En los últimos años, el cine dominicano ha experimentado una notable expansión, posicionándose como una fuerza creativa en la región y más allá. Aunque es común que el éxito de una película se mida por las cifras de taquilla, limitar esta visión a las entradas vendidas sería ignorar un aspecto crucial del verdadero impacto del cine. En el caso del cine dominicano, su valor trasciende los números de venta, destacándose por su reconocimiento en festivales internacionales y su contribución a la economía cultural del país.

El éxito del cine de un país no depende únicamente de su rentabilidad económica inmediata, sino de la capacidad de sus producciones para generar diálogo cultural, proyectar la identidad nacional y captar la atención de la crítica internacional. Un buen ejemplo de esto es el cine de autor dominicano, que, a través de temáticas profundas y universales, ha logrado participar en festivales prestigiosos como el Festival Internacional de Cine de Rotterdam y el BFI London Film Festival. Películas como Un Pasaje de Ida (1988), pionera en demostrar que el cine dominicano podía aspirar a mucho más, abrieron el camino. Hoy en día, producciones como Pepe, Oliva y Las Nubes y La Bachata de Biónico figuran entre las más recientes que han sido seleccionadas y aclamadas en festivales internacionales, reafirmando la evolución y calidad del cine local.

El impacto más allá de la taquilla

El cine dominicano no se mide solo por cuántos boletos vende, sino por su capacidad de influir en la percepción cultural global. Países como FranciaEspaña y Canadá son ejemplos claros de cómo el éxito en la industria cinematográfica se mide más por su proyección cultural y su impacto en festivales que por las cifras de taquilla.

Francia es reconocida por su cine de autor, fuertemente apoyado por el gobierno a través de subsidios del Centre National du Cinéma. En este país, el éxito se mide en términos de presencia en festivales como Cannes, la influencia cultural y la exportación de sus películas, más que por las ventas. En España, el cine local es apoyado por el Instituto de la Cinematografía y de las Artes Audiovisuales (ICAA), mientras que en CanadáTelefilm Canada subvenciona producciones que, aunque no buscan romper récords de taquilla, destacan por su presencia en festivales como el Festival Internacional de Cine de Toronto (TIFF).

El valor cultural de una película no siempre puede medirse en términos monetarios. Al igual que sucede en la moda de alta costura o en la música, el éxito a menudo reside en su influencia cultural. En la industria de la moda, por ejemplo, no son las ventas directas de ropa las que miden el éxito, sino la influencia que las colecciones tienen en las tendencias globales y en la identidad de marca. De manera similar, en la industria musical, el éxito actual no se mide únicamente por las ventas de discos, sino por el alcance en plataformas de streaming, los conciertos y la capacidad de los artistas para generar un impacto cultural global.

En este sentido, el cine dominicano sigue esa misma línea. Cada película que trasciende fronteras, que es seleccionada en un festival importante, es un vehículo de proyección cultural que no solo genera orgullo nacional, sino que impulsa la identidad del país a nivel global.

Impacto económico y cultural en República Dominicana

El cine dominicano, a su manera, también genera un impacto económico significativo. En 2024, la inversión en proyectos cinematográficos en el país superó los DOP 3,800 millones, creando empleos directos e indirectos en sectores que van desde técnicos y actores hasta proveedores de servicios. Estos beneficios van más allá de las ganancias inmediatas, ya que el cine fomenta la economía del conocimiento, capacitando a nuevos cineastas y técnicos, y contribuyendo al desarrollo sostenible de la industria.

Además, cada producción internacionalmente reconocida abre nuevas oportunidades para el turismo y la cultura, atrayendo a audiencias globales que ven en el cine una ventana a la identidad dominicana.

Conclusión

El cine dominicano ha demostrado que el éxito no se mide solo por las cifras de taquilla, sino por su capacidad para resonar culturalmente y su impacto en audiencias de todo el mundo. La presencia en festivales internacionales, los premios obtenidos y la capacidad de generar diálogos globales son factores que superan con creces la mera venta de boletos.

Además, es y será siempre un error creer, especialmente en un país tan pequeño, que las entradas vendidas son o podrán ser el referente de una industria cinematográfica. La cantidad de entradas solo muestra que el producto ha logrado llegar a las masas, pero el cine es tanto arte (premios) como entretenimiento (taquilla). Pretender que nuestro cine sea solo entretenimiento implicaría reducirlo a una mercancía que busca únicamente generar ingresos, en lugar de reconocerlo como una poderosa herramienta cultural que puede proyectar nuestras historias, identidad y talento a nivel global.

Limitar el cine dominicano a lo comercial sería sacrificar su valor artístico, ese que le permite a cada película trascender fronteras y generar un impacto que va mucho más allá de una sala de cine. El cine es una forma de arteque enriquece el diálogo cultural y, al mismo tiempo, un medio de entretenimiento; ignorar su faceta artística implicaría negarle la posibilidad de ser parte del escenario global, donde se le reconoce por su innovación, su creatividad y su capacidad para generar un legado cultural duradero.