El director, guionista y productor Paul Thomas Anderson está considerado como uno de los más prolíficos y mejores cineastas norteamericanos de su generación, a la que también pertenecen Quentin Tarantino, David Fincher y Richard Linklater. Su impronta fílmica temprana se caracteriza por plantear una compleja red de hilos argumentales de desarrollo paralelo en la que las vidas de los personajes colisionan y se entremezclan dando lugar a historias narradas con sofisticación y un alto dominio del oficio. Tal es el caso de Boogie Nights y Magnolia, obras maestras de la narrativa fílmica contemporánea.

Posteriormente, en filmes como There Will Be Blood, The Master, Inherent Vice y Phantom Thread, Anderson traslada su estilo narrativo hacia historias austeras y lineales, desacelera la edición centrándose en planos fijos permitiendo que el espectador se adentre en la psiquis de sus personajes a través del simbolismo de las imágenes. Aunque el pesimismo, la frustración, las relaciones rotas y la amargura existencial están siempre presentes en su obra.

Su más reciente filme, Licorice Pizza, Anderson en formato de comedia romántica, nos presenta de manera ligera y desenfadada los encuentros y desencuentros de Alana Kane (Alana Haim) y Gary Valentine (Cooper Hoffman). Los coloca en el valle de San Fernando (Los Angeles) en 1973. Ella es una mujer de 25 años tratando de encajar en su entorno y él es un chico de 15 años, completamente inmaduro, aunque le sobra ingenio, tenacidad, obstinación y tiene el don de materializar sus ideas.

La relación de Alana y Gary es orgánica y arrítmica, no responde a un patrón preestablecido y está matizada por un sin número de personajes que hacen serpentear la trama en un sentido y otro. La película cuenta con la aparición de Bradley Cooper, Sean Penn y John Waits en pequeños papeles de personajes reales del Hollywood de los 70 que contextualizan y hacen auténtica la narración.

Si bien es cierto que Licorice Pizza es el filme más optimista de Anderson, también es cierto que no es uno de sus mejores. La narración está estructurada como una serie de episodios aislados e inconexos que la hacen sentir inconsistente, reiterativa y le restan impacto a la trama y su final es ligero y predecible. Licorice Pizza no está a la altura de las demás entregas de Anderson ni en fondo ni en forma.

Dicho esto, hay puntos luminosos que vale la pena destacar, Los actores principales, completamente desconocidos, asumen sus roles con total naturalidad y verosimilitud, en adición la química desarrollada por ambos desborda la pantalla en ingenio y buen humor. Alana Haim es miembro de la agrupación músico vocal Haim junto a sus hermanas y Cooper Hoffman es hijo del extraordinario Phillip Seymour Hoffman (ido a destiempo) ambos hacen un deslumbrante debut cinematográfico. Anderson creció y se formó en el Valle de San Fernando, por tanto, su guión exuda nostalgia a cada paso, la producción en su conjunto (banda sonora, vestuarios, peinados, escenarios) tiene una factura impecable.

No sorprende que Licorice Pizza haya sido nominada al Oscar a mejor película, siguiendo la creciente tendencia de la Academia a tomar en cuenta historias que no exigen mucho análisis por parte de los espectadores, tal es el caso de Argo, Green Book o CODA.