Mi necesidad de ponerme al día con algunas de las películas nominadas en la temporada de premios me ha obligado a ver Ellas hablan, el filme más reciente de Sarah Polley tras una ausencia de más de una década que, alguna manera, ha generado debate por los tópicos actuales que toca y que, por lo visto, desde su estreno ha cosechado una lluvia de aplausos en todos los festivales en los que se proyecta. La algarabía la comprendo porque la crítica de hoy se suele sorprender por poca cosa, pero es una película que no me produce ni frío ni calor. Lejos de su estilo visual de acabado grisáceo, es una propuesta baladí que pierde el efecto dramático al plantear interrogantes sobre el acoso, la fe y la emancipación femenina desde una superficie higienizada que, en ocasiones, se reduce a diálogos a puertas cerradas y a la rutina maniquea de las lecciones morales.

 

El argumento se sitúa en el año 2010 y sigue a un grupo de mujeres que reside en una pequeña colonia menonita que está aislada del mundo para disfrutar de los beneficios del siglo XIX, donde aprovechan la ausencia de sus esposos para reunirse en el desván de la granja y narrar las experiencias que han tenido como víctimas de unos hombres misóginos y machistas que en el nombre del señor han utilizado una cantidad considerable de drogas para someterlas y violarlas antes de ser encarcelados.

 

El asunto, en un principio, logra llamarme la atención por la manera en que cada de una de estas mujeres no solo revela la necesidad de escapar del maltrato, sino, además, algunas verdades sobre el acoso sexual, la violencia doméstica, el rol de la mujer, la pérdida de la fe, la opresión patriarcal, injusticia social, los deberes maternales, la descomposición familiar, la igualdad social. El texto en cuestión, edificado por las inquietudes personales que Polley imprime en su guion para trasladarlo a la cultura actual del Me Too, examina la condición de la mujer entendida como la búsqueda de libertad de unas mujeres psicológicamente afectadas que asumen la fuerza de voluntad necesaria para huir de la esclavitud establecida por el dominio de un patriarcado que aplasta su sensibilidad y los derechos robados por el trato desmoralizador que reciben como óbice de unos conservadores ortodoxos que emplean el abuso físico como castigo religioso.

 

Pero el problema fundamental, supongo, es que todo lo que narra carece de profundidad cuando esboza su comentario sobre la independencia al servicio del feminismo militante, dejando todo en un horizonte superfluo en el que todo está demasiado limpio y se señala con cierto maniqueísmo la inmoralidad de los hombres más obvia; además de que posee una clara falta de impulso dramático laminada por unos personajes femeninos que siempre permanecen sentados a ritmo letárgico en la silla de las descripciones mecánicas donde predominan los gestos y las miradas que solo subrayan una condescendencia que no me alcanza el tejido emocional. Las actuaciones del amplio reparto de actrices son, cuanto mucho, decentes y las olvido tan pronto como inician los créditos. Solo me causa una impresión la puesta en escena que desarrolla la acción casi siempre en una sola locación, así como el trabajo visual que evoca un paisaje campestre oscuro que es coherente con la atmósfera de tristeza y desasosiego.

 

Ficha técnica

Título original: Women Talking

Año: 2022

Duración: 1 hr 44 min
País: Estados Unidos
Director: Sarah Polley

Guion: Sarah Polley, Miriam Toews

Música: Hildur Guðnadóttir
Fotografía: Luc Montpellier
Reparto: Rooney Mara, Claire Foy, Ben Whishaw, Jessie Buckley, Frances McDormand,
Calificación: 5/10