Afrodita (1896), de Pierre Louys (1870-1925), llamó la atención cuando se publicó, aunque su autor ya había sorprendido con Las canciones de Bilitis (1894), supuestos poemas antiguos que, años más tarde, inspiraron la famosa película del mismo título, de David Hamilton, en 1977.  Falsamente atribuidos por él a la compañera de Safo, Louys pretende haber traducido el supuesto manuscrito de estos versos griegos. Con ello demostraba un conocimiento del mundo antiguo y de sus costumbres, mientras disfrutaba de su travesura escuchando a los especialistas que aseguraban haber leído el “original”. Por todo ello no debe sorprendernos la provocación que supone su invención del personaje Khrysis en Afrodita, que le permite al autor explorar la voluptuosidad femenina desde la perspectiva de una cortesana, en la ciudad egipcia de Alejandría. La novela fue publicada en español en la famosa editorial Prometeo, y prologada por Vicente Blasco Ibáñez.

El modelo de mujer que inspira a Louys es el que corresponde a quienes viven de explotar sus atributos físicos, desde amantes de reyes y príncipes, pasando por las mantenidas como Manon Lescaut o Margarita Gautier en La dama de las camelias. Louys cultiva una elegante sensualidad, al tiempo que expresa apertura de miras ante las manifestaciones de la sensualidad lésbica y homo erótica. Afrodita alcanzó tanto éxito en el momento de su publicación que llegó a ser uno de los libros más vendidos en su tiempo, precisamente por haber sido considerada inmoral.

Afrodita (1896), de Pierre Louys.

Frente a otras cortesanas y esclavas, Khrysis tiene la particularidad de elegir su destino, aunque empujada por las circunstancias, ya que su madre ejercía este antiguo oficio, pero aquella lo hace por propia voluntad. Ello le permite tomar una esclava a su servicio, disfrutar de lujos y elegir a los hombres. El muelle de Alejandría parece ser el lugar idóneo donde se reúnen las cortesanas para conocer a comerciantes ricos, funcionarios prósperos o filósofos, de quienes sacan provecho. El ambiente dista mucho de la sordidez propia de los burdeles de mala muerte. En el muelle se colocan las jóvenes amenizando el momento de la llegada de los viajeros, con música y poemas en los que describen escenas eróticas de vírgenes y sátiros. El autor muestra una organización femenina que rinde culto a la belleza, que cultiva artes y las relaciones sociales, pero repudia la maternidad. Las más solicitadas de entre ellas adquieren un precio muy elevado, tanto que muchas jóvenes se ofrecen como esclavas suyas.

En el camino hacia el puerto, Khrysis encuentra a Demetrios, el amante de la reina y el más deseado por muchas mujeres. Impresionado por la belleza de la joven, a este le sorprende su altivez. Ella no es esclava, ni esposa de un señor, ni cortesana, como las que se reúnen allí. Ambos conocen los secretos de eros; ambos saben del hastío que sucede a muchas de sus experiencias; los dos distinguen el amor como sacrificio del amor como abandono. Él la invita a dejarse amar y a amarlo. Ella le exige un precio demasiado alto. En esta negociación se establece una relación de poder, pero Demetrios acepta el reto. Sin embargo, Khrysis parece disfrutar más de la compañía de otras mujeres. Finalmente se enamora de él y, cuando la abandona, comprende que sólo ostenta el poder quien no ama, pues al amar se convierte en esclava.

La descripción de las teóricas costumbres erótico-sexuales de la antigüedad sirve para justificar una concepción del amor y una postura vital. En Afrodita se cuestionan las relaciones tradicionales entre hombres y mujeres, en las que se suele imponer cierta violencia, así como el matrimonio y la maternidad. Pierre Louys recurre al personaje Khrysis para defender el amor lésbico, que desplaza a los hombres y los despoja de su poder.

El autor forma parte de un grupo de escritores franceses adscritos a las corrientes decadentistas, de moda en la Francia de finales del siglo XIX. Tal categorización se debe al célebre crítico Maurice Barrès, pero fue el escritor Joris-Karl Huysmans quien sentó las bases de tal estética e impuso modelos como el artista amoral o pesimista, que evocaba épocas lejanas, y el de la mujer como objeto de deseo, que encarna un ideal estético. Ella sería la manifestación de un poder del que se la debe despojar, de modo que la fusión entre el amor, el erotismo y la muerte resume el destino del ser.

En Afrodita Louys se hace eco de tales corrientes a través de la parodia en una narración que podría resumirse en su pregunta:  “¡ Amor!, ¿por qué constituyes el estado feliz de todos los seres y la desgracia del hombre?”; aunque tendría que haber dicho “de la mujer”, dada la suerte de Khrysis, condenada a beber la cicuta, y cuya belleza sobrevivirá en la pétrea consistencia del mármol.

Consuelo Triviño Anzola en Acento.com.do

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