Muy Buenas noches. Gracias por asistir a esta tertulia y a Cheska, por la invitación y por este hermoso espacio, que desde ya se ha convertido en una peña cultural, donde se han puesto a circular varios libros de la Editorial Bonó que dirige Pablo Mella. Comenzaré haciendo uso de mis 10 minutos de fama con una cita de Jean-Jacques Rousseau: “Leer mientras como ha sido siempre mi fantasía” (Confesiones). En esta cita, se pone de manifiesto la relación entre literatura y gastronomía, título tan amplio que podría abarcar cualquier país, región, ciudad o época. La escritora venezolana Lena Yau, en su libro El sabor de la eñe (2012), hace un repaso de dicha relación e incluye cincuenta y nueve fragmentos de textos sobre comida en la literatura latinoamericana. Lo que haré esta noche será compartir con ustedes algunos conceptos gastronómicos y platillos que están articulados en varios textos literarios. En esta ocasión, comentaré brevemente tres autores de tres países y épocas diferentes: Sor Juana Inés de la Cruz, Daniela Cruz y Pablo Neruda. Pero antes me gustaría mencionar de pasada algunos libros latinoamericanos en los que la gastronomía juega un papel protagónico. A estos ustedes podrán agregar otros durante el conversatorio. La novela más emblemática, amada por muchos y menospreciada por otros, es Como agua para chocolate de Laura Esquivel. Otros textos incluyen las novelas Anadel de Julio Vega Batlle, Hormigas en la lengua de Lena Yau, Doña Flor y sus dos maridos de Jorge Amado, El amor es hambre de Ana Clavel; algunos cuentos cortos de Clarice Lispector, Doce cuentos peregrinos de Gabriel García Márquez, Gastrocuento de Daniela Cruz; crónicas como Afrodita de Isabel Allende, A la mesa con Rubén Darío de Sergio Ramírez y el Diente del parnaso de Antonio Cisneros; y poemas como Epopeya de las comidas y bebidas de Chile de Pablo de Rokha y, de su tocayo, coterráneo y adversario, Odas elementales de Pablo Neruda, para sólo citas unos cuantos.Captura-de-Pantalla-2024-03-10-a-las-5.34.39-p.-m.

Las premisas que guían mi investigación tienen que ver, a grandes rasgos, con la función que tienen los alimentos como signos culturales y actos sociales que ponen en contacto a dos o más personas y que median los significados entre ellos. En la literatura la comida no sólo define el carácter, el estatus social y la identidad nacional/cultural del escritor y sus personajes, sino que también establece una poética relacional en el espacio social en que se desenvuelven dichos autores y/o personajes. Por ejemplo, en la novela Como agua para chocolate es obvio que los platillos que prepara Tita tienen efectos mágicos en los miembros de su familia: amor, erotismo, vómitos, sinestesias, curación, halitosis, flatulencia, etc. Es obvio también, y no por ello no menos importante, que Esquivel/Tita reivindica la cocina como espacio de poder de la mujer y a la vez glorifica la gastronomía mexicana como símbolo de identidad. Y tal vez, menos obvio y no tan interesante, que la comida media en el doble triángulo amoroso convertido en figura andrógina.
Mexicana también o proto-mexicana, Sor Juana Inés de la Cruz, no sólo fue la primera “chefa” novohispana, sino también la primera gastrósofa. En su Libro de cocina se incluían recetas de guisos y postres, preparados en el convento de San Jerónimo. Sor Juana elaboraba platillos con la intención, entre otras, de “seducir” el paladar de las monjas y de personas principales, a quienes les enviaba platillos de regalo, acompañados de “recados” (poemas), como los famosos “recados de chocolate”, que denomino gastropoemas, sonetos en los que elaboraba referencialmente algún platillo. El poema “Acuérdome, Filis mía…”   fue enviado junto a un “dulce de nuez cocinado” a la Virreina María Luisa Gonzaga Manrique de Lara, para satisfacer su “antojo”. En cuanto a la gastrosofía, reflexiones filosóficas acerca de la gastronomía, Sor Juana escribe: “Pues, ¿qué os pudiera contar, Señora, de los secretos naturales que he descubierto guisando?… pero, señora, ¿qué podemos saber las mujeres sino filosofías de cocina? Bien dijo Lupercio Leonardo, que bien se puede filosofar y aderezar la cena. Y yo suelo decir viendo estas cosillas: Si Aristóteles hubiera guisado, mucho más hubiera escrito”. En muchas de sus obras, Sor Juan no cesa de reflexionar sobre diversos temas a partir de la gastronomía, la cocina y sus ingredientes.

Ahora quiero hablarles de Daniela Cruz Gil, quien nos honra con su presencia esta noche y quien podrá hablarles más acerca de su libro Gastrocuento, que tiene como hilo conductor temático y discursivo la gastronomía. Daniela es también la culpable de mi afición por la cerveza Duvel, por el cuento del mismo nombre. En sus gastrocuentos, la comida, como leitmotivo, establece una “extrañeza perturbadora”, que es el motor de los personajes y la narración. El crimen, el erotismo, la comida y la escritura comparten la anticipación y la premeditación. El goce se encuentra en la anticipación misma, no en el acto mismo de la ejecución, ya que la anticipación se sumerge en un imaginario pleno. Mencionaré dos de sus cuentos: “Duvel”, en el que la cerveza remite metafóricamente al cuerpo perdido de la amada del protagonista, cuyo nombre no en vano es Bélgica, país donde se produce esa marca: “Botella morena, como la piel de Bélgica. Madurada con paciencia, como ese amor alojado en el tope de su cuerpo, secretamente dormido…. [S]e la bebió a tragos largos… La espuma bajando y subiendo en la botella. El cuerpecito de Bélgica subiendo y bajando sobre él…” (20). Los personajes tienen una fijación oral que, de alguna manera, comparten con los narradores, en su afán de perfeccionar la expresión oral de la que surge la escritura.  El otro cuento es “Langosta”, donde el triángulo amoroso tiene como resultado el crimen como hecho real o como anticipación imaginaria. La langosta, “esa masa salada”, desplaza el cuerpo de la esposa asesinada por el protagonista: “… una sinfonía armónica con la desaparición del contenido del plato” (30). A través de la comida, Daniela nos invita a reflexionar acerca de nuestro accionar en la vida cotidiana.

Por último, y no por eso menos importante, Pablo Neruda de quien dice Gabriel García Márquez “No he conocido a nadie más parecido a la idea que uno tiene de un Papa renacentista: glotón y refinado”. Reconocido gourmand y gourmet, Neruda escribió las Odas elementales de las que algunas están dedicadas a la comida: Oda a la sandía, a la alcachofa, a las papas fritas, al tomate, al vino y al caldillo de congrio. Y no quiero dejar de mencionar estos versos de la “Oda a la cebolla”: “Nos hizo llorar sin afligirnos… única lágrima sin pena”. Neruda decide escribir odas, que son un tipo de poema de tono elevado dedicados a grandes temas de la humanidad y, por el contrario, se las dedica a ingredientes y platillos populares, cotidianos que por separado no tienen importancia (de ahí el título, elementales), pero que juntos son la base de la comida del pueblo: “[Cebolla], redonda rosa de agua,/sobre/la mesa/de las pobres gentes”. En estas “recetas líricas”, Neruda nos instruye: “deja el ajo picado/caer con la cebolla/y el tomate/hasta que la cebolla/tenga color de oro”. Neruda es un poeta de la cotidianidad y en la costumbre diaria no podía faltar la comida. Y termino diciendo que “leer mientras bebo” ha sido siempre mi fantasía.

¡Muchísimas Gracias!