Juana García es una de las fundadoras del Taller Literario Virgilio Díaz Grullón (UASD-Santiago), hoy he seleccionado algunos de sus minirrelatos para que los lectores puedan conocerla, desde su perspectiva y entorno asume una narratividad existencial y temporal. Mezcla lo mágico y lo real, para reconstruir situaciones psicológicas y sociales. No pretende renovar las técnicas narrativas, solo contar desde su interior y su escritura sus voces.
Estamos viendo en una época veloz, donde la síntesis es una necesidad temporal, es por ello que el microrrelato, microcuento, micronovela y la micropoesia son las tendencias. Ya no tenemos tiempo para vivir, menos para leer las extensas y grandes obras literarias de los siglos anteriores. La escritura debe ser breve, igual que la lectura. Solamente los lectores de profesionales pueden hacerlo, porque ya poseen una cultura lectora. Juana pertenece a la escritura de la brevedad, como podemos ver y leer en los siguientes textos:
Fantasmas visibles
En un cuarto oscuro escuché ruidos. Mis manos y rodillas temblaban por tanto misterio. Entonces me acerqué y miré. Esos disfraces que utilizan para celebrar las noches de brujas.
Llorona
Ella cubrió mi rostro, se deslizó por el pecho y gota a gota, esa lágrima fue bajando.
Abandonada
Cuando la corriente la arrastraba, me tiré al río, la levanté. Ella, casi agonizante y con palabras borrosas, me hablaba entre líneas: Mírame doblada y sin fuerza, cuando era joven todos me admiraban por mis letras bonitas. Te aseguro que esos que ahora no me quieren, no van a encontrar otra Carta como yo.
Microrrelato
El controlador
Pedro y Leopoldo se abrazan con tanta amabilidad que quienes lo miran creen que son hermanos. Ellos siempre salen juntos para el trabajo. Comparten café, comida y en los ratos libres, juegan dominó. Se tratan así porque son compadres.
Una noche, Pedro llegó a su casa y como no encontró a Leopoldo allí. Se montó en el motor y se dirigió a donde Leopoldo. Al llegar, detuvo el motor y caminó hasta la parte trasera de la vivienda que estaba oscura. Ahí se encontraba Leopoldo, durmiendo sentado en una silla. Le tocó la espalda, lo movió y le dijo: ´´Despierte compadre´´. Leopoldo abrió los ojos, encendió una luz.
Pedro insistió si le duele algo, dígame para llevarlo a un hospital. No se preocupe que mi salud está bien- respondió.
Leopoldo pudo notar que Pedro tenía hambre y fue a comprarle cena. Ordenó para llevar: carne, plátanos fritos y una cerveza. Luego regresó a la casa, lo colocó sobre la mesa. Buscó platos y vasos, sirvió en partes iguales. Después de terminar de cenar, prendió el radio y en ese preciso momento, se escuchaba el merengue que dice: ´´Las mujeres y los gatos son de las mismas opiniones, teniendo carne en su casa, salen a cazar ratones´´. A Leopoldo se le cayó la botella de cerveza de la mano y Pedro preguntaba ¿estará borracho?
Más tarde, Leopoldo, puso el teléfono en altavoz. Se oyó la conversación de su esposa, que le explicaba a una amiga: ´´Él me levanta tempranito, sabe a qué hora desayuno y cómo y cuándo realizo cada acción. Ya no quiero más control, voy a regalar mi celular´´.
Microrrelato
Amigo
Doris lo encontró tirado en la galería de su casa, cubierto en papeles de letras borrosas, manchado de café y titiritando de frío. Doris regresó de su trabajo como correctora de pruebas de una editorial.
Nada bueno llega aquí; pensó a la vez que se peguntaba sobre quién lo habría abandonado en esas condiciones. Al parecer había permanecido en el lugar por mucho tiempo porque olía a sudor seco.
El desconocido continuaba inmóvil y callado, Doris con sigilo se le acercó agarrándole por un brazo, le ayudó a levantarse con paso lento, lo introdujo al interior, lo colocó en un mueble, procediendo a limpiarlo con suavidad.
En los días siguientes ya no se consideraban extraños. Leían juntos y compartían temas de interés común.
En un momento de profundo silencio fijaron sus miradas, Doris expresó sonriendo. Ahora no puedo vivir sin ti, disfruto dormir contigo, abrazándote cuando llega la noche amigo Libro.
Boli
(Cuento corto)
Día radiante y apto para todo. En el lugar decían así, después de observar la claridad solar.
Más tarde se nubló y se percibía el olor a lluvia. La familia Ventura, tuvo que refugiarse en su casa porque las ramas de los árboles golpeaban el techo, los truenos y el ruido eran insoportables.
Luego la lluvia paró y todos salieron a inspeccionar. Luz, la hermana menor de los Ventura lo miró tirado, lo levantó y hablando sola, movía la cabeza y comentaba, “yo no sé si alguien lo lanzó ahí o la corriente lo arrastró”.
Posteriormente, Luz bañó a Boli y lo acostó en la cama al lado de ella. Luz sintió lástima porque a Boli lo golpearon, aunque llevaba puesta una gorrita azul.
Ya Boli, tenía varios meses en el hogar de Luz. Ella lo llevaba a la escuela y con el agarrado escribió un mensaje final. Ese es mi alegría: Mi compañero y el bolígrafo de mi vida.
(Microrrelato)
Hay que ver
“Te voy a lanzar de aquí”. Los vecinos del primer nivel del apartamento, escuchaban las amena-zas, pero no hacían caso porque no era la primera vez que Maura y Esteban discutían. Por eso admitían que, en pleitos de marido y mujer, nadie se podía meter. Más tarde, Maura gritó muy fuerte. “Ahora, si te voy a tirar de aquí, eres frágil y no quiero que sigas delante de mí, leyendo mis escritos”.
Después vieron a Maura, bajando por la escalera muy calmada, lo llevaba agarrado. Se paró, lo miró e indicó. No puedo salir de ti, ya a mí cuarenta años. Es imposible leer sin tu ayuda.
(Microrrelato)
Malvado
La mañana era tímida. Yo dormía. Abrí los ojos y lo vi entrar por la ventana de la habitación. Se paró frente a la cama, tal vez con la intención de calentarme, lo evadí, me vestí y salimos a pasear y actuó con tanta agresividad que me marcó la cara. Inmediatamente, salí corriendo para donde mi madre. Cuando llegué ella miró mi rostro rojo, me abrazó y me dijo: “No debiste confiar en el Malvado Sol”.
Por una mujer
Cristina, la esposa de Hilario, falleció hace poco más de un año. Desde entonces, hemos visto al viudo deambular por estas infinitas calles, casi siempre con alguna que otra botella de alcohol entre sus bolsillos. "¡Regresa, mi amoi!", gesticula deprimente, mientras camina con pasos uniformes. Su vestimenta le asemeja a un vagabundo: sin zapatos ni camisa, exhibiendo cicatrices en su rostro y piernas. Lleva en la cintura una especie de falda, formada por un conglomerado de armas blancas: machetes, cuchillos de cocina, tijeras, entre otros objetos cortantes.
Cuando Hilario llega a un determinado lugar de estas confinidades, mira con agresividad, hiere con palabras sumamente obscenas a cualquier peón o jornalero que encuentre a su paso. Nadie se atreve a contestarle para no convertirse en una víctima de ese ser que los avatares del dolor han creado.
Al verlo traspasar el umbral del colmado de Tano o el billar de Celeste, la muchedumbre se aleja a toda marcha. ¡Tropiezan! ¡Caen! ¡Corren despavoridos!, ¡se refugian dentro de los hogares más cercanos…! Pasaron horas y días, y la figura de Hilario se fue diluyendo como las aguas de este arroyo que pasa desde donde escribo este microrrelato. La tranquilidad era total, sumamente agradable. Los comunitarios pensaron que quizá Hilario se había mudado hacia otro pueblo más cercano. Invadidos por la curiosidad, decidieron acudir hacia su residencia ubicada poco antes del centro educativo.
Al abrir el ventanal con sutileza, la cortina se levantó, y, precisamente entre el medio de dos botellas de vino, se encontraba el macho; el Hilario, boquiabierto, pálido, descansando eternamente…