La República Dominicana, al igual que otros territorios del Caribe, ha sido un destino recurrente para las industrias cinematográficas extranjeras, que encuentran en sus paisajes naturales y urbanos un escenario ideal para la realización de producciones fílmicas.
Las condiciones climáticas favorables, la belleza de sus entornos naturales y la proximidad geográfica han convertido al país en un atractivo para rodajes parciales o totales de películas extranjeras.
Desde finales de los años sesenta cuando se declara de interés nacional el desarrollo turístico, se abrió una ventana de oportunidad para que grandes productoras europeas y norteamericanas consideraran a la República Dominicana como una locación viable para sus historias de espionaje, aventura, drama, comedia y terror.
Ejemplos notables de este interés incluyen películas como “El Padrino II” (1974), dirigida por Francis Ford Coppola, cuyas escenas de la Habana prerrevolucionaria se recrearon en las avenidas Duarte y Mella de la capital dominicana.
Asimismo, “Pantaleón y las Visitadoras” (1975), basada en la obra del afamado escritor Mario Vargas Llosa, fue rodada en La Romana, aprovechando las encantadoras locaciones de la región para narrar su historia. Además, el desarrollo de personal técnico local, que comenzaba a formarse gracias a la experiencia adquirida en la televisión, fue un factor adicional para atraer estas producciones.
Sin embargo, fue la promulgación de la Ley No. 108-10 para el Fomento de la Actividad Cinematográfica en la República Dominicana en 2010 lo que consolidó al país como un destino preferente para el rodaje de producciones extranjeras. Esta ley, que administra los incentivos fiscales para el desarrollo de la industria cinematográfica dominicana, marcó un antes y un después en el posicionamiento del país en la industria global del cine.
Antes de la Ley No. 108-10, y con excepción del apoyo brindado por la Dirección Nacional de Cine (DINAC) entre 2004 y 2010, la veracidad de las experiencias de varios rodajes extranjeros en territorio dominicano era cuestionable, ya que no existía un registro riguroso de las mismas y mucho menos una estadística real y supervisada.
Esto ha dado lugar a una serie de mitos y malentendidos sobre la verdadera participación de la República Dominicana en la realización de ciertas películas, muchos de los cuales han sido perpetuados tanto en la cultura popular como en los medios de comunicación, tanto escrita como digital, confundiendo al dominicano al momento de querer recordar los rodajes que se han realizado en Quisqueya.
Por tal razón, nos hemos reunido para hacer esta investigación que servirá para esclarecer con datos precisos algunas informaciones, con el propósito de contribuir a la historia de una industria que cada vez más busca utilizar las bondades que la isla brinda a los productores. A continuación, desmontamos algunos de estos mitos sobre películas de renombre que supuestamente fueron rodadas en suelo dominicano:
Apocalypse Now
Uno de los mitos más persistentes es el que rodea a la icónica película “Apocalypse Now” (1979), dirigida por el afamado cineasta italoamericano Francis Ford Coppola. Durante años, se ha creído que una de las escenas más representativas de la película, en la que helicópteros del noveno batallón de la Primera División de Caballería Aerotransportada surcan un río antes de un ataque, fue filmada en el río Chavón, en La Romana.
Sin embargo, el propio Coppola desmintió esta afirmación, aclarando de manera categórica: “No, not true” (No, no es verdad). La película, incluida esa escena icónica, fue completamente rodada en Filipinas, enfrentando además múltiples desafíos durante su producción.
Curiosamente, existe una conexión poco conocida entre el equipo de “Apocalypse Now” y el de “Sorcerer” (1977), la película de William Friedkin que también enfrentó grandes dificultades de producción. Muchos miembros del staff que trabajaron en Sorcerer, rodada en República Dominicana, participaron también en “Apocalypse Now”, y viceversa, ya que ambas producciones se prolongaron durante tanto tiempo que coincidieron en varios aspectos logísticos. De hecho, el equipo que llegaba a República Dominicana bromeaba frecuentemente sobre cuál de las dos producciones era más caótica.
Esta anécdota fue compartida por Peggy Guzmán, uno de los dominicanos que trabajó en Sorcerer, quien recordó que todo el personal dominicano involucrado sabía perfectamente que “Apocalypse Now” no fue filmada en el país. Es posible que el intercambio y la conexión entre el equipo de ambas películas haya contribuido, años después, a la creación del falso rumor sobre la localización de la famosa escena.
(Véase: https://cinemadominicano.com/francis-ford-coppola-aclara-que-apocalypse-now-no-fue-filmada-en-rd/)
Jurassic Park
Otro mito ampliamente difundido está relacionado con la película de aventuras “Jurassic Park” (1993), dirigida por Steven Spielberg y basada en la novela de Michael Crichton. En una de las escenas, se menciona la “Mina de Ámbar Mano de Dios, República Dominicana”, lo que ha llevado a muchos a creer erróneamente que parte de la película fue rodada en el país.
Sin embargo, ninguna escena fue filmada en suelo dominicano; el rodaje real se realizó en California y Hawái entre agosto y noviembre de 1992, concretamente en la isla de Oahu, en el Rancho Kualoa, uno de los escenarios cinematográficos más reconocidos de la región.
La razón por la que se menciona a la República Dominicana está vinculada a la fama mundial del ámbar dominicano, conocido por su excepcional pureza, transparencia y la rareza del ámbar azul, prácticamente exclusivo de esta región. Aunque el ámbar se encuentra en otros países como Polonia, Rusia, México, Myanmar, Líbano y Canadá, el ámbar dominicano destaca por sus propiedades conservacionistas.
Este detalle fue incluido en la narrativa de la película debido a la investigación realizada por los naturalistas estadounidenses George y Roberta Poinar en 1986, quienes estudiaron insectos prehistóricos atrapados en ámbar dominicano, preservando algunas células intactas, incluyendo ADN. Este descubrimiento inspiró a Crichton a desarrollar la premisa de su novela, en la que los dinosaurios son creados a partir del ADN de insectos fosilizados en ámbar.
Los Poinar realizaron una expedición a las minas de ámbar de La Toca, en la región montañosa del norte de la República Dominicana, recolectando cientos de muestras de fósiles en ámbar de millones de años de antigüedad.
Este trabajo fue publicado en el libro “The Amber Forest: A Reconstruction of a Vanished World” en 1999. Aunque algunas escenas científicas de la película se basan en estos estudios, ninguna fue filmada en su laboratorio, como algunos rumores sugieren.
Spielberg, inicialmente interesado en filmar en Costa Rica, donde transcurren los eventos de la novela, finalmente optó por la isla hawaiana de Kauaʻi, donde anteriormente había filmado escenas de Cazadores del Arca Perdida (1980).
La mezcla entre la inspiración científica detrás del ámbar dominicano y las impactantes localizaciones hawaianas terminó por crear el mundo visualmente icónico de “Jurassic Park”.
Piratas del Caribe: la maldición del Perla Negra
La región norte de la República Dominicana, particularmente las provincias de Samaná y María Trinidad Sánchez, es conocida por sus playas paradisíacas, que han servido como escenario para diversas producciones cinematográficas que buscan capturar la exuberante belleza natural del Caribe.
Sin embargo, en el caso de la película “Piratas del Caribe: La maldición del Perla Negra” (dirigida por Gore Verbinski en 2003), ha surgido un mito que sugiere que algunas de sus escenas fueron filmadas en la bahía de Samaná.
Este mito, aunque popular, es incorrecto. La realidad es que esta producción no aprovechó las majestuosas costas dominicanas. El rodaje de la película se llevó a cabo entre octubre de 2002 y marzo de 2003 en locaciones de San Vicente y las Granadinas y en sets de Los Ángeles, California.
El Location Manager Larry Ring, junto con el equipo de producción, seleccionó San Vicente como la principal locación de rodaje debido a que encontraron en esta isla la playa más tranquila y adecuada para las necesidades de la película en la región del Caribe.
El cronograma de filmación se desarrolló de la siguiente manera: en octubre de 2002, el equipo rodó algunas escenas en Rancho Palos Verdes, California; en diciembre del mismo año, se trasladaron a San Vicente y las Granadinas para continuar con el rodaje en las idílicas playas de la isla; y finalmente, en enero de 2003, regresaron a Los Ángeles para filmar las escenas que requerían un set de cavernas especialmente diseñado.
(Véase: “13 hechos detrás de escena sobre Piratas del Caribe: La maldición del Perla Negra”. Oh mi Disney. 18 de diciembre de 2015).
Rambo: Part II
La saga de “Rambo: Part II” (dirigida por George P. Cosmatos y estrenada en 1985) es un caso curioso dentro de la cultura popular dominicana, ya que ha generado diversas leyendas sobre su rodaje.
La película, que se estrenó en Santo Domingo el 11 de julio de 1985, contaba con un presupuesto de 25 millones de dólares y fue escrita por David Morrell, autor de la novela en la que se basó la primera entrega, quien también creó una novelización para esta segunda parte. A pesar de su éxito global, en la República Dominicana persiste el mito de que algunas escenas se filmaron en el país.
En realidad, Rambo: Part II se rodó íntegramente en locaciones de México. Una de las escenas más comentadas, la explosión en la cascada y la secuencia de los helicópteros, que según el mito popular se filmaron en el río Chavón, en La Romana, fueron en verdad grabadas en Coyuca de Benítez, en el estado de Guerrero, México.
Además, otras partes de la película se rodaron en Tecoanapa, también en Guerrero, y en una base aérea militar que se utilizó como locación para las escenas en los hangares donde se desarrolla una gran parte de la acción. Este trabajo de locaciones estuvo a cargo de Juan Clemente, quien eligió cuidadosamente los lugares que mejor se adaptaban a las necesidades del rodaje.
Sin embargo, lo que sí conecta a esta producción con la República Dominicana es una interesante anécdota relacionada con el título de la película. El nombre “Rambo”, que se convirtió en un ícono del cine de acción, fue en parte producto de la creatividad de la compañía distribuidora local Cine Film S.A., y su creativo Papi Bello que trajo la primera película al país.
Mario Kassar, el productor ejecutivo y socio de Andrew Vajna, propietarios de Carolco Pictures, tenía nacionalidad dominicana y solía visitar frecuentemente la República Dominicana, donde tenía una residencia en Casa de Campo.
Durante una de sus visitas, acompañado de amigos dominicanos, Kassar se enteró de que la primera parte, titulada originalmente “First Blood” (Primera Sangre), fue publicitada en la República Dominicana con el nombre del personaje interpretado por Sylvester Stallone: Rambo, añadiendo como subtítulo el título original “First Blood”.
Esto llamó la atención de Kassar, quien señaló la incongruencia de cómo podría titularse la secuela como “First Blood Part II”, en español Primera Sangre parte 2, incluso cuando el personaje de Rambo ya se había convertido en el nombre más reconocible.
A partir de entonces, y gracias a esta estrategia publicitaria iniciada curiosamente en territorio dominicano, el nombre Rambo pasó a ser el título oficial de la secuela y subsecuentes películas de la saga.
De este modo, Rambo se consolidó como el personaje de acción más popular del cine norteamericano, en parte gracias a una ingeniosa estrategia de marketing que tuvo su origen en la República Dominicana.
Rápido y Furioso
No cabe duda de que Mark Sinclair Vincent, más conocido como Vin Diesel, actor, productor y director de cine estadounidense nacido en Alameda, California, tiene un profundo aprecio por la República Dominicana.
Desde su primera visita al país en 2003, donde sostuvo un encuentro con la prensa dominicana en un hotel de la capital para anunciar sus planes de llevar a cabo varios proyectos cinematográficos en el país, Diesel ha cultivado numerosas amistades y ha disfrutado de la calidez de los paisajes dominicanos.
Este afecto por la isla se ha reflejado en su carrera, especialmente en la saga de “Fast & Furious”. Cuando Diesel retomó las riendas de la serie, manifestó su deseo de vincular la historia con la República Dominicana, lo que se hizo evidente en la cuarta entrega de la saga, lanzada en 2009.
En la secuencia de apertura de esta película, se menciona al país en una escena que muestra el robo de un tanquero de gasolina en plena autopista. Esto llevó a muchos a creer que dicha escena fue rodada en suelo dominicano. Sin embargo, la realidad es que la filmación se llevó a cabo en Magdalena de Kino, un paraje ubicado en el norte del estado de Sonora, México.
Otro mito asociado a la República Dominicana en esta franquicia surge en la séptima entrega, estrenada en 2015. En esta película, el cantante Romeo Santos hace una aparición como el personaje Mando, en una escena donde conversa por celular junto a la actriz Jordana Brewster (quien interpreta a Mia Toretto, hermana de Dominic Toretto, el personaje de Diesel) en lo que parece ser una lujosa villa ubicada en Monte Cristi.
Sin embargo, la mansión que se muestra en la película no está en la República Dominicana; en realidad, está ubicada en Los Ángeles y forma parte de las locaciones utilizadas para esa entrega, junto con Atlanta, Abu Dhabi y Colorado.
Lo que sí es cierto y significativo en la conexión de la saga con la República Dominicana es la producción del cortometraje “Fast & Furious 3.5: Los Bandoleros”, o simplemente “Los Bandoleros” (2009). Este proyecto fue escrito y dirigido por Vin Diesel y contó con la participación de actores como Michelle Rodríguez, Sung Kang, Tego Calderón, Don Omar y Mirtha Michelle. Las locaciones elegidas para este cortometraje incluyeron la Ciudad Colonial, el barrio de Santa Bárbara y la carretera de Monte Plata.
La historia de “Los Bandoleros” sirve como un puente narrativo entre la primera película de la saga y la cuarta entrega, conectando directamente con la secuencia del robo del camión de gasolina que abre “Fast & Furious 4” (2009).
Aunque este cortometraje fue realizado en suelo dominicano, no se distribuyó ampliamente en cines; en su lugar, se incluyó como un contenido extra en la edición especial en Blu-ray vendida en Estados Unidos.
Conclusión
A lo largo de los años, la República Dominicana ha jugado un papel fundamental en el mundo del cine, no solo como un impresionante telón de fondo para producciones internacionales, sino también como una fuente de inspiración y creatividad.
Desde que sus paisajes comenzaron a atraer a grandes productoras, el país se ha convertido en un lugar de referencia para el rodaje de películas. Sin embargo, como en toda buena historia, no todo lo que se dice es verdad. Algunos mitos sobre películas que supuestamente fueron rodadas en suelo dominicano han crecido con el tiempo, distorsionando la realidad.
Es aquí donde entra en juego la Ley No. 108-10, un hito que no solo ha reforzado la posición de la República Dominicana como un destino privilegiado para la industria cinematográfica, sino que también ha establecido un marco claro para distinguir entre realidad y ficción.
Esta legislación ha permitido que el país ofrezca no solo sus extraordinarias locaciones, sino también un registro preciso y confiable de las producciones que realmente han utilizado su territorio.
El valor de este artículo va más allá de lo técnico; refleja un compromiso con la verdad y con el reconocimiento de la República Dominicana como un verdadero protagonista en la narrativa cinematográfica global.
Al desmitificar las historias erróneas y destacar las auténticas contribuciones del país al cine, preservamos no solo la historia de las películas que han pasado por estas tierras, sino también la identidad cultural y el orgullo nacional.
Este trabajo, elaborado por Félix Manuel Lora y Marc Mejía, miembros activos de la Asociación Dominicana de Prensa y Crítica Cinematográfica (ADOPRESCI), se enmarca en la labor de un grupo de críticos y periodistas dedicados a la verdad cinematográfica, quienes siempre buscan fuentes confiables para sus escritos.
ADOPRESCI agrupa a estos profesionales, pero también reconoce la valiosa aportación de otros compañeros que, aunque aún no forman parte de la entidad, comparten este riguroso compromiso con la veracidad en sus análisis y artículos.
Juntos, conformamos un exclusivo grupo de “Narradores de la Verdad Cinematográfica”, que se dedica a elevar el estándar del periodismo y la crítica de cine en la República Dominicana.
Mirando hacia el futuro, la República Dominicana está preparada para continuar escribiendo su propia historia en el cine, una historia basada en hechos reales y respaldada por una documentación sólida.
Cada nueva producción que elija estas costas para desarrollar su narrativa no solo encontrará un escenario deslumbrante, sino también una plataforma que asegura que su legado quede registrado de manera fiel y respetuosa.
Así, el país seguirá siendo un lugar donde las grandes historias se encuentran con la realidad, y donde el cine y la verdad caminan de la mano, contribuyendo de manera auténtica y duradera a la historia del séptimo arte.