en español y en portugués el término pasó a significar “lego, inexperto, poco ducho”. Más adelante derivó a través del francés, siglos después, a la noción que existe hoy. Todavía en el Siglo de Oro español el idiota era el que solo se ocupaba de lo suyo. En portugués se llegó a hablar de “médicos idiotas” que eran formados por medio de la práctica, hubo también “jueces idiotas”, que eran magistrados a los que solo se les exigía buenas costumbres. Quizás algo semejante a lo que existió en Francia con el consejo de “hombres prudentes”, prud-hommes.

Puede apreciarse mediante la lectura de lo precedente que el vocablo idiota nada tenía de deprimente: era más bien si se quiere, huraño, excéntrico, que vivía apartado de la sociedad; hasta ignorante. Aún en la Edad Media se denominaba idiota al monje que a diferencia del ladino (latino), ignoraba la lengua latina. Biografía de las palabras s/f pág. 199.

De la misma raíz griega de donde procede idiota llegó idioma al español, y, sobre todo, idiotismo, que así se llama a la locución contraria a las reglas de la lengua de la gramática. Estos idiotismos durante largo tiempo se consideraron intraducibles. Los idiotismos son las locuciones, construcciones y modismos peculiares de una lengua. A pesar de ser vulgarismos, muchos escritores no las desdeñan. Diccionario de términos filológicos (1962:229).

Para cerrar esta intervención sobre el origen peculiar y la evolución no menos sorprendente de los términos tratados más arriba se mencionará la obra literaria que lleva por título El idiota. Es de la autoría de Fiodor Dostoievski. Este escritor ruso es un ejemplo en el tratamiento de la novela psicológica. Esta novela trae personajes con rasgos propios del escritor. Escribió esta novela de manera paulatina y se publicó en la medida en que la escribía. Esta obra no muestra la coherencia estructural de Crimen y castigo, pero lleva el sello de la maestría de Dostoievski. Ha tenido muchas ediciones y ha sido estudiada y comentada por muchos tratadistas.

Roberto Guzmán en Acento.com.do