Mi búsqueda de algo de entretenimiento que me desconecte de los efectos nocivos de la cotidianidad, me ha llevado a consumir “John Wick 4”, la cuarta película en la franquicia del legendario asesino elegante y con mala suerte que interpreta Keanu Reeves bajo la dirección de Chad Stahelski. No supone para mi gusto algo fuera de serie o que no haya visto en otras partes con mejores resultados, pero es una secuela entretenida, que encuentra su grado de solidez en los tiroteos coreografiados y en un puñado de secuencias estilizadas que demuestran la pericia física de Keanu Reeves para iluminar las calles de neón como el antihéroe de acción definitivo, durante tres horas en las que disfruto verlo en su turismo internacional de balaceras sangrientas y trajes antibala.
En esta ocasión la trama se sitúa poco después de los eventos de John Wick: Chapter 3 -Parabellum y sigue a John Wick en su cruzada de venganza para obtener su libertad, en contra de la organización de asesinos internacionales conocida como la Alta Mesa, que lo persiguen por haber matado a uno de sus miembros de élite, en locaciones exóticas que trasladan su aventura por Nueva York, Marruecos, Osaka y París.
En términos generales, la narrativa estructura el conflicto siguiendo al pie de la letra la fórmula básica establecida por las predecesoras, donde el héroe indestructible pone sus habilidades al límite en situaciones de peligro para matar a los malos que salen de todas partes con todo tipo de armas, en lugares nocturnos ocasionalmente iluminados por luces coloridas de neón, mientras el villano estereotipado que ocupa una posición de poder envía los matones equipados con trajes antibala para darle forma a las persecuciones violentas.
Sin embargo, el asunto me resulta interesante porque, ante todo, en su núcleo predomina un factor de sorpresa que, lejos de las típicas secuencias de pelea y los tiroteos brutales, añade una capa impredecible a los pasos que da John Wick cuando está motivado por la necesidad de escapar de ese mundo violento para regresar a una vida tranquila en el anonimato.
La propuesta siempre mantiene el tono de consistencia con la actuación de Reeves, que a sus 58 años demuestra que todavía le queda la energía necesaria para realizar, con mucha autenticidad y astucia, combates cuerpo a cuerpo, acrobacias y movimientos que sacan toda su destreza física para el manejo de armas letales y ciertas técnicas de artes marciales, además de sacarle provecho a la cara de piedra de Wick para utilizar los one-liners que funcionan como alivio cómico entre contactos sangrientos. A su lado hay un rol solvente secundario de Ian McShane como el sinuoso y pragmático Winston.
Stahelski los captura en una puesta en escena que, de manera afilada, evoca el estilo visual de una novela gráfica y aprovecha las posibilidades del encuadre móvil para agregar un sentido de ritmo trepidante al aparato de acción hipercinético en los espacios cerrados, donde la espectacularidad, sincronizada con la música, alcanza un punto fuerte en las coreografías de lucha, disparos y puñaladas; destacándose, primero, la secuencia del Arco de Triunfo y, segundo, en el interior del edificio donde John lucha contra hordas de asesinos, en un plano secuencia en picado que casi me corta la respiración. Mis únicas quejas se limitan a la nula presencia policial y mediática entre tanto caos. Pero todo lo otro me satisface. Es una cuarta entrega brutal, que ofrece la dosis adecuada de acción casi al mismo nivel de los capítulos anteriores.
Ficha técnica
Título original: John Wick: Chapter 4
Año: 2023
Duración: 2 hr 49 min
País: Estados Unidos
Director: Chad Stahelski
Guion: Michael Finch, Shay Hatten
Música: Tyler Bates, Joel J. Richard
Fotografía: Dan Laustsen
Reparto: Keanu Reeves, Donnie Yen, Bill Skarsgård, Laurence Fishburne, Hiroyuki Sanada, Rina Sawayama, Ian McShane
Calificación: 7/10