Inmaculada es una película de Michael Mohan que sigue esa tendencia del cine de terror sobre monjas que lleva ya unos años instalada de facto en la oferta de Hollywood, pero aferrado siempre al manual básico del subgénero de nunsploitation para subrayar algunos tópicos subyacentes sobre los temores de la mujer en la sociedad actual.

A juzgar por lo que veo en menos de hora y media deduzco que, como terror psicológico, tiene un arranque prometedor que se valida con las atmósferas lúgubres y una densa actuación de Sydney Sweeney como la monja en peligro, pero a menudo no disimula los sobresaltos y suele frecuentar lugares comunes que carecen de escalofríos, donde todo el barullo permanece suspendido en una inercia de escenas previsibles que solo consiguen despertar mi aburrimiento.

En la trama Sweeney interpreta a Cecilia, una joven novicia que llega a un convento en Italia luego de convertirse al cristianismo para superar un trauma de la infancia.

En general, la narrativa esquematiza el asunto de la monja con una serie de interrogantes que atrapan mi interés, al menos, desde las primeras escenas en que se respira un ambiente siniestro que se amplifica cuando ella toma sus votos perpetuos para adherirse a los consejos evangélicos antes de ser decorada con un rosario; mientras establece un vínculo con algunas de las hermanas del recinto y de día frecuenta la capilla para confesar esas pesadillas que tiene por las noches sobre figuras encapuchadas que aparecen en su habitación.

Pero pronto me convierto en prisionero de una abulia que se prolonga, ante todo, cuando la monja descubre que está embarazada y es tratada por gente perversa que la ven como un milagro del señor para otros fines. A partir de este detonante, se manifiestan los clichés manoseados del terror psicológico que reducen las acciones de los personajes a las discusiones a puerta cerrada de las autoridades eclesiásticas sobre la voluntad de dios; la claustrofobia de la monja embarazada que sospecha que es víctima de un experimento macabro; las señales ocultas en el convento que revelan la naturaleza malvada de los sacerdotes y las monjas ancianas; los encuentros pautados en la cámara de la tortura; los gritos de las mujeres que intentan escapar a la maldad; la obsesión del clérigo fanático que disecciona mujeres para esconder el pasado de villano fascista.

El desarrollo de los personajes me parece superficial, más allá de las descripciones de último minuto que los transforma en estereotipos genéricos, y el conflicto central carece de profundidad porque, dicho sea de paso, mantiene con consistencia, una rutina de situaciones que se resuelven de una manera facilona. Hay estrangulaciones, crucifijos, catacumbas, rituales religiosos. Sin embargo, todo luce demasiado puesto para que la monja experimente el sufrimiento y emplee la brutalidad para luchar contra los curas misóginos que no aman a las mujeres.

A pesar de todo lo que observo, me resulta creíble la interpretación de Sweeney cuando utiliza su registro expresivo para acentuar el pánico y los gritos, de una monja perdida en un laberinto monástico que es obligada a combatir sus miedos internos en un acto sangriento de desesperación; alcanzando su punto de solidez en la climática escena en que da a luz al bebé del diablo y llora de dolor con la cara ensangrentada, antes de morder el cordón umbilical para abortar su existencia con una roca.

Con ella, Mohan elabora un comentario social sobre la condición de la mujer que, dentro de sus limitaciones simbólicas, abre un debate para dialogar sobre la violencia de género, el abuso sexual, el fanatismo religioso y los dilemas éticos del aborto que ocurren cuando el cuerpo femenino es vulnerado con cicatrices que se quedan de por vida.

En su puesta en escena, por otro lado, prevalecen ciertos accesorios cosméticos que agregan valor al tono lóbrego del relato a través de las atmósferas que aportan una belleza estética con sus claroscuros y de la música sacrosanta que recupera algunas melodías clásicas que seducen mis oídos. Desafortunadamente, estos elementos no son suficientes para sacar del abismo a esta cinta de terror que, dentro su ritmo desorganizado, no es otra cosa que una sucesión de eventos predecibles y aburridos, de una monja empeñada en ser una misionera de la justicia social.

Ficha técnica
Título original: Immaculate

Año: 2024
Duración: 1 hr. 29 min.
País: Estados Unidos
Director: Michael Mohan
Guion: Andrew Lobel
Música: Will Bates
Fotografía: Elisha Christian
Reparto: Sydney Sweeney, Álvaro Morte, Simona Tabasco
Calificación: 5/10