En Nunca volverá a nevar, una de las propuestas más recientes de la cineasta polaca Malgorzata Szumowska (en conjunto con Michal Englert), se examina, con una capa delgada de realismo mágico y alegorías visuales, la condición sociopolítica del inmigrante ucraniano, pero creo que ni el sólido esfuerzo de Alec Utgoff evita que caiga, lentamente, como un copo de nieve en pleno invierno. Me parece una de esas películas que, a pesar del trato bienintencionado, se queda encapsulada en la inercia de las pretensiones estéticas, donde el protagonista no es más que un simple instrumento diegético para estructurar lecturas soterradas que, a fin de cuentas, no revelan nada que no haya visto antes con mejores resultados (los apuntes robados de Teorema, de Pasolini, no pueden ser más evidentes).

 

El argumento, firmado con guion de Szumowska, relata las experiencias insólitas de Zhenia, un masajista ucraniano algo solitario, corpulento, reservado, que atraviesa la oscuridad de las fronteras de la inmigración para estacionarse en un vecindario aburguesado en Polonia, en el que emplea los poderes extrasensoriales de sus manos para ofrecer sus servicios a una clientela de un vecindario exclusivo que incluye, en su mayoría, a hombres inseguros y a mujeres desilusionadas por la insatisfacción sexual, la crisis matrimonial, la ansiedad, los celos, la soledad y el enorme hastío causado por una cotidianidad mecánica que remueve cualquier rastro de empatía humana; convirtiéndose en una celebridad de la noche a la mañana por la manera en que sus masajes curan las heridas psicológicas de todos los vecinos a través de una terapia de hipnosis.

 

El cuadro del personaje no solo le sirve a Szumowska para ampliar un abanico de ideas sobre la alienación, la identidad sexual y los rincones solitarios de gente que intenta escapar del pasado, sino, además, la imposibilidad del inmigrante de encajar en una sociedad condicionada al prejuicio y el oportunismo que solo explota sus cualidades. Esto es particularmente cierto cuando Zhenia se gana la vida atendiendo a clientes adinerados a los que solo le importa su beneficio personal y camina como alienígena en un territorio desconocido en el que no termina de adaptarse (consigue su permiso de trabajo hipnotizando a un funcionario, por lo que de todas forma es un inmigrante ilegal que se refugia en las residencias de la clase privilegiada para huir de la vigilancia permanente).

 

El problema fundamental, me temo, es que la narrativa somete al personaje a un aparato de redundancia que funciona reciclando las mismas acciones y, ante todo, subordina las situaciones facilonas a una superficie de metáforas que buscan desesperadamente interrogar el carácter social y político de la historia sin alcanzar ninguna resolución significativa. A pesar todo, encuentro algo interesante la actuación de Utgoff cuando ejerce su pericia expresiva para comunicar la ingenuidad, la honestidad y la cercanía de ese masajista enigmático con las manos místicas que está condenado a transitar como inmigrante, en un país que ignora su pasado trágico como ucraniano que perdió a su madre en el accidente nuclear de Chernóbil. Su presencia me resulta hipnotizante, aunque se vea constantemente afectada por esa necesidad estética de Szumowska de utilizar el encuadre y la música extradiegética para hablar en clave alegórica.

 

Ficha técnica
Título original: Never Gonna Snow Again (Sniegu juz nigdy nie bedzie)

Año: 2020

Duración: 1 hr 56 min
País: Polonia
Director: Malgorzata Szumowska, Michal Englert

Guion: Michal Englert, Malgorzata Szumowska

Música:
Fotografía: Michal Englert
Reparto: Alec Utgoff, Agata Kulesza, Maja Ostaszewska, Weronika Rosati,
Calificación: 6/10