Los Fabelman es una película en la que Steven Spielberg recupera ese ciclo que, sospecho, ha estado de moda en los últimos años sobre cineastas que de alguna manera registran su propia memoria biográfica en clave ficcional (como ya lo han hecho Anderson, Branagh, Cuarón, Gerwig, Iñárritu, Linklater, Sorrentino, Tarantino, entre otros), donde el corpus de la historia se ensambla a través recuerdos de la juventud y las vivencias personales. Me atrevo a decir que, en las dos horas y media que dura, es un film emotivo de mayoría de edad, en el que Spielberg entrega su carta de amor al cine y, a la vez, encuadra un retrato muy personal, semi-autobiográfico, de un chico que busca su propia voz en el camino de la realización cinematográfica, sin nunca caer en el terreno de la indulgencia calculada ni de la nostalgia cutre.
La trama se sitúa, primero, en los años 50 en Nueva Jersey y sigue la vida de Sammy Fabelman, un niño curioso e inocente que se enamora del cine desde la noche en que sus padres, Mitzi y Burt Fabelman, lo llevan a una sala a ver el estreno de The Greatest Show on Earth, de Cecil B. DeMille, cuyas imágenes lo dejan deslumbrado y pronto se acostumbra a rodar escenas con sus hermanas menores utilizando la cámara de 8mm de su papá. Con un ritmo placentero, la narrativa me cautiva con más fuerza en una segunda mitad en la que es mostrado como un adolescente con vocación de director que filma cortometrajes del oeste y del cine bélico usando a los amigos del barrio como actores principales, mientras, dicho sea de paso, es testigo de las crisis familiares, el divorcio de los padres, el acoso antisemita en la escuela, el primer amor y los obstáculos que se colocan en su etapa de formación temprana.
A ratos el relato me parece divertido, triste y demasiado transparente, pero de alguna forma Spielberg le añade a cada escena un trato idealizado y melancólico que le sirve para interrogar, con cierta honestidad apodíctica, no sólo los dilemas de una familia judía al borde de la ruptura, sino, además, la enorme curiosidad que origina la pasión por el oficio de realizar películas entendida como la búsqueda de un joven que descubre el poder de la imagen para contar historias y reflejar los momentos agridulces de la realidad que permanecen embalsamados en una cápsula atemporal.
La actuaciones del reparto elevan el material y destaco, ante todo, la del desconocido Gabriel LaBelle como ese chico dubitativo que tiene el pasatiempo de filmar y editar películas para olvidar los encontronazos familiares; también la de Michelle Williams que ilustra, con toda su pericia expresiva, la madre alegre y depresiva que se sacrifica por sus hijos y desea encontrar la felicidad que no le da su marido y, además, la de Paul Dano como el padre comprensivo y reservado que comunica, con su mirada serena y los silencios, la decepción de poner su profesión por encima de los sentimientos con el único fin de mejorar la calidad de vida de sus hijos. Spielberg los encuadra en una puesta en escena que alcanza sus valores más notables en la autenticidad con la que se reproduce la época a través de los decorados y de la dirección de arte, aprovechando también la música sensible de John Williams y un estilo visual bastante agradable de la lente del veterano Janusz Kaminski que acentúa las inquietudes de los personajes con las dinámicas del encuadre móvil, la colorización azulada, el sobreencuadre de las películas proyectadas y el sólido sentido compositivo con signos autorreferenciales.
No se trata, desde luego, de uno de los mejores trabajos del realizador, pero reafirma aquella idea de que su maestría por el cine la adquirió, sobre todo, rodando películas, como si estuviera atrapado en un sueño eterno detrás de la línea de horizonte.
Ficha técnica
Título original: The Fabelmans
Año: 2022
Duración: 2 hr 30 min
País: Estados Unidos
Director: Steven Spielberg
Guión: Tony Kushner, Steven Spielberg
Música: John Williams
Fotografía: Janusz Kaminski
Reparto: Gabriel LaBelle, Michelle Williams, Paul Dano, Seth Rogen, Judd Hirsch
Calificación: 7/10