En Marginalia (Santo Domingo: Río de Oro Editores, 2022), José Arias (Moca, 1957) construye, desde la memoria, una historia personal que es a su vez la historia de una generación que anda por ahí pastando entre la derrota ideológica y la esperanza, aún dando coletazos, de un mundo mejor.

Con una puesta en escena, que me aventuro a asegurar que es inédita en la literatura local, Arias arma un collage en el que, usando su veteranía periodística, pone en relieve lo mejor y lo peor de esto que se llama ser dominicano.

Aquí hay una labor artesanal en la que se construye un entramado multigenérico que pasa del cuento a la crónica, de la nota periodística al obituario salpicado todo por un humor incisivo desde el que se cuestiona este mundo, cada vez más inhóspito y complicado, en el que (sobre)vivimos.

Desde el primer texto, Dreams, el autor mete el dedo en la llaga y nos muestra uno de los lados más sombríos de nuestra dominicanidad: el autoritarismo que vive agazapado en cada uno de nosotros.

En textos como El cuartico del delito y La peñita unos rafagazos de memoria traen al hoy un ayer en el que se soñaba con un mundo mejor, utopías de «niños bien que juegan a la locura y a la muerte».

Aquí aparecen personajes de la cultura popular, personajes de toda laya: desde Stevie Nicks hasta Balaguer, pasando por Goico, Glaem Parls, el Terror hasta Pablo, quien reina desde el centro mismo del parque Duarte.

Y en Marginalia hay música, mucha música, una especie de banda sonora del desencanto, la nostalgia y la derrota: Fleetwood Mac, Bob Marley, el Terror, Pat Metheny, Tatico Henríquez, Cerati, Bosé, Fito. Mucha música, que llevamos por dentro, tanto que bailamos hasta en la tristeza.

José Arias, autor del libro Relatos de Marginalia.