El muralismo, dentro del mundo de la plástica dominicana, es para artistas que sobrepasan su estatura de pintor y asumen su otra dimensión estética, al impregnar de sentidos los espacios, sin importar el tamaño de la obra, desde el pincel y el discurso de los colores y las imágenes trazadas.

Eso, precisamente eso, es lo que ha pasado en la pragmática pictórica de un muralista dominicano, llamado Alberto Garó. Sus murales y su pintura, hablan por él. Dicen por él y testifican el valor y los sentidos trascendentes de su discursividad pictórica, desde sus cuadros y sus murales.

Es un creador que tiene formación académica, con una maestría en Gestión de las industrias culturales y creativas (UASD-2010-2012), y tratado como si nada, en una academia que amerita ser repensada, con urgencia.

Usted se preguntará, y dónde está su obra? Y yo, en seguida le respondo que, aunque no lo creas, su obra la han querido atrapar en los ojos miopes y en los oídos sordos de una academia, conocida por las históricas siglas de UASD. Y eso no es para sentir pena, sino que es una acción rechazable, repudiable, para sentir vergüenza ajena.

Usted mira las paredes de los edificios y facultades de la UASD, tanto en la sede, como en los centros, subcentros regionales y en los recintos universitarios, en todo el país, y sentirá que hay una imagen que lo mira a usted y hay universos cromáticos dispersos en esas paredes, expresando sentido estético e histórico, desde aquellos murales que nos convocan al deleite y al aprendizaje de nuestras huellas históricas, en procura de nuestro perfil identitario, desde el colorido dimensional de un muralismo que justifica el universo artístico del pintor Alberto Garó. Así de simple.

Que la UASD, como academia, no lo valore, es un acto de politiquería y descrédito nacional e internacional. Y eso no debe, ni puede seguir ocurriendo. Queriendo matar el arte y buscando acorralar a un artista, por torpeza y pobreza espiritual humana.

Eso no debe, ni puede seguir ocurriendo en un centro de la cultura nacional e internacional, como la UASD, sin importar quiénes hoy la dirigen. Nuestros artista deben ser protegidos, sin mirar color, ni acciones partidarias. Hay que corregir eso ya!!! Miren su valor artístico para el país y el mundo.

Contemplar esos murales de Alberto Garó, desde una mirada crítica o por placer, es meterse en los rincones de nuestro acontecer caribeño, porque, desde el simbolismo gráfico de su arte, se engendran signos y matices de nuestra dominicanidad.

Veamos en los murales y en la pintura de Alberto Garó, su dimensión artística. Su soporte estético-visual. La dimensión trascendente de su obra, repito, traspasando la cotidianidad pasajera, para penetrar en las entrañas de un contexto vivencial que nos es propio y ajeno, a la vez. Propio, porque asume nuestros acontecer, desde el paisaje que nos circunda, como nación, y, es ajeno, porque lo que hacemos y publicamos o pintamos, tan pronto se da a conocer, es del público. Y eso habla por nosotros, como artistas y como autores.

En los murales y en la pintura de Alberto Garó fluye la expresión de un artista nato. Aquí se expresa la dimensión plástica de un trabajador del pincel que procura comunicarnos y comunicarse desde la plástica. Desde su arte pluridimensional y multívoco.

La UASD se ha constituido en su museo natural y en su espacio de creación. A pesar de la dejadez expresada, por algunos sujetos miopes que se empecinan en mirar de reojo su trabajo y su potencial creativo.

Una academia como UASD debe valorar a sus potencial humano, y más cuando se trata de un artista que aporta al desarrollo de la institución, del país y del mundo, como lo hace el creador Alberto Garó.

Eso que estoy diciendo, lo hago por el compromiso que tengo con la cultura y el humanismo solidario. Resuelvan eso ya, o seguirán pasando vergüenza ajena ante los ojos del universo. El arte debe ser apoyado, protegido, en y fuera de las academias. No podemos seguir actuando de espaldas al desarrollo cultural de nuestra nación.

Alberto Garó, pintando uno de sus tantos murales.

En estos murales, la imagen dialoga con su público y con su autor; nos dice, nos interpela y nos llena de discursos y cromatismo. Es esta una pertinente apuesta de universalidad, desde la pintura.

A pesar de su edad cronológica, este trabajador de la pintura, mantiene y proyecta madurez en la estatura de su arte.

Este es un artista que se llena de entrega y abnegación, ante su oficio. Alberto Garó, ama y respeta su hacer.

Aunque nuestra academia intente ignorarlo, sus obras vociferan su estatus de rigor, solidez y permanencia.