Que muchos hayan reaccionados de buen modo al escuchar el discurso de Andrés L. Mateo ante la Unesco, no es algo que nos deba extrañar, si lo consideramos, por justicia, como el más multifacético y sólido intelectual dominicano en físico o presente.
En su pieza discursiva, el reconocido narrador y poeta dominicano apeló a la sensatez de las partes envueltas en los conflictos que amenazan con avocarnos a una conflagración nuclear con resultados jamás visto en la historia de la humanidad. Y que sea esto solo una posibilidad, justifica que se siga buscando vida inteligente fuera de nuestro planeta, porque aquí no la hay.
Se trató de un cuerpo diciente que alumbra en la brevedad todo un orbe sígnico, llevándonos, a través del poema de Benedeti citado, a un escenario propio de una pesadilla que tiene por ribera el Armagedón bíblico descrito mediante las metáforas desoladoras colaterales a la demencia de los que han hecho de la humanidad una granja.
Y si bien es cierto que la paz de una sociedad sólo es posible cuando cada uno de sus integrantes la construye dentro de sí, certeza también es el decir de Gandhi, que postula que: "Quien no está en paz consigo mismo, en guerra está contra el mundo”, se hace inteligible que convocarla es propio del principio causal, pues las cosas están hechas de palabras. Y esto está bien, porque si fuera posible imponerla, tiranía fuera, en cuanto no es posible que haga bien si no la anhelamos. Anhelarla es desear que sea nuestro estilo de vida, hasta que se nos haga natural, algo que es consustancial al ideario estético taocuántico, al cual nos abrazamos todos los signatarios de este, todos lo que nos entrañamos participando en esa única realidad que nombrar no es posible, de igual a igual, porque hebras somos del telar de la vida, de la música de la vida, notas de esa grandiosa sinfonía que es el Universo; razón por la cual por convicción tenemos que el poemas, como intento de aproximación a la poesía, no debe ser una mera invención, un trivial trapecismo del lenguaje, sino un testimonio de un hecho de vida, un hecho experiencial, de una experiencia vívida.
Celebramos que un demiurgo, un virtuoso de la palabra, como lo es el autor de Pisar los dedos de Dios, La balada de Alfonsina Bairán y otros textos memorables, nos represente con tanta calidad como se ha puesto de manifiesto con su participación en el contexto reciente; contrario a algunos que sólo son buenos para degustar vino y champán, hacer pasarelas en los salones donde no se escucha la delgada voz de los que sufren, alejados de sus reales funciones e incapaces de representarnos dignamente en esos espacios.
Salud y dicha para Andrés L. Mateo, un intelectual recio y multidimensional.