Cuando París era un sueño para los dominicanos, el Ing. José Antonio Caro Álvarez estudiaba arquitectura en la Éscole Speciale d, Arquitecture de la ciudad de las luces. Aprovechó todo el arte y la cultura parisiense. Vino cargado de libros, de conocimientos, de sueños y de y de ilusiones.
Aunque era un excelente arquitecto su vocación real era la educación y su pasión era la cultura, fue no solamente profesor en la UASD, sino que llegó a ser decano de la Facultad de Ingeniería y Arquitectura y su Rector. Lideró el movimiento para la creación de la Universidad Pedro Henríquez Ureña, de la cual fue también Rector-
Soñador, convenció al Presidente Balaguer sobre la creación de la Plaza de la Cultura Juan Pablo Duarte en la ciudad de Santo Domingo y dentro de ella al Museo del Hombre Dominicano, el cual fue inaugurado el 12 de octubre de 1973, siendo su primer director. Comenzó la tarea de recoger las manifestaciones y expresiones que mostrara la riqueza y la gran diversidad de la cultura dominicana, priorizando a la arqueología, el cual logró integrar al museo a los profesionales de estos conocimientos más destacados del país en esa época, como Marcio Veloz Maggiolo, Bernardo Vega, Manuel García Arévalo, Elpidio Ortega, Elpidio Pina, Morbán Laucer, entre otros.
Fueron prioridad las investigaciones del periodo precolombino, sobre los habitantes originales, sobre la presencia indígena como renglón inicial en la formación social dominicana. La arqueología adquirió los niveles científicos como nunca antes, trascendiendo al contexto del Caribe, convirtiéndose el Museo del Hombre Dominicano en el centro más importante de la arqueología en la región.
Y a estos incansables y pioneros investigadores se unieron en esta tarea de investigación con el tiempo, jóvenes con formación académica dentro y fuera del país entre otros, Fernando Luna Calderón, Renato Rimoli, José Guerrero, Carlos Esteban Deive, Víctor Ávila, Harold Olsen Bogaert, Glennis Tavarez, Abelardo Jiménez Lambertus, Domingo Alfonso Abreu Collado, Mirian Orli, Rafael Puello Nina, Adolfo López, Jorge Ulloa Hung, Geo Ripley, Carlos Andújar Persinal y Carlos Hernández Soto.
Sin que ningún gobierno realmente le entregara el presupuesto que ha necesitado el Museo, no solamente han realizado investigaciones trascendentes para el país y para el Caribe, sino que sus publicaciones son referentes obligatorio en la cultura, la arqueología, la historia y la antropología de la región del Caribe. El libro sobre bailes folkloricos recogidos por el maestro Fradique Lizardo o Vudú y Magia en Santo Domingo de Carlos Esteban Deive, así como la Esclavitud en Santo Domingo, se han convertido en clásicos y obligatorios, libros de consulta permanente, aun con vigencia en la actualidad. Son caminos obligatorios para el conocimiento científicos de estos temas.
Cuando era pecado hablar de la cultura haitiana, cuando pocas instituciones y personas importantizaban y valorizaban sus expresiones que estaban invisibilizadas y estigmatizadas, Bernardo Vega, Director del Museo del Hombre Dominicano, en 1978, sorprendió a mucha gente al permitir, que Iván Domínguez, José Castillo Méndez y Dagoberto Tejeda, a nombre del museo publicaran un “Almanaque Folklorico Dominicano” con la osadía de colocar una portada a colores de unos músicos tocando Gagá. ¡Esto para algunos era una herejía, algo insólito!
Gran parte de las investigaciones del museo, así como aportes científicos sobre la cultura dominicana están difundido en sus “Boletines”, el cual ha podido sobrevivir, gracias a la generosidad, la conciencia dominicanista y la pasión por la cultura del antropólogo Manuel García Arévalo. ¡Es el Boletín más importante del Caribe a nivel de antropología y de arqueología!
Al cumplir el próximo 12 de octubre 50 años de vida, no hay dudas de que el museo ha jugado un papel trascendente, con aportes importante en sus investigaciones y en sus publicaciones, así como en la revalorización y difusión de la cultura dominicana. Hay tenido épocas de esplendor pedagógicas-educativa con exposiones, talleres, cursos y conferencias, trayendo incluso como muestra auténticas a grupos folkloricos originales como Los Congos, Lo Guloyas y la Sarandunga y a renombrados investigadores.
Fue a través del Museo del Hombre Dominicano, que el Ministerio de Cultura logró que la UNESCO declarara y colocara en el listado oficial como patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad a la Cofradía de los Congos de Villa Mella y a los Guloyas de San Pedro de Macorís.
Este museo, ha tenido los mejores investigadores de las ciencias sociales, se ha enriquecido con los intercambios internacionales, teniendo como directores a José Antonio Caro Álvarez, Bernardo Vega, José del Castillo, Elpidio Ortega Álvarez, Fernando Morbán Laucer, Dato Pagan Perdomo, Fernando Luna Calderón, Carlos Andújar Persinal, Carlos Hernández Soto, Marcio Veloz Maggiolo, Christian Martínez Villanueva y actualmente Manuel Vargas Payano.
El Museo del Hombre Dominicano ha cumplido una etapa positivamente a nivel científico al conocimiento de la cultura y la identidad dominicana. ¡Ha trascendido! Ahora que todavía tiene una remodelación y todo su contenido original está todavía en depósitos, hay que aprovechar esta pausa para redefinirlo y readecuarlos a las exigencias de la sociedad dominicana en base a los nuevos enfoques y perspectivas científicas pedagógicas.
En el Congreso Nacional espera la propuesta para el cambio de nombre en base a la igualdad de género, eliminando el machismo “del hombre” para denominarse “Museo de Antropología” o “Museo de la Dominicanidad” como quiere Bernardo Vega. Al mismo tiempo hay que redefinir su dimensión científica-cultural temática, privilegiando una visión más global científicamente, aprovechando las nuevas redefinición de la museografía.
¡El Museo del Hombre Dominicano es Patrimonio Nacional de la ciencia, la dominicanidad y la cultura!