Una vendedora de unos 60 años cuenta el dinero desde su vitrina y un niño de unos seis años con un oso de peluche corretea por un exhibidor de películas ubicado en la estrecha y concurrida avenida Ramón Matías Mella, arteria comercial de la Ciudad Colonial, cerca del Barrio Chino y el pequeño Haití

“Es para adultos, abre a las 5:00 de la tarde y tienen que comprar la taquilla”, indicó. La boleta cuesta RD$ 150. En una avenida poco concurrida, rodeada de comercios de ropa, alimentos como víveres y quehaceres del hogar se alza el cine Lido.

Abrió sus puertas en 1963. Durante su estreno ofrecieron una cartelera variada, pero luego cambiaron a material erótico y pornográfico, permaneciendo en la cultura popular de los dominicanos y extranjeros, hasta seguir en funcionamiento en pleno 2024.

En la avenida Mella, antigua calle Capotillo, se encontraban los cines Apolo y Lido, que luego de meses en funcionamiento comenzaron a proyectar largometrajes de contenido erótico y pornográfico. Se les conocía como solo para adultos.

En 1908, el boricua Fundador Vargas abrió en República Dominicana el teatro Vargas, luego se conoció como Apolo (1936), que en los años setenta fue destinado a exhibir películas para adultos, detalló el informe “Las salas de cine de República Dominicana”, elaborado por la Dirección General de Cine (DGCine). Exhibía su cartelera desde las 5:00 de la tarde.

Tuvo un costo de instalación de US$ 5,000 y podía recibir hasta 800 personas. La Gometco Dominicana, de la familia Turull-Mayol, fueron sus distribuidores, además de suplir a Olimpia y Diana.

Tanto como el Lido como el Apolo, establece la DGCine, proyectaban el material adulto en 35mm y luego en formato de VHS y DVD.

“Del Lido y el Apolo se recuerda que eran salas exclusivamente de cine para adultos durante la segunda mitad de los años 70 y los 80… Un dato curioso que recuerdo es que el Lido proyectaba películas basadas en historias bíblicas en Semana Santa”, comentó el crítico de cine, Pachico Tejada.

Explicó a ACENTO que su popularidad se basaba en el hecho de ofertar una programación para adultos, en un tiempo en que ese material era de difícil acceso, “no como hoy, que hasta en los dispositivos electrónicos” se comparte este tipo de películas.

“Un detalle es que en 1980 no eran las únicas salas que proyectaban largometrajes pornográficos. Por ejemplo, los cines de barrio tenían un día a la semana para presentar ese tipo de películas”, recordó Tejada.

De hecho, agregó que en la era de las multisalas en los cines del Triple Nacional, de la avenida Duarte, y el Cinema Centro de la avenida George Washington, “tenían una sala para contenido explícito”.

De acuerdo con el experto en el séptimo arte, la causa de la decadencia de las salas de cine pornográfica es la misma que en el resto del mundo. O sea, el surgimiento del VHS que permitía mayor discreción, ya que brindaba la intimidad del hogar para disfrutar de las producciones.

“Hay una película que cuenta muy bien ese momento, y es Boogie Nights (1997), de Paul Thomas Anderson”, acotó.

El largometraje es una creación de Paul Thomas Anderson, quien relató que un productor encumbra a un joven que abandonó la escuela hasta ser exitoso en la industria pornográfica de 1970, pero su avaricia lo lleva al infierno en la década de los 80.