El maestro jardinero es una película en la que Paul Schrader regresa a sus raíces estilísticas y, dicho sea de paso, cierra el capítulo final de su trilogía Man in a Room (traducido como «Hombre en una habitación») junto con El reverendo y El contador de cartas, donde el hilo conductor, al parecer, no es más que una delgada línea de protagonistas alienados, solitarios y ascéticos que registran sus experiencias diarias en habitaciones vacías con el fin de buscar algún tipo de iluminación para redimirse por los pecados del pasado. Desde el minuto uno, me parece un thriller finamente ajustado, que me crea una sensación tensa y me mantiene pegado del asiento cuando Schrader, con un pulso elevado, narra el camino de redención de un antihéroe interpretado con solidez por Joel Edgerton, con un ritmo consistente que nunca me obliga a mirar el reloj para saber cuándo termina.

Al igual que los personajes de las citadas entregas de la trilogía, el protagonista es un hombre hermético y reservado que por las noches escribe sus pensamientos en un cuaderno. Hay poca variación en términos estructurales. Pero a diferencia de los otros dos, el hombre en cuestión es un horticultor y se llama Narvel Roth, un sujeto que trabaja con su equipo en el jardín de una matrona rica que reside en la residencia de una antigua plantación y, entre otras cosas, un día se le pide que entrene a la sobrina nieta de la jefa, una joven mulata con la que desarrolla un vínculo que poco a poco rompe las barreras autoimpuestas por sus reglas personales.

A través de una serie de recursos estéticos como la elipsis, el encuadre móvil, la banda sonora, los diálogos interno-subjetivos de la voz en off, los flashbacks y el uso proxémico del espacio para subrayar estados de ánimo (como el jardín), Schrader consigue meterme de lleno en la compleja existencia de su protagonista, en un extraño rompecabezas que sus acciones como la de un individuo taciturno, meticuloso, sofisticado, que se refugia en el oficio de la botánica para olvidar la cantidad de cabezas que podó cuando era un supremacista blanco afiliado a los neonazis y traicionó a los suyos después de negarse a matar a la esposa y la hija de un predicador negro, condenado al ostracismo después de la muerte de su hija y su necesidad de cooperar con los federales.

En ese sentido, la actuación de Edgerton es bastante sólida cuando ejerce su pericia gestual para interpretar a Roth como un hombre solitario, de mirada fría, con una pelada de corte inferior, que se consuela escribiendo en su diario como si fuera un ritual y viste ropa de jardinería negra para tapar los tatuajes que cubren su cuerpo a modo de recuerdo, pero cuyo conflicto interior, en síntesis, florece lentamente como una especie de redención moral al ayudar a la muchacha drogadicta de la que se enamora para que escape de las drogas. Edgerton desarrolla una buena química con Sigourney Weaver como la perversa y racista matriarca de Luisiana, pero también con la desconocida Quintessa Swindell. Con esta última, forma una pareja especial que, ante todo, le sirve a Schrader no solo para interrogar los tabúes sociales (diferencia de edades, prejuicios raciales, etc.), sino, además, para acentuar la búsqueda del perdón y de la compasión como un acto de catarsis personal que mitiga la culpa. Como thriller funciona adecuadamente, con una dosis puntual de intriga que, incluso en el clímax, causa una ruptura muy sutil en la poética de la violencia de Schrader.

Ficha técnica
Título original: Master Gardener
Año: 2022
Duración: 1 hr. 50 min.
País: Estados Unidos
Director: Paul Schrader
Guion: Paul Schrader
Música: Devonte Hynes
Fotografía: Alexander Dynan
Reparto: Joel Edgerton, Sigourney Weaver, Quintessa Swindell, Esai Morales
Calificación: 7/10