3.2.- Mecenazgo

Luchar con denuedo hasta que el Estado asuma su responsabilidad con el arte, en el entendido de que es un bien social como la educación, la salud y el deporte, y  abolir el concepto de ayudar al artista a crear su obra, es necesario si pretendemos dar un salto cualitativo en la relación Estado-Arte; Sociedad-Arte; Pueblo-Arte.

El arte, sujeto a directrices de empresarios y comerciantes o a caprichos de políticos alienados convertidos en posibles mecenas, está destinado a sucumbir ante los gustos de sus patrocinadores.

El mecenazgo, lejos de ser entendido como responsabilidad social, es enemigo del desarrollo integral: denigra la esencia del ser humano, humilla al artista, nos aleja del acto creativo y, lo peor, impone su disfraz confeccionado con la putridez dejada tras nosotros.

¿Qué busca una empresa cuando patrocina un “evento cultural” que no sea ganar renombre? Cultural entre comillas porque los eventos auspiciados por empresarios y comerciantes no son culturales sino vías de comunicación con las masas para publicitar sus productos y garantizar mayor venta. Esta dinámica implica tal grado de manipulación que el receptor del evento, el pueblo, termina inmerso en un sonambulismo que le trastrueca la existencia. Esto lo apreciamos con la imposición del teocentrismo (doctrina que considera a Dios o a la divinidad centro de la realidad y del pensamiento) durante la Edad Media (sobre todo entre los siglos XI y XIV), en un contexto en el que la actividad humana estaba atravesada por el poder e influencia de la Iglesia: Dios es el creador y centro del universo.

Ante la ausencia de una política cultural de Estado de apoyo al arte y a la cultura en general, se produce un vacío social que le da paso a la filantropía, con sus secuelas de aberración conductual.

El mecenas se convierte en el dueño de la vida del artista, lo reconozca este o no, nos dice Raquel Barbieri Vida en su trabajo “El alto precio del mecenazgo en las artes: cuando la vida del artista deja de pertenecerle”, y agrega: “El artista bajo mecenazgo es un prisionero, y lo que diferencia esta cárcel de una común es que quien se somete al mecenazgo, lo hace voluntariamente”. Y claro, cómo no ha de hacerlo aquel artista plástico que necesita vender sus cuadros para subsistir o el escritor que sueña con ver sus libros en manos de la gente, igual los demás creadores y científicos, quienes, por sí solos, no estarían en capacidad de llegar a esta meta porque no cuentan con las herramientas necesarias.

De modo que ante la ausencia de una política cultural de Estado de apoyo al arte y a la cultura en general, se produce un vacío social que le da paso a la filantropía, con sus secuelas de aberración conductual.

En su libro Dialéctica del mecenazgo, el psicólogo y pianista español Ibon Zubiaur señala que una paradoja del pensamiento crítico es que, para adquirir enjundia teórica, necesita unas condiciones de desahogo y libertad que sólo brinda la independencia económica; por supuesto, le faltó  decir que esto se da a menudo en las sociedades carentes de políticas a favor del desarrollo científico y cultural.

La trampa de que “sin condiciones económicas adecuadas jamás podrás desarrollarte”, define el pensamiento de los peores momentos conceptuales vividos por la humanidad. Esa trampa debe ser destruida cuanto antes porque es hacedora de prácticas sociales perniciosas.

A fin de tener una idea más precisa de la significación del mecenazgo en nuestra sociedad, veamos cuáles definiciones proponen los seguidores del teocentrismo de hoy:

-todo mecenas es altruista, su deseo de impulsar el talento artístico (o científico) de los jóvenes talentos no radica en su beneficio propio, al menos en un sentido estricto, sino en el desarrollo de las habilidades del artista y la promoción del arte (o la ciencia) en sí mismo;

-los límites del altruismo que manifiesta todo mecenas son, casi siempre, distintos: estos pueden ir desde el patronazgo económico y la compra de obras de arte a un precio superior al del mercado (práctica muy del sector financiero y de las mafias) hasta la protección, alimentación y alojamiento temporal o permanente del artista.

Sin embargo, como está dicho en párrafos anteriores, lo que motiva la existencia del mecenazgo son los intereses propagandísticos y hegemónicos.

Haffe Serulle en Acento.com.do