Rebecca y Rowena, publicada en 1850, es una ingeniosa y divertida novelita de William M. Thackeray (1811-1863), célebre por La feria de las vanidades. Las dos mujeres que dan título al libro son personajes de Ivanhoe, la famosa novela de Walter Scott, cuya acción se desarrolla a finales del siglo XII, cuando normandos y sajones se disputaban el poder en Inglaterra y los caballeros seguían a Ricardo Corazón de León en su lucha contra los sarracenos.

En la obra de Scott, Rebecca era la hermosa hebrea, hija del prestamista Isaac de York, quien cura con sus conocimientos de medicina al caballero Ivanhoe, herido en batalla. Rowena era, en cambio, la bellísima descendiente del último rey de los sajones quien, al final de la novela, se casará con el noble caballero Ivanhoe, a su regreso de las cruzadas.

Thackeray, inconforme con el final de la novela de Scott, y con todas aquellas que se cierran con el matrimonio de los protagonistas, busca el humor adentrándose en la parodia. Así, propone otro final, para lo que continúa la historia de los personajes de Ivanhoe después del matrimonio del héroe. Esto le permite poner en duda la impecable condición de Rowena, presentada como una doncella lánguida, modesta, y de inalterable impavidez ante cualquier circunstancia, según las normas del amor cortés y del estereotipo de las damas de las novelas de caballería.

William M. Thackeray.

Tackeray presenta una Rowena ya casada, convertida en respetable y piadosa matrona, visitada por clérigos, médicos o limosneros y atendida por una servidumbre a la que le impone férreos hábitos religiosos. Todo ello, además de sus celos de Rebecca, incomodan a Ivanhoe, consciente de que la noble esposa nunca perdonaría la belleza de la hebrea. Sigue el relato de la vida de Ivanhoe quien nuevamente se unirá a los cruzados, tanto en Francia como en España, para luchar contra infieles, dejando a la esposa bajo la tutela de su antiguo pretendiente, Athelstane.

Dado por muerto Ivanhoe, Rowena contrae segundas nupcias con Athelstane. Pero, siguiendo un tópico romántico, el caballero Ivanhoe regresa al hogar disfrazado de fraile. Decepcionado, y manteniendo oculta su identidad a la bella Rowena, se aleja y participa en la guerra contra los normandos, aliados del rey Juan Sin Tierra, que persiguen a su familia, incendian su castillo y toman prisionera a Rowena. Entonces, la dama muestra fortaleza y valor ante la adversidad, sacrificándose por el hijo, que entregará a Ivanhoe antes de morir.

Rebecca queda para el final que nos reserva el autor. Coronada de virtudes, bella, inteligente, generosa y rica, se niega a contraer nupcias con los pretendientes que le reserva el padre. Lo único que desea es dedicarse a la medicina y rendir tributo al único hombre que ha amado. Del mismo modo, Ivanhoe, viudo y acongojado, dudando de su real paternidad, deja al niño en un internado y huye de Juan Sin Tierra. Naturalmente, un caballero de valor reconocido en todas partes, no le faltará ocupación al servicio de otros reinos.

Donde quiera que combatiese a los sarracenos Ivanhoe buscará a los israelitas, con la esperanza de hallar a Rebecca. Porque Tackeray no deja de perseguir el final feliz, un tópico y esperado happy end para la parodia. Rebecca se ha hecho cristiana y, aunque condenada por su familia a un severo encierro durante más de cuatro años, recibe noticias del exterior gracias a un sobrino. Se entera así de que Ivanhoe está en Valencia, precisamente donde ella está recluida. Acaban, al fin, casándose Ivanhoe y Rebecca y, juntos, deciden adoptar al hijo de Rowena. Porque, desde las leyendas artúricas a las novelas románticas, las mujeres aman, se sacrifican y esperan, por conveniencia o por convicciones, la felicidad a la que aspiran.

Claro que el Romanticismo conlleva su propia crítica y, como la parodia es la parodia, el narrador confiesa no poder asegurar ni que fuesen tan felices ni que viviesen por muy largo tiempo.

 

Consuelo Triviño Anzola en Acento.com.do

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