(I de II)

 La bohemia es una filosofía de vida, donde se consagra el disfrute como concreción existencial para superar los temores de la subsistencia y los sinsabores de la muerte. La bohemia es un antídoto que nos abre el éxtasis de la felicidad, aunque nunca hemos sido educados ni preparados para ella, ante las embestidas que vienen de todas partes.

El bohemio sabe enfrentarse a sus dolores sin pereza y sin perecer, hasta coagular los ajenos. No es un ser atormentado ni depresivo que anda sonámbulo entre los trotes de su entorno, más bien es un festín de la alegría donde el goce halla su contextualización. El «bohemiólogo» es un disfrutador de todo lo existente, no utiliza el pretexto para descontextualizar la vida, pero tampoco es un ser degradante, vergonzoso, vengativo y acomplejado: su alma es noble para la romería y solidaria para el sexo.

El «bohemiador» es un maestro de la solidaridad y la amistad, es un acompañante fiel y bondadoso, donde el reloj se detiene en sus manecillas para darle contenido al tiempo libre. No es un bufón como el mediocre o el ingrato, es un asociado de la vida gozosa. Su tiempo transcurre entre la suavidad de unos tragos o los silbidos de una fémina conquistada o ambulante. Qué sería de la noche o del día sin la bohemia, sólo sería soledad y tristeza. Un «bohemiólogo» como lo es Adriano de la Rosa,[1] es una necesidad vital para los haceres existenciales, porque nos ofrece prosperidad dentro de las amarguras angustiantes del devenir.

No sé qué designio le otorgó tal distinción, o si fue un dios pagano cansado de su oficio ante las tantas melancolías que atrapan y corroen la naturaleza humana, o posiblemente fue uno de sus ancestros que se lo insertó en sus genes, para convertirse en el Adriano de la bohemia encarnada del periodismo santiaguero. La bohemia es un estilo de vida que se hace vinculante al arte y a la cultura, donde nuestro Adriano también ha existido. Es decir, en su trascurrir pasó a la poesía, la música, el teatro, el cine, a la vida cotidiana, etcétera. Ricky Noboa, explica su aparición:

La bohemia igual aparece por primera vez en el siglo XIX en la obra del romántico Henri Murger, «Escenas de la Vida Bohemia», que sirvió de base para el libreto de la ópera «La Bohéme» de Giacomo Puccini. El término alude a la cultura de los gitanos llamados «bohemios», por haber llegado desde la región de Bohemia (ubicada)[2] en la actual República Checa. Expresamos que la bohemia es el modo de vivir de ciertos sectores socio cultural de artistas e intelectuales, con una escala de valores diferentes al sedentarismo y la burguesía. De apariencia despreocupada, el bohemio se separa de lo superfluo y sus manifestaciones se apoyan en el mundo de las ideas, el conocimiento y la creación artística (Noboa, 2022).[3]

Adriano de la Rosa.

Una aproximación contextual a la poesía de Adriano de la Rosa

La poesía de Adriano de la Rosa empalma con la bohemia de ese movimiento cultural, desde una angustia existencial y territorialmente muy distante. La obra versista de Adriano es deudora de la Poesía de Posguerra de 1965, cuando el arte y la cultura se pusieron a disposición del compromiso revolucionario de la República Dominicana, con un grupo de artistas y escritores de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), encabezado en las artes plásticas por Silvano Lora,  en la poesía con Norberto James, Enriquillo Sánchez, Andrés L. Mateo, Mateo Morrison, Tony Raful, Soledad Álvarez, Alexis Gómez Rosa, Enrique Eusebio, Federico Jóvine Bermúdez, Miguel Aníbal Perdomo, Luis Manuel Ledesma, René del Risco y Bermúdez, Miguel Alfonseca y Juan José Ayuso, entre otros.

En procura de restablecer la constitucionalidad que fue alte-rada cuando un grupo de malos y perversos sectores de la burguesía y la iglesia católica derrocaron el gobierno del profesor Juan Bosch: el mejor cuentista del país y uno de los mejores intelectuales y escritores de nuestra América, de la misma manera que escribió el más inmenso académico reconocido internacionalmente, Pedro Henríquez Ureña: La utopía de América.  Por Bosch inmiscuirse en la política, vivió exiliado muchos años en varios países, tuvo que vivir del periodismo y la literatura, entonces perdimos al más significativo escritor e intelectual de nuestro país después de Pedro Henríquez Ureña. Juan Bosch se dedicó enteramente a la política, llegando a la presidencia de la República por el Partido Revolucionario Dominicano (PRD), en 1963. Siendo derrocado 7 meses después, lo que provocó que un grupo de militares constitucionalistas y civiles se alzara en armas;   dirigida y guiada por dos coroneles: Fernández Domínguez y Francisco Alberto Caamaño, quienes tenían el control de una parte importante del país, para impedir que tuviesen el dominio total de la nación y el restablecimiento de Bosch al gobierno; bajo la mampara de que el país se convirtiera en otra Cuba, Estados Unidos autoriza una segunda intervención a nuestro territorio en 1965, siendo la primera en 1916.

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Algunos trabajos de Adriano de la Rosa.

Ahora bien, aunque el «bohemiador» sea un disfrutante, también es un ser humano con preocupaciones a cuestas, de ahí que el interés socio-político de Adriano de la Rosa le fue impregnado cuando fue estudiante de Medicina en la UASD, y era miembro fundador del Grupo de Poesía Coreada que, junto a los demás grupos culturales de la universidad, sirvieron de bandera para difundir y defender los más nobles intereses de la patria, como lo hicieron en los sanguinarios 12 años de Joaquín Balaguer. De la Rosa se dedicó enteramente al periodismo y a la política, desde temprana edad ha estado vinculado a los problemas sociales y culturales; en el año de 1964 ya era miembro fundador del Club Luz y Progreso, institución cultural, social, deportiva y recreativa de su barrio de origen, el Ensanche Bermúdez de Santiago de los Caballeros.

Adriano es un aedo, sin importar el tema que trate, que puede ser de amor o de la naturaleza, siempre deja evidencia de su destello socializante, donde la palabra es compromiso, en vez de versificación estetizante, como veremos en algunos de sus poemas.

Cantos de dolor y esperanza (1972), explora «el hombre-objeto», la soledad, la tierra, el recuerdo, la noche, entre otros temas que unge en sus textos.  En el primero podemos constatar a un hombre que se ha «quedado mudo por miedo/ de los sentidos/ (…) un hombre que le teme al pensamiento/ con sus ojos de pantera adolorida, (…) con la muerte entre sus manos, / no comprende el porqué de su presencia/ en éste, / ni tampoco sus instintos animales».

Los versos se van agrupando entre las estrofas para entonar la poesía socializante, asumiendo de esa manera una preocupación ideológica y política, donde el arte debe estar comprometido con los problemas nacionales: «Es un hombre-objeto prisionero/ que se roba la luz y la esperanza/ de la gente humilde/ y de sí mismo, / entregándosela a otros/ que suben en la noche/ y el día/ sembrando entre paredes la agonía».

Adriano no puede ocultar la famosísima sentencia aristotélica de que: «El hombre es un animal político», porque es un ser social por naturaleza, en consecuencia, vive en sociedades organizadas políticamente. Entonces de la Rosa dictamina:

Son,/ pobres hombres,/ sumergidos en la estrechez/ de un perro casero encadenado/ que perturba la noche/ y las estrellas/ ladrando sin sentido al firmamento./ Pobres hombres,/ infecundos,/ comprometidos por la sangre/ de las sombras que se estrellan silenciosas/ en los recuerdos de unos ojos/ cansados por el llanto./ Son,/ pobres hombres,/ hombres pobres,/ que crecen entre el fuego y las tormentas,/ alimentados por un odio incomprendido;/ aburridos, cansados,/ ensimismados en el plomo/ que les da la fortaleza y la hombría. (…) prisionera por su idea/ y de lengua adormecida/ por el miedo, / de rostro destruido/ contagiado por el llanto/ de una presencia de soledad/ y de muerte, / de un mañana sin fondo y rumor leve.

A sabiendas del compromiso social y político que se encuentra en el texto «hombre-objeto», de vez en cuando encontramos algunas imágenes y metáforas que centellean cierto resuello poético:

las estrellas/ ladrando sin sentido/ (…) por la sangre/ de la sombra que se estrella silenciosa/ en los recuerdos de unos ojos/ cansados por el llanto. (…) que crecen entre el fuego y las tormentas, /ensimismados en el plomo/ (…) de lengua adormecida/ por el miedo, / de rostro destruido/ contagiado por el llanto/ de una presencia de soledad/ y de muerte.

La seccional del Colegio de Periodistas de Santiago, entrega
reconocimiento a Adriano de la Rosa por sus 50 años en su profesión.
Entrega Carlos Arroyos, secretario general en ese momento y Enegildo Peña, quien habló sobre su vida y obra.

Ante el desvelo social, ahora Adriano siente la soledad, el vacío, el dolor y la amargura de estar solo de amor y huérfano de unos labios: «Así como ven, / estoy solo, / suspendido en un vacío/ como un péndulo en vaivén, / allá el dolor, / aquí la amargura. (…) con el rostro desgarrado por la arena».

Concluye el texto titulado «Solo»:

Así como me ven,/ estoy solo,/ viviendo los minutos que me dieron/ sin nadie a quien hablarle del amor./ Solo, buscando un rayo de luz/ en las tinieblas./ Escuchando el sonido del silencio triste,/ en estas largas noches de congojas./ Estoy solo,/ así ahora vinieran y me tendieran sus manos/ me encontrarían huérfano de labios,/ sin nadie a quien hablarle de mis ansias./ Me he quedado solo/ inmensamente solo como una flor en/ medio del océano,/ buscando la esperanza en la amargura (…).

[1] Adriano cumplió 56 años ejerciendo el periodismo de manera ininterrumpida, teniendo como base de operación laboral a su amado Santiago de los Caballeros.

[2] La palabra que está entre paréntesis es nuestra.

[3] Noboa, R. (21 de abril de 2022). La vida bohemia. Listín Diario , pág. sin número .