Haitianos y dominicanos han compartido la isla desde la época de la colonia, fomentando una hermandad sin grandes dificultades entre quienes residen en la zona fronteriza. Sin embargo, algunos habitantes de las provincias alejadas de estos límites manifiestan prejuicios xenofóbicos que impide tener una relación armoniosa, como ocurre en otros países con una situación geográfica similar. Durante décadas en ambas naciones sectores civiles y políticos se han beneficiado del resentimiento entre sus habitantes; incrementándose a tal punto, pese a ser vecinos inseparables, ambos desconocen su lengua, gastronomía, tradiciones y hasta su literatura, aunque en República Dominicana radica una alta población de haitianos.

Las falsas creencias inculcadas por nuestros ancestros imposibilita que se vislumbre las cualidades humanistas del haitiano, todo lo contrario, si alguno incurre en acciones poco éticas se tiende a magnificar, por parte de un sector de la población dominicana; y, como afirmaba Rousseau (1762) el hombre es bueno por naturaleza y, ellos no tienen por qué ser diferentes, esa es la figura del haitiano que muestra la novela “Al Este de Haití”, de César Sánchez Beras, en una narrativa elegante, pero fácil de comprender, de la que deja emerger frases en creole que transfiere a entornos verdaderamente haitianos.

El autor circula a través de su narrativa por un Haití árido, empobrecido, por comunidades carentes de las necesidades elementales para un ser humano; ámbitos que muestran el hombre humilde, sensible, que sobrevive en condiciones de extrema pobreza, que emigra igual que muchos dominicanos, en busca de mejor vida para él y los suyos.

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Al Este de Haití” es una novela en que los personajes describen el panorama lánguido en que transcurre la vida de gran parte de la población haitiana, lo que los obliga a emigrar, como ocurrió con el padre de Christopher, que toma otro rumbo en busca de fuente de empleo, huye de su tierra natal. Se describe el cuadro de la familia disfuncional, en la que, en ausencia de los padres, la figura del abuelo juega un rol relevante, al asumir la responsabilidad de la crianza del Nieto. Y, este atraviesa las etapas de crecimiento de todo ser humano, pero no puede evadir los efectos emocionales que trae la ausencia de los padres biológicos.

Por otro lado, Sánchez recrea diálogos a través de los personajes como estrategia para transportar al mundo de figuras haitianas como Jacques Stephen Alexis; poco conocidas en el contexto dominicano, por las barreras que impone desconocimiento de la lengua francesa y los prejuicios que se han transmitido desde ámbito educativo hasta el familiar.

La realidad educativa es vista desde la perspectiva de un joven que tras conseguir fungir como guía en su territorio de un grupo de personas; que realizaban un documental de sus costumbres, tradiciones, religiosidad y lugares emblemáticos en su nación; el filme recoge la  imagen de un Haití sin oportunidades para la clase pobre; ante la nostalgia de los adultos mayores que lo recuerdan la nación próspera; que una clase poderosa fue drenando hasta dejar únicamente el esqueleto con la población que no tiene a donde huir.

Pese a lo anterior, existe quien no permite que la esperanza muera, como es el caso de la docente de vocación Edith, que teniendo los recursos económicos emigra en busca de formación, pero optó por enseñar en su empobrecida tierra.

En cuanto al negocio del tráfico ilegal de migrantes, el autor toca el tema de manera realista al mostrar la forma usual en que el haitiano que tiene los recursos económicos entra a territorio dominicano, en complicidad con los militares asignados al servicio de vigilancia de la frontera. Esto se puede ver como Christopher entra a República Dominicana de contrabando en el vehículo de su vecino sin que este fuera revisado al ingresar.

En fin, Sánchez desmonta los mitos creados alrededor del haitiano, presenta como tomografía sus cualidades humanistas, del que sobrevive en medio de la desolación, proyecta una imagen opuesta a la que algunos historiadores han perpetuado a lo largo del tiempo y que incrementa la intolerancia y la discriminación racial en el dominicano.

Minerva González en Acento.com.do