La siguiente entrevista me fue realizada en diciembre, por Michelle Yoalibeth Ortega Peralta. Estudiante de la Universidad Iberoamericana (UNIBE), de Dirección y Gestión Empresarial. Es mi primera entrega de este año 2024, por eso he querido compartirla con los lectores del periódico digital Acento.com.do y Enecultura, solo espero que puedan disfrutarla.

 Entrevista al escritor dominicano Enegildo Peña

Michelle Yoalibeth Ortega Peralta.
(Michelle Yoalibeth Ortega Peralta)

¿Cuál fue tu primera experiencia significativa con la escritura?

Desde pequeño, no sabía leer ni escribir, pero hacía garabatos en las paredes de mi calle, en una estructura de cemento que formaba una gran escalera. Mis padres no tuvieron una educación escolar, a penas mi madre leía algunas cosas de manera vocálica y silábica. Después de mi adultez, quise aprender a leer con el famosísimo libro Nacho que, hoy en día, es negado por la pedagogía moderna, fue mi primera experiencia con la lectoescritura.

Dos cosas importantes me pasaron en mi complicado proceso existencial. Primero, participé en la izquierda dominicana, convirtiéndome en dirigente estudiantil en la escuela nocturna «Venezuela» de Santiago de los Caballeros, me encontré con el profesor de español Narciso González, quien me incentivó en el amor por los libros. Así, surgió en mí la entereza por la lectura, cuando terminaba de ayudarle a mi madre —Alicia Peña—: tenía una fonda de vender desayuno, comida y cena. Luego yo iba a la Sociedad Cultural «Amantes de la Luz», donde se me encendió la fosforescencia de la lectura y, por ende, facilitando mi de desarrollo personal.

Cuando empecé a leer la famosa enciclopedia de los clásicos, descubrí una frase que nunca se me ha olvidado de Thomas Carlyle (1795-1881), pese a mi frágil memoria en uno de sus tomos: «La verdadera universidad hoy en día es una colección de libros». Otra que citaba mucho, era la de William Somerset Maugham: «La lectura no da al hombre sabiduría; le da conocimientos». Conocí al Premio Nobel de Literatura —hasta tengo una foto con él—, Mario Vargas Llosa, que me impresionó y sintetiza lo que quiero decir, para no abundar más: «Aprender a leer es lo más importante que me ha pasado en la vida».

Enegildo Peña Personalidad Cultural de la República Dominicana, entrega en ese momento, el ministro de Cultura José Rafael Lantigua.

El segundo acontecimiento trascendental en mi vida de escritor, fue ser miembro fundador del Taller Literario «Littera» de la Sociedad Cultural «Alianza Cibaeña». En una ocasión, se le hizo un reconocimiento a Manuel del Cabral, de ahí surgió más mi deseo de ser literato, de igual manera respetar la poesía como lo más grande y sublime de la escritura. La literatura es la madre de la lengua, porque es donde se desarrollan todas sus posibilidades creativas. En ese grupo aprendí la maravillosa magia de la literatura, aunque había comenzado ya mis pininos. Conocí a escritores como el profesor de español y lingüística de la PUCMM, Hugo Rafael Gil, el doctor Víctor Estrella, Tomás Erikson, Cabral de la Torre, Virgilio Hernández, Andrés Acevedo, Baldomero Blanco, Johnny Guerrero, Nelson Cerda, Ramón Peralta, José Acosta, entre otros. Mi sed de aprender me llevó a convertirme en bibliotecario de la «Alianza Cibaeña». La biblioteca donde iba a leer durante largas noches, Joaquín Balaguer. Véase su libro Memorias de un cortesano de la «Era de Trujillo» (1989).  En síntesis, como dije en un verso: «Vivo en la palabra/porque es la voz de mi sangre».

¿Cómo ha influido tu identidad dominicana en tu obra literaria?

Siempre se ha dicho, por doquier, que el escritor es producto de su época, yo nací y vivo en un contexto cultural que se llama República Dominicana. La escritura es una condición humana, por mucho que se habla —ahora— de la Inteligencia Artificial. Los sujetos somos los productores y generadores de la cultura y de la creación literaria, aunque un robot sea programado para ello, quien lo hizo un hombre de carne y hueso. Nadie puede aislarse de su realidad —por muy místico que sea, no vive en el aire, es en un territorio que tiene sus identidades culturales, por lo tanto, yo soy un escritor dominicano. Los grandes maestros de la literatura no niegan sus raíces, incluso en sus primeros libros las fortalecen y las desarrollan, como hizo Jorge Luis Borges con Fervor de Buenos Aires (1923). De igual manera, Octavio Paz, Juan Rulfo, Menuda, Rubén Darío, Gabriel García Márquez, Vargas Llosa, etc.  Quién podría olvidarse de Compadre Mon de Manuel del Cabral, de Hay un país en el mundo, de Pedro Mir, de Paisaje con un merengue al fondo, de Franklin Mieses Burgos, quien es respetado como uno de los mejores poetas dominicanos. La poesía popular es la mayor representación de las identidades de un escritor, solo deben leerse bien las décimas de Juan Antonio Alix, Meso Mónica y Tomás Morel.

Reconocimiento de calle y día a Enegildo Peña, en la XVII Feria Internacional del Libro de Santo Domingo 2014. Entrega del homenaje por los exministros de Cultura José Antonio Rodríguez y José Rafael Lantigua. Acompañados de Enegildo Peña, Valetín Amaro y Pedro A. Valdez.

Con esto no queremos crear la falsa percepción de que hagamos de la literatura un nacionalismo, plegado a lo folclórico y a lo anecdótico. Aunque los escritores e intelectuales del país, prefieren leer, conocer y citar más a los internacionales que a los propios. Las obras cumbres de la literatura universal, han nacido de lo local hacia lo cosmopolita. Ahora bien, la verdadera identidad cultural de un escritor debe ser su lengua y su capacidad creadora.

Háblame sobre tu proceso creativo. ¿Tienes alguna rutina o ritual al escribir?

El escritor nuestro no asume la literatura como un oficio, porque primero tiene que sobrevivir en una nación que le es hostil. Trabajo más de manera consustancial que disciplinal. Yo escribo dónde me sea posible y cómo sea: en el baño, en la casa, en el celular, en el computador, en la silla, en la habitación o en cualquier lugar. La literatura debería ser una rutina diaria y permanente, como pueden hacerlo los grandes escritores porque tienen su situación económica resuelta, pero aquí no. El proceso creativo en nuestro país es más circunstancial que producto de un ejercicio laboral, porque nadie vive de eso, ni siguiera, los maestros lo hicieron.

«La literatura preexiste en la naturaleza humana», dijo Borges, yo agrego que va cultivándose gracia al trabajo. Se nos ha querido enseñar que el hecho literario es un don divino o sobrenatural, como la célebre musa que inspiraba a los poetas, con muchísima razón Albert Einstein escribió: «El genio se hace con un 1 % de talento, y un 99 % de trabajo». No tengo ningún ritual para escribir, lo hago en cualquier sitio donde me encuentre. Un ensayo, por ejemplo, requiere investigar, reflexionar y pensar. Cuando construyo una metáfora o un poema, no puedo irme a la cama a dormir, tengo que terminarlo, porque se me queda revoloteando en mi conciencia poética.  El poeta chileno que admiro mucho, Vicente Huidobro, que en su breve poema Arte poética, dijo: «el vigor verdadero/ residen en la cabeza». Existe un pensador español, Jesús González Maestro, expresó: «La literatura es un proceso humano», basándose en el materialismo filosófico y refugiándose en su guía Gustavo Bueno, escribió un formidable compendio de tres tomos, titulado «La crítica de la razón literaria». Es decir, la única rutina o ritual que se tiene —a la hora— escribir, es que la literatura es una construcción humana.

¿Cuáles son tus principales fuentes de inspiración literaria?

Creo que la respuesta de esta pregunta quedó más arriba respondida. Uno de los males de nuestro sistema educativo nacional, es querer enseñarles a los estudiantes de los distintos niveles, de que la literatura es un regalo divino, no es así. La mejor inspiración que puede poseer un escritor es trabajar todos los días, al mismo tiempo leer, porque sin lectura no hay literatura ni escritura.

¿Cómo enfrentas los retos y bloqueos creativos en tu escritura?

Todos los escritores, de una forma o de otra, sufrimos de lo que he llamado una parálisis creativa. No importa que la tenga como un oficio, llega un momento que no podemos hacerlo, aunque queramos. Los retos y los bloqueos, solo se superan escribiendo. Otra forma de proceder es leyendo a los consagrados, para que nos despierten el proceso de «inventar mundos nuevos», como dijera Huidobro en el poema ya citado.

Hablando de tu trayectoria, ¿cómo has evolucionado como escritor/a lo largo de los años?

Comenzó cuando aprendí a leer y vi el valor de la literatura en los autores clásicos; luego en el taller literario ya mencionado, me sirvió para ampliar mi desarrollo a través de un programa de estudios que hacíamos en la «Alianza Cibaeña», junto a mis compañeros de tertulia. A finales de la década de los 80, tuve mi primer intento de publicar un poemario, con un locutor de mi barrio de Pueblo Nuevo, Joé Díaz, por suerte y el error de la portada, que la hicieron de un solo lado, no pudimos publicarla: eso fue lo mejor que nos pasó. Eran poemas iniciales de muy poco valor, el error de imprenta que nos salvó; además no teníamos el dinero para seguir la edición. El texto poético lo titulamos Desnudo los dos, creo que tengo por algún lugar la portada, como recuerdo de ese traspié que nos ayudó a no fracasar.

Sin embargo, cuando formamos el Círculo de Escritores de Santiago con Puro Tejada, Ramón Peralta y yo, después se incorporó Manuel Llibre Otero. Puro tuvo la idea de ponerle a la editorial «Ediciones imposibles», porque publicar una obra literaria en la República Dominicana, para los jóvenes, es casi una misión imposible. Así se inició un fondo haciendo sancocho en Casa de Arte, con quien fuera mi primera esposa, pero el segundo tuvimos casi que regalarlo. Entonces hicimos rifas y buscamos donaciones de instituciones privadas, publicamos los primeros dos libros: Eternidades Ramón Peralta, Sangre de viento de Puro Tejada. Luego se publica mi primer poemario, Más allá de mi sombra (en el año 1993). Después, Serie de senos de Manuel Llibre Otero.

En mi libro hay un poema que ganó una mención de honor en el Concurso de Literatura de la «Alianza Cibaeña», es una obra desgarradora porque, mientras la escribía, le dio el primer derrame cerebral a mi madre, pero en el segundo falleció, un tres de diciembre del año 1990. La portada es la invocación adolorida que significó la partida de mi progenitora. Es un dibujo del famoso pintor mexicano Rufino Tamayo: una mujer sale desnuda llevando y levando una carta hacia el infinito del vacío, deba dos relojes que marcan la limitada presencia de tiempo en nuestra vida. En poemario empieza con algunas frases como la siguiente: «Madre en la eternidad, beso/ la pureza de tus labios. La pluralización del ser se eterniza/ con tu presencia. La muerte es la segunda razón de la vida».

No importa los años que pasen, siempre la muerte de una madre se siente como si fuera la primera vez. El poema lo titulé Una herida en la sangre, porque uno viene de la de ella, entonces solo así se siente y se vive una herida en la sangre. Además, considero que la única experiencia verdadera que podemos tener con ella, es cuando fallece la nuestra predecesora: uno mismo no puede sentir ni ver la muerte propia, si no es a través del otro. No le deseo a nadie ese aterrador y deleznable momento. Después que la mía murió, jamás he podido recuperarme ni por las teorías de los psicólogos o terapistas espirituales.

Permítanme mejor dejarlo con el poema, para que los lectores aprecien por lo que yo he pasado: Una herida en la sangre. (Más allá de mi sombra sigo buscando tu voz). «Sangran mis heridas/en los ojos del ser/al tejer el misterio/de una sombra que camina. /Una voz me dice:/su penumbra es inminente/busca el vestigio inmutable de su rostro. /Miro a los lejos el cristal de la memoria/en la soledad del camino/interrogando el espacio de la vida. /Entre el principio de sus formas/y la existencia de la nada/que vive en la sombra; /se va cerrando la noche, /donde la realidad busca su lenguaje/y despierta mi agonía:/ —Madre, una voz escucha tu silencio—. /Hijo, la muerte es una sombra que camina».

En resumen, también he publicado En la palabra, 2000. La poesía contemporánea de Santiago: Antología 1977-2005. (Ideé, además, la edición de una de cuentos —con el mismo nombre—, realizada por el narrador y ensayista Máximo Vega). Entrevistar es pensar. Un encuentro con la cultura, 2010. Historia de la literatura de Santiago de los Caballeros, 2020. Volumen 1, 1694-1899. Coautor de Voces del valle, voces que llegan desde el Cibao, 2005. Ideólogo y prologuista de La poesía contemporánea de Santiago de Cuba, 2007. Visiones y latidos de la ciudad corazón, 2012. Asimismo, se encuentra trabajos míos en diccionarios, antologías poéticas y en libros dominicanos.

He sido reconocido por más de 25 ocasiones y distinguido como uno de los líderes y gestores culturales más importantes del país. Declarado por el Ministerio de Cultura, Personalidad Cultural de la República Dominicana, también en la XVII Feria Internacional del Libro 2014, por su destacada labor como escritor y poeta, con una calle con su nombre y su día. Ha ganado varios premios de literatura, ha sido jurado de distintos concursos literarios en el país, como el Premio Nacional de Poesía «Salomé Ureña de Henríquez», Premio de Poesía «Pedro Mir», Premio de Ensayo «Pedro Francisco Bonó» de Funglode, entre otros. Fui director provincial de cultura en Santiago y a nivel regional; primer subsecretario y viceministro. Miembro directivo de algunas instituciones culturales de la ciudad; creador de varias revistas y páginas literarias; fundador del Taller Literario Virgilio Díaz Grullón, del recinto Santiago de la UASD, el 30 de junio de 1994.

¿Cómo seleccionas los temas y personajes de tus obras?

Un creador está dictaminado por su época y sus circunstancias, de ellas salen sus temas y sus personajes. Por ejemplo, en mis poemarios, mi protagonista principal en la «muerte como una sombra que camina» y va detrás de nosotros. El fallecimiento de mi madre se convirtió en el eje central de mis obras, desde luego hay otros temas y protagonistas. Algunos me consideran el poeta de la sombra, otros como un aeda filosófico.  En cambio, esos calificativos no me atemorizan, porque la poesía está por encima de todo, trasciende al propio sujeto que la forma, revelando lo irrevelable de las palabras y las cosas que nombra.

¿Qué papel juega la cultura dominicana en tus historias?

En un momento de esta entrevista, he dicho que soy un escritor de un tiempo y de una cultura, todo lo que escribo es parte de esas dos realidades que me conforman y me construyen como sujeto social. Algo de uno y de los demás queda plasmado en los libros de un autor, uno es una isla múltiple y multicultural. Estamos viviendo en la época de la globalización, aunque hemos nacido en un territorio que tiene su cultura: el Internet y la tecnología nos han hecho sujetos globales. Tenemos que reconocer lo nuestro, pero la verdadera bandera de un escritor en su lengua, convirtiéndola también en su cultura.

¿Cómo percibes el panorama literario dominicano en la actualidad?

La literatura dominicana, como todo, alberga sus virtudes y sus desventajas. Poseemos escritores que no tienen nada que envidiarles a otros países, por ejemplo: Los Henríquez Ureña, Juan Bosch, Virgilio Díaz Grullón, Franklin Mieses Burgos, Manuel del Cabral, Tomás Hernández Franco, para solo citar fallecidos. Participando en recitales locales e internacionales, nos damos cuenta de que estamos escribiendo mejor poesía que otros países que tienen más nivel económico y cultural que nosotros. Desventaja que las obras literarias dominicanas no son promovidas, ni aquí ni en otras naciones. La falta de compromiso del Estado nacional, no ha hecho posible que si siguiera tengamos una presea literaria internacional, como es el Premio Cervantes. Las instituciones universitarias no difunden las letras, tampoco el Ministerio de Cultura, que ni siguiera todavía se ha dignado en publicar las obras completas del Premio Nacional de Literatura, que se otorga por la trayectoria de toda una vida. Aquí hay un clan que tiene secuestrada el escenario cultural y literario de la nación, solo ellos se reconocen y premian, si eres de alguna provincia o región, tampoco existe. Los intelectuales y escritores dominicanos tienen un delirio de grandeza, que entre ellos mismos se repelen.  Otra gran desventaja es que no pueden asumir la literatura como un trabajo de tiempo completo, porque lo primero es sobrevivir, luego escribir es cuándo se pueda y solo un rato. Es una literatura más circunstancial y emocional, en vez, de un auténtico y verdadero oficio. En nuestro país hay una cultura del odio, donde el otro es excluido, ignorado y rechazado.

¿Cuál es tu consejo para escritores emergentes que buscan encontrar su voz en la escritura?

Nada puedo aconsejar, porque ni yo mismo aún me he encontrado. Lo que sí me gustaría comunicar, es que debemos volver a leer y estudiar a los grandes escritores, ellos tienen su propia impronta creativa. Son excelentes lectores y conocedores en profundidad de su lengua. Que pusieron por encima de su vida, a la literatura. En la actualidad existen literatos sin una obra que lo justifique como tal, son más dueño de una posee social que intelectual, se sobrevaloran sin haber concluido su gran obra literatura. Asimismo, les pasa a los jóvenes, se autoproclaman escritores y maestros, sin una cultura de la lengua que lo sostenga, ni una lectoría que lo justifique. La mayoría carecen de sabiduría y de humildad, hasta que no lo entiendan, seguirán siendo como el libro de ensayos de Vargas Llosa: La cultura del espectáculo.