Si tuviese que contar cómo he conocido el libro de relatos que nos ocupa, entraría tal vez en una dinámica de escritura muy a la Samuel Esteban. Haciendo el intento, relataría mis vínculos con esa persona tan querida residente desde hace años en Madrid, quien en una de nuestras largas conversaciones telefónicas me habló del autor y de este, su primer libro que elogió con entusiasmo, insistiendo en la fluidez de la escritura y en el dominio del idioma. Esto me serviría como punto de partida, para en un ir y venir por territorios y tiempos, escribir sobre lo que persiste del amor adolescente, de las alegrías, de los secretos y de las soledades que nos acompañan y nos han acompañado como adultos, en un presente literario. Poco importarían entonces los lugares descritos ya que sería la preponderancia de nosotros como personajes lo que se impondría en el lector.

Así los personajes de los veintidós relatos que constituyen « Estas vidas nuestras » transitan por un paisaje mental en el que las turbulencias de las pasiones dominan el lugar de encuentros y desencuentros, que adivinamos isla, media isla o ciudad, sin que esto impida que el lector foráneo se mire en ese espejo de un presente hecho de memorias.

Vale señalar que el autor contribuye a esta percepción haciendo uso de un lenguaje accesible a todo hispanohablante, con poca utilización de las variantes diatópicas que tanto abundan en nuestra narrativa.

Los narradores de estos relatos, sean hombres o mujeres, protagonistas o testigos, nos confrontan a través de sus historias a nuestro propio presente en el que las diferencias sociales, religiosas y sexuales no son solo asunto de memoria sino que persisten en el espacio común.

« Diez años », el primer relato del libro, el único que tipifica el ámbito poscolonial, ilustra lo antes dicho, cuando la narradora en espera de su turno en el consulado norteamericano reconoce a su violador: « No había vuelto a ver Arturo jamás. Hasta esa mañana que yendo tras de un sueño lo veo nuevamente, esta vez separados por un vidrio blindado. Pero el vidrio del poder, de la raza, del color, la clase social, la condición económica, la educación, la salud digna, las oportunidades y sobre todo, de la decencia, nos había separado, desde antes de nacer… ». « Como si el mar limpiara los pecados » es un relato más específico sobre la violencia de género, el incesto y la omertá: « Pero Manolo le manchó el cuerpo de moretones… Una noche, Manolo tocó a la hija de ambos. Allí. Donde no se tocan a las niñas… ». El clímax del relato no lo constituye el crimen vengativo, sino la violencia que este desencadena en la comunidad, antes silente, como si la defensa del macho significase la única posibilidad de arrostrar lo que no se ha querido ver.

La memoria del amor y del desamor de los padres, su muerte, el peso que conllevan en la memoria de los narradores, hacen parte del conjunto propuesto por Esteban tanto en « Ylang Ylang » como en  « Nochebuena ». La muerte nos confronta igualmente a lo que existió antes de la unión parental en « La vida antes de los hijos ».

La moral religiosa y la moral social están también presentes en las experiencias de los personajes que abandonándose a su deseo logran sobrepasar prejuicios asistiendo a la boda de un hermano gay en el relato « Máximo », o que son víctimas de ellos, como en

« La vi triste » conduciéndoles en este caso, al suicidio. El autor se confiesa narrador en

« Sexy Ranch » describiéndose como individuo de clase media, educado en el seno de una comunidad evangélica, cuando « ser evangélico era un estigma » y poniendo en escena la vecindad « cheek to cheek » de una iglesia bautista fundamental del Gran Santo Domingo apodada « del 28…, así apodada para respetar y proteger su integridad » (no puedo impedirme asociar el 28 con el antiguo manicomio de la capital), con un car wash, « antro de cueros », cuya música se mezclaba con los himnos congregacionales y los salmos. Rememorando esa Casa del Demonio colindante con la Casa de Dios lleva al  autor-narrador a medir la distancia entre quién es hoy y aquel niño que fue. Todos podríamos hacernos la misma pregunta.

Esteban sabe también llevarnos por caminos inesperados, en los que la locura se manifiesta como punto final de un relato subterfugio sea este ilustrador de la pandemia (« Inhabitable ») o de la cultura evangélica (« Controla tus pasiones »).

El desengaño ( « Abel », « Perla ») , las expectativas sociales ( « Tres novias » ), la ruptura amorosa  (« Diez segundos» ), la Historia y la frustración sexual ( « El Jefe » ) son otros de los temas abordados por Esteban. El autor sabe también llevarnos por caminos apacibles. La sutileza y bondad con la que nos relata en « No era el mejor sexo »,  una relación homosexual en su cotidianidad amorosa y su desenlace nos enfrenta a la banalidad de toda relación que termina y es asumida sin pathos.

Esta primera edición publicada por Cielonaranja viene ilustrada por fotografías del autor que sugieren como relatos, su visión instantánea del mundo a partir de elementos palpables. Samuel Esteban nos propone lo mismo con sus escritos perfilándose como uno de los mejores narradores dominicanos del momento.

Estas vidas nuestras de Samuel Esteban. Ediciones Cielonaranja 2022.

Disponible en Librería Mamey, Santo Domingo y en las Fiestas del Libro Cielonaranja.

 

Nelson Ricart Guerrero en Acento.com.do