Roubaix, una luz, conocida también con el título Oh Mercy!, es una película en la que, Arnaud Desplechin rastrea las fórmulas habituales del cine polar francés sobre policías con la finalidad de analizar, en su síntesis discursiva, el ajetreo que se mueve detrás de las investigaciones policiales en la sociedad francesa contemporánea.

Como thriller policial tiene un arranque prometedor que, poco a poco, pierde su potencial al frecuentar lugares comunes del género que terminan siempre entre investigaciones, persecuciones e interrogatorios, donde al margen de unas cuantas actuaciones aceptables no consigo extraer ninguna emoción significativa que me quite el tufo a indiferencia con lo que veo durante dos horas eternamente largas.

Su trama se sitúa en la noche de Navidad en la ciudad de Roubaix en Francia y sigue a Daoud, el jefe de la policía local que patrulla en su vehículo las calles sórdidas de la ciudad mientras guía a un oficial novato para reunir información sobre una serie de crímenes que ocurren en los suburbios periféricos.

La narrativa, ensamblada con los parámetros genéricos de siempre, se divide en dos mitades. En una primera mitad, el asunto muestra el proceso de investigación de los detectives mientras investigan por separado los crímenes de unos rateros que incendian una vivienda, la desaparición de una joven musulmana que se fue de su casa sin dejar rastro y, ante todo, el caso de abuso sexual de una adolescente que es violada en el subterráneo. En la segunda mitad, en cambio, presenta el largo interrogatorio de dos mujeres alcohólicas que son sospechosas detrás del asesinato brutal de una anciana antes de la confesión contradictoria a la hora pautada, en la que la verdad sale a la luz para cerrar el caso.

A través de estas dos líneas argumentales, Desplechin elabora un comentario social sobre los prejuicios raciales, la xenofobia, la pobreza que conduce a la vía antisocial y las consecuencias de la violencia contra la mujer. Su discurso tiene intenciones nobles dentro de su círculo moral, pero, a mi juicio, debilita el aparato de una trama que abandona su sentido de intriga en medio de las persecuciones policiales y las discusiones a puerta cerrada que no revelan nada que no haya visto antes con mejores resultados. El uso del relato no iconógeno, encontrado en los largos diálogos, carece de pujanza porque solo es empleado para agregar inútilmente algo de sustancia a las motivaciones de los personajes.

La ausencia de desarrollo pesa sobre los personajes y, entre otras cosas, se amplifica cuando sus acciones se reducen a ocupar los estereotipos comúnmente asociados al cine policial: el inspector con el pasado turbio, el policía novato, la culpable que se niega a confesar el crimen. Son personajes insulsos, artificiosos, que solo rellenan un vacío descriptivo del guion para impulsar la trama sin ningún grado de pulso entre las situaciones que se plantean como rutina.

A pesar de estas irregularidades, encuentro algo de credibilidad en las actuaciones centrales de Roschdy Zem y Léa Seydoux. Uno interpreta a un policía frío, reservado, autorreflexivo, que recupera su pasado duro como inmigrante mientras intenta resolver los crímenes con su experiencia para descifrar los comportamientos de los sospechosos. La otra asume el papel de una mujer deprimida, alcohólica, que en un acto de desesperación cae en el abismo antisocial junto a la amante que da una versión distinta de los hechos. Estas actuaciones, no obstante, no impiden que la película permanezca anclada a las trampas genéricas que a menudo gobiernan el cine policial.

Ficha técnica
Título original: Oh Mercy! (Roubaix, une lumière)

Año: 2019
Duración: 1 hr. 59 min.
País: Francia
Director: Arnaud Desplechin
Guion: Arnaud Desplechin, Léa Mysius
Música: Grégoire Hetzel
Fotografía: Irina Lubtchansky
Reparto: Roschdy Zem, Léa Seydoux, Sara Forestier, Antoine Reinartz
Calificación: 5/10