Ahora que cerramos puertas y ventanas en la Zona – la Zona para los bohemios, perroflautas, josiadores y mendigos, orates locutores, poetas de bancos de hierro y escritores de un solo libro, como yo) – y la Ciudad Colonial para los progres corporativos, Casas Siglo XVI y bares donde nunca se oirá un coooñooo bien sonoro e irreverente.
Ahora sabemos que estamos despertando y ya sabemos que sí , que existen los cambios en las cosas , las gentes , las ciudades, las artes y la escribidera, el amor y que más que nada que el capitalismo manda y pide por su boca aunque las condiciones del lugar sean deprimentes y decadentes. Deja tu romanticismo y tus lágrimas para tus pajas mentales. Ya te morirás y nadie se acordará de ti. Todo pasa por el peor de los olvidos: la muerte, Todo hasta la Cafetera del Conde. Cumplimos plazos con límites limitados, como las tarjetas de crédito, de ahí no pasas o t el Banco te lleva al paredón.
Ahora ya sabemos que la gentrificación es una realidad y que en la Zona Ciudad Colonial costará 20 dólares una Coca Cola, casi mil dólares por una habitación caja de fósforo y baño versión mime en la Arzobispo Portes, bares transparentes como el calor, incoloros e hiper sensibles. No habrá un John para repicar campanas a la medianoche ni Yura se sentará con nosotros a desgranar historias sin fin entre birras caras y sancochos de domingo. (Yura, te sigo queriendo mucho).
Ahora sabemos que el errante Glaem Parls se quedó sin oficina y que el Maestro Cestero caminará más despacio, con menos amigos. Su sombrero y sus bermudas ya serán reliquias y su maravilloso arte le sabrá a mierda a las nuevas generaciones de cristal, a los nuevos monstricos condenados a la cabeza baja y masturbando pantallitas y derrochando la vida en los universos 5G.
¿Ahora se dieron cuenta que el capitalismo manda?