En los últimos años, me he percatado de que las películas de la distribuidora A24 han gozado de una etiqueta de prestigio, colocada en cada uno de los festivales donde se estrenan y en las salas de cine habitadas religiosamente por una supuesta élite cinéfila que solo consume cine de autor para darse el lujo de decir: “no es para todo el mundo”. Y puede que sea cierto. Algunas me resultan fascinantes, como ‘El último tour’, ‘Moonlight’, ‘El reverendo’, ‘El faro’, ‘First Cow’, ‘En las rocas’, ‘Minari’ y ‘La tragedia de Macbeth’. Pero una gran parte de los otros productos que he consumido de su catálogo, a decir verdad, me parecen agónicos y completamente inanes, hasta el punto en que comienzo a dudar de su reputación instaurada a base de mercadeo barato para hipsters, en cosas infumables como ‘Spring Breakers’, ‘Mientras somos jóvenes’, ‘Habitación verde’, ‘Mujeres del siglo XX’, ‘Historia de fantasmas’, ‘Hereditary’, ‘Midsommar’, ‘El caballero verde’ y ‘C’mon C’mon’. Hay otras regulares que no vienen al caso y que poco me importa mencionarlas para validar mi queja.

El último experimento que he visto de esos señores de la distribución tiene como título ‘Todo en todas partes al mismo tiempo’, estrenado recientemente en las salas de cine y algunas plataformas de streaming. Está dirigido por Dan Kwan y Daniel Scheinert, los mismos directores que hace unos años estrenaron la bagatela ‘Swiss Army Man’. Y durante las casi dos horas y media que dura salgo sorprendido, pero de la capacidad que tienen para esbozar cinematográficamente los disparates que suelen imaginar antes de escribir un guión y luego filmarlo como comedia absurda. No consigo encontrar nada fuera de lo habitual, excepto un aburrimiento que es tan infinito como el universo. Su premisa sobre el multiverso tiene un arranque más o menos interesante que examina la crisis existencial de una familia que desea hallar la reconciliación, pero siempre gravita alrededor de los mismos gags visuales y su estrella se apaga como un agujero negro, en el que ni siquiera la figura legendaria de Michelle Yeoh puede cerrarlo con sus puños.

 

Con sentido de urgencia, tiene como protagonista a una señora llamada Evelyn Quan Wang (Michelle Yeoh), una inmigrante chino-estadounidense que administra una lavandería junto a su marido Waymond (Jonathan Ke Quan) y que, en una visita al edificio de impuestos internos, le sucede un evento extraordinario que le permite acceder a sus vidas de otros universos paralelos para cambiar los momentos más difíciles de su núcleo familiar.

 

En términos estructurales, la narrativa de la película se divide en tres partes que describen la crisis nerviosa de la protagonista provocada por las presiones familiares y el temor a ser auditada por el IRS. Pero, por muy bonita o provocativa que suene la idea del multiverso, en ninguno de los tres capítulos que dura experimento alguna emoción significativa más allá de los bostezos y la completa indiferencia que me produce el barullo de la protagonista, que interpreta Michelle Yeoh con cierta pericia física para rememorar aquellos años en el cine de acción de Hong Kong. Me parece vomitivo su híbrido entre la acción, la comedia absurda, la ciencia ficción y la fantasía. Aquí los directores casi superan su prorrata de estupidez y de gratuidad. Nunca escapa del cúmulo de repeticiones.

 

La narración, en el afán de adquirir siempre la marca de originalidad multigenérica, permanece en cada momento en el zigzagueo de situaciones manidas de serie B, en la que todas las acciones de los personajes se limitan al correteo intersubjetivo por universos paralelos, las tontas peleas de artes marciales, los dilemas familiares de segunda mano y los chistes que no me provocan ninguna gracia. Sus personajes, en el intento de añadir una complejidad inexistente a la trama, en lugar de lograr algún tipo de empoderamiento como figuras chinas, terminan siendo reducidos a meras caricaturas de los estereotipos asiáticos (de todos los universos posibles su única vida ideal en la sociedad capitalista estadounidense es la del endeudado empresariado de lavanderías), transformadas en puras marionetas acartonadas subordinadas al texto central y las trampas tautológicas sobre la multiplicidad de universos.

 

Al margen de los compendios estéticos más básicos que emplean los Daniels, el resultado final de este bodrio dista mucho de lo que me han vendido las campañas mercadológicas de A24 por las redes sociales y la gente (cinéfilos y críticos incluidos) que la mencionan pensando que han descubierto algo original. Al parecer su estreno en este universo, junto a los siete Oscars que ganó recientemente, es una prueba absoluta de que se ha normalizado la ridiculez y mucha gente no anda bien de la cabeza. No encuentro la presunta genialidad de la que hablan, tampoco el ritmo. Y el castigo que recibo durante las dos horas bien largas no tiene comparación alguna, porque no va a ninguna parte con la redundancia argumental de los multiversos y las secuencias de acción que llevan el sello de lo cutre, a pesar de que Yeoh hace lo que puede en un rol que rememora la pericia física de sus años en el cine de acción de Hong Kong. Su errática propuesta no puede ser más aburrida en este universo.

 

Ficha técnica
Título original: Everything Everywhere All at Once
Año: 2022
Duración: 2 hr 19 min
País: Estados Unidos
Director: Dan Kwan, Daniel Scheinert,
Guión: Dan Kwan, Daniel Scheinert
Música: Son Lux
Fotografía: Larkin Seiple
Reparto: Michelle Yeoh, Jamie Lee Curtis, Jonathan Ke Quan, James Hong, Anthony Molinari,
Calificación: 5/10