En Tres pisos, el director italiano Nanni Moretti recupera algunas de las costumbres que adornan su poética sobre dilemas familiares, donde aparentemente toda la narración gira alrededor de una desgracia que debilita el núcleo entre el padre, la madre y los hijos; establecido como modelo de seguimiento en La habitación del hijo (2001).

Pero desde un principio se accidenta en terrenos comunes. En la superficie, Moretti opta por configurar un tríptico sobre familias en crisis que, en su lado más transparente, permanece situado en una zona de confort ocupada, mayormente, por personajes que son tan planos como la puerta de un apartamento, durante dos largas horas que ponen a prueba mi paciencia y la necesidad de tirar algo por la ventana para que todo el vecindario escuche mis quejas.

La historia se desarrolla en un edificio de tres pisos ubicado en un sector privilegiado de Roma y aborda, en específico, los problemas cotidianos de tres familias que comparten unas preocupaciones relacionadas a la crianza de los hijos.

La primera tiene como protagonista a Lucio, un padre de familia que vive con su esposa Sara y su pequeña hija Francesca en el primer piso, pero cuya responsabilidad paternofilial se tambalea cuando sospecha de día y de noche que su vecino, un anciano con demencia senil que a menudo cuida de su niña junto a su esposa Giovanna, ha abusado sexualmente de Francesca luego de que esta desapareciera y fuera encontrada en un parque acariciando al señor sobre sus piernas; negando incluso las pruebas recopiladas por la policía y los testimonios de su propia hija que sostienen la inocencia del viejo.

La segunda se centra en Mónica, una madre joven que reside en el segundo piso y lucha por adaptarse a la maternidad en su etapa posparto al dudar de sus capacidades para cuidar a su hija recién nacida mientras su esposo Giorgio trabaja en el extranjero sin ninguna posibilidad de regresar a tiempo.

La tercera es la de la pareja conformada por Dora y Vittorio, unos jueces del tribunal que tienen que lidiar con los cargos legales que enfrenta su hijo, un adolescente rebelde que, en una noche, conduce su carro en estado de ebriedad y atropella en su coche a una señora que cruza la calle a la hora señalada.

En los tres episodios, Moretti traza un hilo conductor que, en términos generales, interroga las contrariedades ético-morales que se presentan en las responsabilidades paternas, pero desde la mirada de unos padres que sufren las consecuencias de no mantener un orden de consistencia dentro de los deberes de manutención de sus hijos, donde la ausencia de uno de ellos en el proceso de crianza produce una especie de catalizador que los coloca en un espacio de sufrimiento.

De esa manera no es muy difícil para mí observar que habla de lo duro que es la etapa posparto para una madre esquizofrénica que cría por sí sola a su bebé; la irresponsabilidad de unos padres flexibles que no vigilan el comportamiento de su hijo indisciplinado; la falta de protección de un padre al que se le olvida los posibles riesgos de dejar a su hija en custodia de vecinos.

Pero todo luce demasiado arreglado. Su asunto de familia, al parecer, no tiene ningún tipo de gancho emocional por esa intención de abultar el barullo con una serie de situaciones prefabricadas, artificiosas, rutinarias, que no tienen ningún tipo de cohesión interna y reducen la angustia de los personajes a un patetismo que se repite de forma innecesaria. En pocas palabras, su melodrama es bien aburrido. Lo olvido tan pronto como empiezan los créditos.

Ficha técnica
Título original: Three Floors (Tre piani)
Año: 2021
Duración: 1 hr. 59 min.
País: Italia
Director: Nanni Moretti
Guion: Nanni Moretti, Federica Pontremoli, Valia Santella
Música: Franco Piersanti
Fotografía: Michele D’Attanasio
Reparto: Riccardo Scamarcio, Alba Rohrwacher, Nanni Moretti, Margherita Buy, Denise Tantucci
Calificación: 5/10