“Era gloriosa vive mi país, en toda forma el pueblo se siente feliz”. (Danza, Orquesta Hnos. Pérez)
La esencia de la dictadura Trujillista era la invisibilidad de la realidad, el ocultamiento de las contradicciones, sustituyéndola por la magia de la ilusión. Gracias a la presencia del “Benefactor” en la dirección del Estado, no había problemas, todo estaba bien y todo era felicidad. ¡La fantasía superaba las apariencias de la realidad!
Era el tiempo de las “novelita rosa” de Corín Tellado, donde las protagonistas, en casi su totalidad eran mujeres maltratadas, humilladas y calumniadas en un clima de injusticias. Las lectoras (res) se identificaban con ella, sufrían, lloraban, pero a última hora aparecía “un príncipe azul” que la llenaba de gozo y todo el mundo terminaba feliz.
Cuando nos invadió el cine norteamericano eran dominantes los finales hollywoodense, con salidas felices, gracias a la intervención de un súper héroe, de “un Superman” o una “mujer Maravilla”, siempre con finales individualistas exitosos. En dominicana, la seguridad y la felicidad existían gracias a la existencia y la protección del Jefe, súper-héroe que aseguraba la justicia y la felicidad.
La música popular que la gente tarareaba, cantaba y bailaba todos los días, con sus alabanzas a Trujillo y a la bondad de su régimen fortalecía esta falsa sensación de seguridad, de paz y de felicidad, ocultando las contradicciones y mitificando la realidad. Por eso, una de las orquestas de mayor calidad en la historia del país, fue la de los Hnos. Pérez, los cuales, en una pegajosa danza, “Era Gloriosa”, magnificaban a una Era supuestamente “llena de felicidad” y de amor.
Todo se derrumbó, la verdad sustituyó a la mentira, gracias a la acción gloriosa de los héroes del 30 de mayo al ajusticiar al tirano cuando se intensificaban las contradicciones sociales, el hambre y la miseria. Aun así, sobrevivían salidas hollywoodense de finales felices.
Al llegar a estudiar sociología a Río de Janeiro quedé impactado con la existencia cinematográfica del Cinema Novo (Cine Nuevo), un movimiento de nuevas propuestas en función de la realidad social brasileña para mostrar las contradicciones sociales, invisibilizadas por la estética de lo bello y de la felicidad, expresión de una moral falsa e hipócrita de una élite alienada e europeizada, donde estas propuestas cinematográficas eran “horriblemente feas y una vergüenza, por mostrar una imagen distorsionada de algo “que no era Brasil” donde incluso paradójicamente los autores proclamaban “la existencia de una “estética del hambre” como símbolo contestatario.
El Cine Novo mostraba las miserias, la realidad de las favelas, el hambre con paisajes feos y actores incluso del pueblo, mal vestidos, descuidados personalmente, con mujeres y hombres mugrientos, mostrando los niveles de frustración y de violencia irracional, incluso de arcaicas creencias y comportamientos irracionales, con rituales y acciones salvajes de violencia.
“Dios y el Diablo en la Tierra del Sol”, de Glauber Rocha, sintetizaba esta afrenta cinematográfica que asumió una generación de jóvenes cineastas que habían bebido del surrealismo italiano y de las corrientes sociales del cine francés, pero al final, a pesar de sus propuestas contestarías, fueron ahogados por la dictadura militar fruto de un golpe de Estado fascista al presidente Joao Goulart, el cual nosotros presenciamos, acusándolo de comunista. ¡Este era un cine atrevido, subversivo, comprometido, con una visión pedagógica-educativa que rompió con el cine cómplice de evasión, de héroes individuales, de finales felices, con la estética de lo bello del sistema!
El cine producido en dominicana a partir del periodo pos trujillista fue creciendo en base al cine de evasión, con comedias de televisión que reproducían lo mismo sin aportar nada. Las propuestas visuales eran salvadas por documentales extraordinarios de calidad, con una nueva visión histórica y claras dimensiones ideológicas de la “verdad” como por ejemplo, las propuestas de René Fortunato.
En el camino para la definición del cine dominicano de identidad, con visión social para la reflexión y no para la evasión, con dimensiones contestarías, de mostrar lo que invisibiliza el sistema, de ruptura con una estética de la belleza y una moral de la hipocresía, es responsabilidad una nueva generación de cineasta que van trazando el camino de identidad, como es caso de José María Cabral, Ángel Muñiz, Silvana Moler, Leticia Tonos, Elías Muñoz hijo, Tito Rodríguez, Nelson Carlos de los Santos entre otros, con artistas extraordinarios cuya lista es inmensa, donde el aporte del Centro Cultural Banreservas para su difusión es inestimable.
“Cocote”, sin dudas es la mejor propuesta realizada en el país sobre el “realismo mágico religioso”, como expresión de la cultura y la religiosidad popular dominicana, al igual que “Rafaela”, una muestra extraordinaria de crítica social, que denuncia la podredumbre de una sociedad enferma y muestra un mundo invisibilizado, “vergüenza” para un sistema que se autoproclama ejemplo del desarrollo, de una “sociedad orgullo” del progreso, que esconde las injusticias, las desigualdades, las discrimaciones, las exclusiones y las represiones.
“Rafaela”, es una película cruda de denuncias donde afloran las contradicciones sociales de un mundo oculto, invisibilizado adrede, donde está presa y sobrevive una parte de la juventud dominicana, marginada, empobrecida, discriminada, oprimida y sin esperanza.
“Rafaela” es “fea” para la élite, porque rompe con la estética de un preciosismo desfasado, porque muestra un mundo de una juventud descarriada y de una sociedad fracasada, pero muestra valientemente las contradicciones sociales en una seria denuncia con calidad artística, con un adecuado lenguaje cinematográfico, con una fotografía exquisita, un guion con la verdad, con actores inolvidables como Judith, Raposo o marissabel, con un elenco extraordinario y una dirección sobresaliente. ¡”Rafaela”, es una propuesta valiente, bien producida, impactante, trascendente, colocada en el camino de la redefinición del cine dominicano!