“Háblame”, ópera prima de los directores australianos Danny y Michael Philippou, es posiblemente una de las películas de terror más comentadas de este año y, sospecho, la popularidad se debe en parte al mercadeo intensivo de A24 que la promociona como si se tratara de una cinta de Jordan Peele. A diferencia de The Babadook, otra cinta de terror australiana de Causeway Films en la que los ahora directores de esta trabajaron a las órdenes de Jennifer Kent, no encuentro que sea la gran cosa que me venden religiosamente con la publicidad engañosa de los festivales de cine. Es una película de terror supernatural que estrecha la mano de tópicos interesantes sobre el dolor de la pérdida y las fragilidades adolescentes, pero cuyo núcleo permanece atrapado en un capítulo de posesiones y sustos repentinos que carecen de cualquier tipo de escalofríos del otro lado de la pantalla, durante una hora y media en la que no pasa nada sustancioso que me quite la abulia que se dibuja sobre mi cara.

Su argumento se sitúa en una localidad australiana y sigue a Mia, una adolescente de 17 años que no supera la muerte de su madre por sobredosis y vive temporalmente en la casa de su mejor amiga Jade y el hermano pequeño de esta llamado Riley, donde una noche acude a una fiesta en la que la atracción principal entre los jóvenes es una mano amputada y embalsamada que al tocarla permite que una persona se comunique con los espíritus de los muertos con solo decir la palabra "háblame" y, además, diciendo "te dejo entrar" para dejarse poseer durante noventa segundos, mientras son grabados con la cámara del smartphone de los adolescentes eufóricos que buscan subir el evento a las redes sociales con ánimos de viralizarse.

El juego macabro de la mano que se vincula con los muertos tiene un arranque que, de cierto modo, me atrapa por la manera en que se configura con la fórmula básica del terror supernatural que tiene el fenómeno de la posesión como el dispositivo principal de la narrativa para modular los sustos y el grado de suspense en cada una de las escenas, alcanzando una cuota de brutalidad en la secuencia en la que el chiquillo poseído se comunica con la madre fallecida de Mia antes de ser secuestrado por la maldición de unos monstruos del más allá que disfrutan ver a las víctimas intentando suicidarse. Elementos como el primer plano de los poseídos con ojos negros o el uso del sonido diegético de los gritos ayudan a acentuar el trato visceral del horror.

Pero me temo que, en la superficie, todo el aparato de efectismo se vuelve aburrido porque repite las mismas situaciones previsibles sin añadir alguna capa de sustancia a unos personajes que solo cumplen con descripciones artificiosas al servicio del género, sin ningún giro sorpresivo o algún episodio espeluznante. Todo se desploma en un tercer acto que parece un callejón sin salida. Solo la actuación de Sophie Wilde luce, al menos, decente cuando captura la culpa y el sufrimiento de la protagonista con sus gestos y la mirada. Con ella se edifica un comentario de mayoría de edad sobre la fragilidad adolescente (miedos, sexualidad, incomunicación, etc.) entendida como la imposibilidad de superar el duelo y el trauma de una muchacha que se refugia en las mentiras para negar la realidad del suicidio de su madre. Todo lo otro pasa ante mis ojos sin nada que amerite ser recordado.

Ficha técnica
Título original: Talk to Me
Año: 2022
Duración: 1 hr. 35 min.
País: Australia
Director: Danny Philippou, Michael Philippou
Guión: Michael H. Beck, Danny Philippou, Bill Hinzman, Daley Pearson
Música: Cornel Wilczek
Fotografía: Aaron McLisky
Reparto: Sophie Wilde, Alexandra Jensen, Miranda Otto, Joe Bird
Calificación: 5/10