La creación del mundo ha sido uno de los grandes temas de los textos sagrados y mitológicos de diversas culturas a lo largo de la historia. Estos relatos intentan explicar el origen del mundo y la humanidad, con el fin de buscar dar sentido a los fenómenos naturales y el lugar del hombre en el universo. Entre ellos, dos de los relatos más conocidos sobre la creación son el poema babilónico El Poema de la Creación y el relato bíblico del libro de Génesis. A pesar de que ambos textos presentan el surgimiento del mundo desde el caos y comparten ciertos elementos simbólicos, sus enfoques y motivaciones fundamentales divergen notablemente. Este ensayo se centrará en una comparación entre las narraciones de la creación en el Poema de la creación y el Génesis, basándose en el análisis de Mark A. Kishlansky y los versículos bíblicos, para así examinar las similitudes y diferencias en torno a la creación, la figura de lo divino y la función de la humanidad en ambos textos.
El Poema de la Creación, según el análisis de Kishlansky, refleja una visión de la creación del mundo que surge del caos primigenio. El poema comienza con las aguas de Apsu (agua dulce) y Tiamat (agua salada), que representan un estado caótico, indefinido y anterior a la creación. De allí emergen los dioses, entre ellos Marduk, quien se convierte en el principal protagonista del mito. Después de una serie de luchas divinas, Marduk derrota a Tiamat y, con su cuerpo, forma el cielo y la tierra. En una de las secciones más impactantes del poema, el texto narra:
“Dividió la carne del monstruo y creó cosas maravillosas. La dividió como a un pescado en dos mitades; cogió una parte y con ella hizo la cúpula celestial.”
Este acto de división violenta crea una estructura cósmica y resalta la importancia de Marduk como el dios que ordena el caos. Por otro lado, el libro de Génesis también describe la creación a partir del caos, pero de una manera menos violenta y más ordenada. Génesis 1:1-2, dice:
“En el principio creó Dios los cielos y la tierra. Y la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas.”
El caos inicial es representado por una tierra desordenada y vacía, sin embargo, Dios no necesita luchar ni enfrentarse a ninguna fuerza maligna para dar forma al universo. El proceso es pacífico y progresivo, basado en su palabra: "Y dijo Dios: Sea la luz; y fue la luz" (Génesis 1:3). Así, mientras que el Poema de la Creación describe la creación como un proceso de violencia y conquista, en Génesis, la creación es un acto divino de ordenación y separación, donde Dios trae el orden a la existencia mediante su autoridad absoluta y su palabra. Por consiguiente, esta diferencia fundamental marca el tono y la intención de ambos textos en su tratamiento del orden y el caos.
Una de las diferencias más marcadas entre ambos relatos radica en la concepción de lo divino. El Poema de la creación es un relato politeísta en el que múltiples dioses coexisten y luchan entre sí por el control y el poder. Marduk, el héroe del poema, asciende al poder después de derrotar a Tiamat, lo que no solo le concede el dominio sobre el universo, sino también el respeto y la lealtad de los otros dioses. Este pasaje destaca en el poema:
“Oh, Marduk, eres el más poderoso entre los grandes dioses! Tu poder de decretar destinos no tiene rival, tu palabra es como la de Anu. De ahora en adelante tus órdenes no serán alteradas, en tus manos estará el promover o el rebajar, se respetarán tus palabras, y no habrá rebelión contra ellas. Ninguno de los dioses traspasará el límite que tú hayas fijado.”
En este relato, los dioses tienen debilidades y limitaciones. Marduk debe demostrar su fuerza para consolidar su posición, lo que sugiere una deidad que necesita luchar para ganar su poder, en lugar de poseerlo de manera innata. En cambio, el relato del Génesis es estrictamente monoteísta. Dios es único y todopoderoso, no tiene competidores, ni necesita probar su supremacía. De hecho, desde el primer versículo, Génesis subraya la soberanía de Dios como el creador absoluto:
"En el principio, creó Dios los cielos y la tierra" (Génesis 1:1).
El Dios de Génesis no requiere de victorias bélicas para ejercer su poder; su autoridad es innata, y su capacidad creadora se manifiesta por medio de su palabra, que basta para que el universo tome forma. No hay otros dioses ni caos divino; solo un ser supremo, omnipotente y benevolente. Por lo tanto, esta distinción refuerza la diferencia entre la lucha por el poder en el politeísmo y la serenidad autoritativa del monoteísmo.
Otra diferencia importante entre ambos relatos es la función de la humanidad en la creación. En el Poema de la creación, los seres humanos son creados por Marduk como una solución práctica para aliviar el trabajo de los dioses. Según el poema, los humanos son formados a partir de la sangre del dios rebelde Kingu, aliado de Tiamat, después de que éste es derrotado. El texto indica:
"Tomaré mi sangre y formaré el esqueleto. Haré al hombre, a ese hombre… Crearé al hombre para que habite la tierra. Que se establezca el culto a los dioses, que haya santuarios. Pero cambiaré los hábitos de los dioses, cambiaré… Deberán vivir en concierto y al mal deberán."
En este contexto, la creación del hombre es utilitaria, y su propósito es servir como esclavo de los dioses, realizando las tareas mundanas que ellos no desean hacer. En contraste, en el relato bíblico, la creación del ser humano tiene un propósito elevado. En Génesis 1:26, se expresa:
"Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra y en todo animal que se arrastra sobre la tierra."
A diferencia del Poema de la creación, los humanos son creados a imagen y semejanza de Dios, lo que les otorga un valor intrínseco y una dignidad especial. Su propósito no es servir a los dioses, sino gobernar y cuidar de la creación de Dios, en un papel de co-gobernantes del mundo bajo la autoridad divina. Por lo tanto, este aspecto resalta la visión más positiva y elevada del ser humano en la tradición cristiana, donde la humanidad es vista como una pieza central del orden del mundo y un reflejo de la divinidad.
El Poema de la creación tiene un fuerte trasfondo político y social. De acuerdo con Kishlansky, este mito no solo narra la creación del mundo, sino que también legitima el poder de la ciudad de Babilonia y el culto a Marduk. A través del poema, se refuerza la idea de que Babilonia y su dios supremo, Marduk, tienen un papel especial en el orden cósmico, lo cual tiene implicaciones en la estructura política y religiosa de la sociedad. El relato sirve para consolidar el poder central de Babilonia en el antiguo Cercano Oriente, así como para justificar su preeminencia sobre otras ciudades y estados.
Por otro lado, el relato del Génesis tiene un propósito teológico y moral más que político. Su énfasis está en la relación entre Dios y la humanidad, y el papel del hombre como responsable del cuidado de la creación. Además, el relato no pretende legitimar ningún poder político en particular, sino más bien ofrecer una comprensión moral y espiritual del mundo y de la vida humana en relación con Dios. La creación del ser humano como imagen de Dios refuerza la dignidad de cada individuo y el valor de la vida humana, sirviendo como base para la ética cristiana.
Finalmente, tanto el Poema de la Creación como el relato de la creación en el libro de Génesis comparten la idea de que el mundo surge a partir de un estado caótico, pero lo hacen desde perspectivas completamente diferentes. Mientras que el mito babilónico refleja un politeísmo violento, donde la creación surge de la lucha entre fuerzas divinas, el libro de Génesis presenta una visión monoteísta y pacífica, en la que Dios trae el orden mediante su palabra.
Además, en ambos relatos, la humanidad tiene un papel crucial, aunque sus propósitos divergen: los humanos son siervos de los dioses en el Poema de la creación, mientras que en el libro de Génesis, son seres hechos a imagen y semejanza de Dios, encargados de gobernar la creación, llevar su palabra y hacer su voluntad aquí en la tierra. Estas diferencias reflejan no sólo concepciones distintas del universo, sino también de la naturaleza divina y el lugar del ser humano en el orden cósmico, subrayando las diferencias culturales y religiosas entre el antiguo Oriente Próximo y la tradición cristiana.
Referencias Bibliográficas
Kishlansky, M. A. (S.f). Poema de la creación. Fuentes de la historia universal. https://lapaginadeisrael.com/wp-content/uploads/2019/03/poema-de-la-creacion.pdf
Mark, J. J. (2018). Enuma Elish, La Epopeya Babilónica de la Creación. World History Encyclopedia.
https://www.worldhistory.org/trans/es/2-225/enuma-elish—la-epopeya-babilonica-de-la-creac ion/
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