“¡Luces, cámara y acción!” Desde el siglo XX, República Dominicana proyectó su primer filme en el teatro Curiel en Puerto Plata, marcando el inicio del cine. El siglo pasado albergó emblemáticas salas como el Cine Lido, autocinema Iris, Apolo y La Republicana, contribuyendo a forjar la conexión de los dominicanos con la magia del séptimo arte.
De hecho, la generación millennials disfrutó producciones como “Nueba Yol: por fin llegó Balbuena” (1995), “Jugada final” (1996), “Perico ripiao” (2003) y “Sanky panky” (2007), lo que sentó el “interés” de productores y directores en crear una legislación que estimulara y respaldara la producción cinematográfica nacional. Los largometrajes “La soga” (2009), “Trópico de sangre” (2010), “Jean gentil” (2010) y “Lotoman” (2011), se convirtieron en los últimos en estrenarse en la pantalla grande antes del 2013.
En 2010 se promulgó la Ley de Cine 108-10 para la “Promoción de la actividad cinematográfica de República Dominicana”, dando origen a la Dirección General de Cine (DGCine) con un presupuesto aprobado de RD$ 135 millones para el 2023. Esta entidad ha sido el pilar de una industria que ha vivido luces y sombras en sus 13 años de existencia.
República Dominicana: en la mirada del cine regional
El productor Francis Disla es claro: la Ley de Cine es una bendición divina de Dios. “No llegó de la nada, fue el esfuerzo de productores como Leticia Tonos, Fernando Báez y otros, que abogamos a que se creara una especie de incentivos para desarrollar la industria”, sostuvo el propietario de Aldea Studios.
Su homólogo, Frank Perozo, afirmó que los países de América Latina y el Caribe “deberían tener una legislación” porque así se dinamizará su economía y crearían más fuentes de empleos.
“Desde los últimos 10 años y cada año que pasa son mejores ingresos, vienen más producciones y se interesan más personas. Yo entiendo que la Ley de Cine debe de ser algo intocable”, comentó.
Esta norma busca impulsar, desarrollar y consolidar el sector cinematográfico en el país. Desde 1900, productores como René Fortunato, Pinky Pintor, Angel Muñíz y el fenecido Luisito Martí apostaron por la industria, otros producen bajo el Artículo 34, que establece el apoyo a los nacionales.
La productora Zumaya Cordero afirmó que la legislación ha hecho posible que jóvenes cineastas desarrollen sus audiovisuales y la cantidad de largometrajes se ha elevado en los últimos años.
“Como distribuidores (Caribbean Cinemas) nosotros valoramos con su justa medida todo lo que la Ley define y genera para nuestra industria”, aseguró a Acento.
Para la actriz Nashla Bogaert, la Ley de Cine es la herramienta fundamental para el sector dominicano. “La idea es que cada tipo de mercado de cine tenga la oportunidad de realizarse y mostrar una nueva forma de hacer cultura”, consideró. Y no es para menos. La pantalla grande sigue siendo un lienzo en blanco para contar historias que atrapen a todo tipo de cinéfilo, capte nuevos mercados y revolucione con sus historias.
“En nuestro país, el cine es el reflejo de una sociedad y, a la vez, una realidad”, comentó Bogaert. Para la intérprete, el llamado séptimo arte brinda la oportunidad de tener “a personas prosperando, viendo crecer sus negocios y la posibilidad de viajar con una historia que contar”.
¿Una pérdida para el Estado?
Los economistas definen el gasto tributario como los ingresos que el fisco deja de percibir al otorgar un tratamiento impositivo preferencial para beneficiar a sectores, zonas o contribuyentes. Solo en 2022, el Ministerio de Hacienda proyectó un monto de RD$ 310,120.7 millones, el 4.5% del producto interno bruto (PIB).
¿Está incluido el sector cinematográfico? El organismo fiscal indica que el cine tendrá un gasto tributario de RD$ 4,655.5 millones, lo que representa el 1.5% del total.
Fue en 2013 que Hacienda comenzó a estimar el gasto tributario de la Ley de Cine. En ese momento fue el 0.02% del producto interno bruto (PIB) nacional. En 2014 se fijó en RD$ 283.3 millones, 2015 incrementó a RD$ 1,063.8 millones y en 2016 situó en RD$877 millones. Los siguientes años presentó un crecimiento de 24.1%, al pasar de RD$ 1,401.7 millones en 2017 a RD$ 1,063.3 millones en 2019.
En 2020, Hacienda estimó el gasto tributario en el sector cinematográfico de RD$ 2,152.2 millones. En 2021, por los efectos de la recuperación económica disminuyó a RD$ 834.7 millones y al cierre del 2022 subió a RD$ 5,012.5 millones.
“Es simplemente tener una política cultural y cinematográfica donde estos dos ejes tengan, por parte del Gobierno, un mejor apoyo económico o una vía de financiamiento para desarrollar los proyectos”, consideró el actor Orestes Amador.
Los jóvenes realizadores tienen una estética incomparable y de clase mundial. “He estado en algunas películas que internacionalmente están ubicadas y compradas, pero se han hecho con un presupuesto pírrico”, expresó Amador.
Usar las tendencias y hacer cine de calidad
Los conflictos políticos, las rebeliones sociales y el desarrollo económico fungen como inspiración para los directores y productores para crear un nuevo largometraje. Para actores del Caribe, estos factores contribuyen al avance del cine regional.
En 1915, el camarógrafo puertorriqueño Rafael Colorado grabó el primer largometraje en República Dominicana. Se le tituló “Excursión de José de Diego en Santo Domingo”. Escenas de filmes como “El padrino”, “La ciudad perdida” y “Jurassic park” se grabaron en la tierra ubicada en el Caribe.
Y no es para menos. El país cuenta con cinco estudios como Lantica Studio, Río Haina, Lone Coconut, Aldea Studio y La Casita de Producciones, que albergan a más de 30 películas que se filman a nivel nacional cada año. Además, películas como “O+” (2023), de Pop Entertainment, es un ejemplo de coproducción entre República Dominicana y Argentina; también “Carajita” (2021), de Ulises Porra y la argentina Silvina Schincer.
“Yo me siento feliz del avance del cine dominicano que está atrapando el mercado internacional, porque así nos están ubicando en el mapa cinematográfico mundial, donde lo rigen las grandes industrias, incluso hasta los llamados independientes”, consideró Amador.
No obstante, para Disla debe primar la calidad.
“Desde la escritura, edición e historias debe ser un contenido de calidad, un cine que cuente sobre la cotidianidad y gracia de los dominicanos”, sostuvo el productor.
Para el realizador Nicolás Lamadrid, en la producción se debe saber utilizar las tendencias. “La publicidad tradicional ha muerto, debemos hablar de entretener. Uno de los mayores retos para nosotros es tener en cuenta las tendencias, que pueden cambiar con el tiempo y están constantemente cambiando por factores como la evolución de la tecnología, las transformaciones en la sociedad y las preferencias socioculturales”, comentó.
Mercado laboral
Aquí la cifra: RD$ 15,710 millones fueron movilizados por el cine en 2022. Los expertos son claros: las industrias creativas y culturales crean nuevos puestos laborales, desarrollan el talento de una sociedad y diversifican la economía tradicional de una nación.
De acuerdo con Johnnie Mercedes, “se debe lograr que el Estado cumpla con su deber apoyando con incentivos a la realización de un cine emergente, la formación técnica y artística, consciente de la importancia del cine como arte e industria y desarrollo del país”.
Con la pandemia del COVID-19, los incentivos, infraestructura y capital humano pusieron la industria cinematográfica dominicana en la mira del productor internacional.
“Nosotros pasamos de recibir entre US$ 25 millones y US$ 35 millones en presupuestos de proyectos extranjeros a más de US$ 200 millones, fue un crecimiento exponencial”, aseguró la titular de DGCine, Marianna Vargas.
El Ministerio de Educación Superior, Ciencia y Tecnología (Mescyt) registra 152 egresados del grado de Cine. “La docencia tiene la misión de inspirar a los estudiantes, mostrarles un camino de posibilidades para que sus sueños se manifiesten”, afirmó Robelitza Pérez.
Para la actriz de teatro, como docente mantiene una actitud positiva y “muestra lo mucho que me gusta el cine”, para motivar a sus estudiantes que formarán parte de los profesionales del llamado séptimo arte.