(Ilustraciones del Dr. Odalís G. Pérez)

Siempre preferí llamarlo  con su apodo (Quinito), como se le conoció entre sus amigos. Siendo él un "muchachón", aún oloroso a bayahonda, guatapaná y mangle, radicado en la capital, durante sus años de estudios, discutía y leía sus trabajos literarios, junto a Virgilio Díaz Ordoñez; Rafael Lara Cintrón; Abel Fernández Mejía;  Máximo Avilés Blonda; Rafael Valera Benítez y Víctor Villegas, entre otros escritores.

Mantuvo una cálida relación con el poeta Juan Sanchez Lamouth, y junto a él, su apego a la soledad y al dolor, fue haciendo más suya aquella angustia de poeta de la soledad.

Ahí les presento estos versos que le dedicó Juan Sánchez Lamouth a "Quinito", una noche de ebrias palabras, en el antiguo bar "La caña", en Neiba.  Veamos:

"Aquí  vive un poeta//.

aquí la paz es sierra que aún huele a sueño indiano//.

las uvas y el lago hacen el superávit de los sueños//

canto de estos viñedos ebrios y sexuales/

que se enamoran de la tierra seca"//.

(Ver poema "Los viñedos del Sur", del libro "Sinfonía Vegetal a Juan Pablo Duarte". Pág. 39).

Dar un juicio absoluto sobre Ángel Hernández Acosta, me resulta difícil, por no decir imposible, por la heterogeneidad de criterios en su vida particular. Fue un hombre de múltiples condiciones, como sujeto participativo, desde el magisterio, la política, el derecho y como simple ciudadanos, y, a pesar de todo, fue un ser homogéneo, en su crecida queja y en su angustia.

Cuando el escritor y diplomático chileno Alberto Baeza Flores, conoció a "Quinito", se hizo incontenible este canto:

"Apareció en el centro de la casa del mundo/

-que era el patio de sombras de su casa-/

Ángel, como palmera pensativa/

lévemente Moreno y delgado/

por el sueño y los días//,

como la palma erguida de un soñado destino/

hecho de soledad y de huracanes lentos-/

poeta del Buen Dios y del mal desamparo/

me sonreía/íntimo y fraterno//,

y -tan de pronto-hermano"//.

(Ver poema "Ángel terrestre", del libro "La tierra más hermosa", de Ángel Baeza Flores. Pág. 52).

El mito, las tradiciones, las creencias anímicas y/o el imaginario de los sujetos del barrio, estructuran la narrativa de Ángel Hernández Acosta (Quinito).

He aquí, cuando la épica regional traslimita su marco esquemático para erigirse en testimonio de universalidad. 

El hombre y sus vivencias, sirven de referentes, ante la obra literaria de "Quinito". Como miembro de la Generación del 48, sus postulados responde a los postulados de los demás integrantes, de ahí su apego al rechazo a las iniquidades del Ser y su afán de hacer de la palabra una fuente de ritmicidad.

Fue un escritor galardonado en diversos concursos literarios, por la fuerza de su narrativa y el soporte expresivo de su discurso poético.

Ese escritor de la narrativa montonera, se autoexilió en Neiba. Estaba, casi siempre sentado en su mecedora pajiza, debajo de una enramada, con un cigarrillo en la boca y una taza de café, confundido entre símbolos, metáforas, quejas, querellas y expedientes, con su "Ruddy" de ternuras, palomas, gallos y datos notariales, floreciendo en destellos… hacia el universo, desde su exilio geográfico sur.

*De esa forma, VOSNEIBA se une a la conmemoración del centenario de Ángel Hernández Acosta  ("Quinito").