Hoy, 8 de febrero del año en curso, acabo de recibir en mi pueblo natal, Villa Rica, Cauca, el libro de poemas Al filo del vuelo. Y está en mis manos porque aproveché que uno de mis mejores estudiantes cuando fui docente del Magisterio Nacional colombiano estaba en República Dominicana a comienzos de 2024, y es gracias a él que he podido sentir como propio un bello libro firmado por la autora.
Antes de publicar su libro la poeta me pidió una opinión escrita que sería incluida como prólogo, y luego de sumergirme en la lectura de su inédita poesía escribí unas palabras que acompañaron, nada más y nada menos, que a las del señor Basilio Belliard, uno de los poetas más emblemáticos de la bella isla caribeña, y a quien tuve la oportunidad de conocer en el Encuentro Internacional de Poesía «Luna de locos» de la ciudad de Pereira, acá en Colombia, en el año 2013.
Esta es la primera vez en mis años como escritor que alguien fuera de mi país me invita a participar de su libro como prologuista, y como en la Feria Internacional del libro de Cartagena de Indias alterné con la dominicana, acepté con gusto la invitación.
Pues bien, hoy recibí no solamente Al filo del vuelo, sino también el libro El país de los dulces, incursión que la poeta hace en el género de la literatura infantil, y que comenzaré a leer una vez el embrujo de su poesía me dé el espacio y el tiempo para asomarme al mágico mundo de sus páginas.
La poesía de Evelyn Ramos es una poesía bordeada por el mar caribe, mientras la mía, por ser un habitante del sur del continente americano, nació custodiada por selvas exuberantes e impenetrables, y por ese «oleaje» de la cordillera de los Andes, que desde la Patagonia viene a ramificarse en mi país para penetrar y acariciar a la hermosa Venezuela, la tierra del libertador Simón Bolívar.
Desde que escuché la poesía de Basilio Belliard hace poco más de una década quedé con la curiosidad de leer poetas antillanos, pues fue en ese vasto territorio que se oyó por primera vez el idioma del opresor que nos asiste como latinoamericanos, y fue en lo que hoy es un atractivo turístico, en donde se mezcló el óvulo sumiso y el esperma violento “para bien” del mestizaje, y donde los asustados africanos llegaron en cadenas a recibir la bofetada de un escupitajo en su espíritu.
Que en la parte insular de América se haya escuchado por primera vez el sonido de una lengua europea que ahora es la estructura nuestra psique, hace que mi imaginación asuma a los antillanos como los depositarios de ese eco idiomático, y del que nos fuimos apropiando a través de los distintos géneros literarios.
A medida que me fui alejando de la poesía comencé a verla con extrañeza, porque es maravilloso lo que con pocas palabras puede hacernos sentir un poeta. El desdoblamiento experimentado al distanciarme de la poesía en doce años, me hizo ver a los poetas como seres misteriosos, pues al jugar con esa corriente alterna del lenguaje nos explican el eterno presente del universo. Indiscutiblemente, la poesía es la reinvención de la muerte, de la vida, del olvido y del envejecimiento gris de los árboles en cenizas frías.
La poesía es eso: una estructura atómica que contiene al universo mientras el universo la contiene a ella, y cuando estalla en la sensibilidad del poeta y de la poetisa asistimos a su misteriosa revelación en el papel.
Hoy releí acompañado de una botella de vino chileno Al filo del vuelo bajo el cálido cielo de la ciudad de Cali, la tierra de Jorge Isaacs, autor de la novela María.
La experiencia de leer de nuevo a Evelyn fue mucho más intensa que cuando leí el archivo en la pantalla del computador, pues me convirtió en un momentáneo delincuente al sentir como mías las imágenes y la totalidad de sus poemas, entre ellos Réquiem, cuyo eje central, para mí es este hermoso verso:
Nadie sabe cómo duelen los muertos,
hasta que destierran a un dios entre todos los vivos.
Cuando uno lee estos versos y la totalidad del poema, vemos que las antenas de su sensibilidad describieron la historia de Mandela, Gandhi, Martin Luther King, Malcolm X, Lumumba, Lincoln, Anacaona, Makandal, etc.
Mientras leía el poema Después de la ventana, me vi en una cama después de hacer el amor frente a la playa, y disfrutando de la danza de las gaviotas en el viento. Las imágenes de este poema son tan vívidas, que, si no se lo hubiera leído a mi esposa, se habría metido otra mujer en mi imaginación.
De este lado el desorden:
huellas de arena, sábanas tiradas,
esperma revuelto, miel y rito, sudor,
suspiros envueltos en el rumor del mar.
Al otro lado el orden,
las gaviotas tintadas de blanco
y salpicadas de negro
en un canto extenso interpretado para mí
con coreografía perfecta frente a mi mirada.
La piel que habito es lo que toda mujer libertaria está intentando decir de sí misma:
…la piel que habito muda miles de veces su pellejo maldito.
Se enorgullece en su narcisismo ambivalente.
se embalsama y resucita con los brazos
alados de sus muertos.
La musicalidad del poema Fluctúo es comparable a una canción que se incrusta en la memoria. En este poema uno siente haber recuperado algo que de pronto perdimos. Su música viene acompañada de una cascada de reflexiones interesantes.
Poemas como mujer supuesta es un grito emancipador pero dado con la calma de la mujer sabia, aquella que se hizo un collar con las piedras con que lapidaron a sus ancestras. Leí esto y quedé satisfecho por la forma como Ramos se define en el tiempo:
Mas huyes de tu azar fortuito
y te conviertes en una danzarina artificial de rezos
que no te sirven para alcanzar ningún paraíso
ni de rosas simples ni de aleluyas complicadas.
Sabemos que la memoria es un mecanismo natural que separa lo nimio de lo que realmente sirve para nuestro desarrollo cognitivo, pero también es el selector natural que se dispara ante aquello que la seduce, y el sacudón que experimenté a leer el poema Por si las dudas, tiene a mi memoria absorta y dispuesta a esnifarse una a una sus líneas.
Cada vez que degusto la sonoridad de sus encajes, de sus pliegues acalorados no dejo de suponer que cuando la poeta lo escribió, sus imágenes cayeron sobre el papel como una piedra preciosa, y sin dar la batalla que muchos de nuestros poemas nos dan cuando muerden el anzuelo de la inspiración.
Y si mañana la ropa no entra
en esta maleta de vuelos azules.
Y si las ruedas se atascan en esta acera
de contradicciones tan tiernas.
Y si el cierre no abre
con esta suerte de ambivalencias benevolentes.
Y si el vuelo se retrasa
con tu copa de miradas riendo…
Como tengo algunas nociones musicales con el instrumento del bongó, me queda fácil identificar dónde el poeta o la poetisa estaba haciendo una canción sin darse cuenta. He aquí una prueba al respecto.
Y si me devuelvo amor.
Y si mejor me devuelvo
y me quedo a tu lado.
Y si mejor me quedo
y me enseñas el mundo
en menos de esos ochenta días de Julio Verne.
Ese mundo que sólo viaja
en tus brazos fecundos
de ríos y mares prolíferos.
Si mejor olvido esta maleta,
este equipaje de vuelos repetidos sin ti.
Creo que la poeta no se dio cuenta de la belleza que encapsuló en tan cortos versos, y debe ser porque habrá mejores poemas entre sus favoritos, pero la extrañeza de la belleza, o, mejor dicho, la subjetiva opinión de la belleza escapa a las sentencias con las que calificamos nuestras calidades artísticas, pero la hermosura incandescente de este poema paraliza.
No es que sea difícil que alguno de nosotros escriba un libro o un poema que tenga el sello de clásico de la literatura. Si alguien nos dijera que hemos escrito uno como Los motivos del lobo, de Rubén Darío, o como el poema 20 de Neruda, caeríamos fulminados. Sin embargo, ante nuestros ojos han pasado muchos poemas que han superado (y no en términos competitivos) a hermosas poesías.
Como anteriormente lo dije, en 2008 solté el lápiz de la poesía y retomé el ejercicio en 2020 para escribir Reserva del sumario, libro que publicaré en poco menos de un mes, y en ese largo receso leí mucha poesía ajena.
Los poetas más cercanos y que viven sorprendiéndome son Jefferson Torres Guerrero, de Buenaventura, Jairo Lozano Cayapú, de Puerto Tejada, Cauca, John Raigoza, de Cali, Mary Grueso Romero, y Yordan Ambuila, de Guachené, Cauca. Todos son excelentes, y cuando leo y releo sus poemas confirmo eso, que han escrito poemas clásicos así no se lo crean.
Me atrevo a decir que el poema El desierto de Dubai es un clásico. ¡Qué poema! ¡Qué elegante es ver al desierto mudando su piel en el oro de estas metáforas! Este poema es una prueba reveladora de cuan sensible puede llegar a ser Evelyn frente a algo que la sorprende y que la invita a descubrir extrañezas no dichas por otras personas. Este poema me recordó a la poeta María Ana Moreno Segura, de Guapi, Colombia, con su poema Siempre triunfas, ¡oh muerte!
En Siempre triunfas, ¡oh muerte! Y En el desierto de Dubai, sentí lo mismo: alta belleza, observación acertada, provocación sublime al neutralizar lo que no cabe en esta exactitud metafórica. Leer al desierto con tanta belleza sólo puede hacerlo quien viva en una isla que se lo insinúa en sus playas.
Este poema captura la atención y nos deja con la sensación de haber lamido un poco de arena endulzada por las huellas de una gaviota, pues si allá en Dubai hay camellos, en las Antillas gaviotas. Si allá los montan, acá las pintan en lienzos, y eso es este poema, un desierto dibujado en el lienzo de unas palabras precisas y hermosas.
Al filo del vuelo cuenta con muchas poesías, y sería un largo ejercicio explicar las agradables impresiones que me dejó su pausada lectura.
Para finalizar, les diré algo sobre el último poema del libro. Se llama Certeza. Su fuerza nos sienta y nos embruja. Cada una de las palabras que la poeta reúne aquí fueron seleccionadas como granos de café, como piedras de río escogidas por un arcoíris.
Acertó la autora en dejar abierta la ventana del patio de su casa en este poema, porque por ahí seguiremos entrando a cualquier hora de día para repetir el encanto de leerla.
Fernando Maclanil Lucumí.
Cali, Colombia.