Buscando en el catálogo más reciente del cine alemán contemporáneo, me he topado con una película de la directora María Schrader que se titula El hombre perfecto. No se trata de algo fuera de lo común o que me sorprenda considerablemente, pero me parece una comedia romántica de ciencia ficción que es bastante entretenida a la hora de interrogar con sutileza la eterna insatisfacción humana y los dilemas de las relaciones de pareja en una sociedad robotizada donde las emociones se han transformado en hologramas ilusorios que falsifican la empatía, con una química gratificante entre Maren Eggert y Dan Stevens.

El argumento se sitúa en una sociedad alemana en un futuro cercano y explora la vida de Alma, una mujer que trabaja en el famoso museo de Pérgamo de Berlín y que, para paliar los efectos de la soledad establecida por los traumas del pasado y de la imposibilidad de encontrar pareja por su obsesivo perfeccionismo (quiere, en pocas palabras, a un “hombre perfecto”), se ofrece como voluntaria en los experimentos de una empresa de investigación robótica para adquirir un humanoide con aspecto de galán que está programado para satisfacer sus necesidades afectivas como pareja y para hacerla feliz durante unas cuantas semanas de convivencia.

El asunto me resulta contagioso desde las escenas en que la cultureta solitaria lucha inútilmente para humanizar al robot y discute con él a puertas cerradas en los bares, las calles, los museos, los restaurantes, sobre cuestiones conyugales y las inquietudes existenciales de lo verdaderamente humano que se desenrolla entre dos seres.

El texto, en cuestión, visto desde la óptica de una mujer perfeccionista y desilusionada que está obsesionada con hallar la felicidad que venden en los anuncios comerciales, examina en la superficie la manera en que la tecnología aísla al ser humano y encarcela los sentimientos inmediatos en una prisión digital de incomunicación, en la que las contrariedades de la vida conyugal se disuelven en la cotidianidad líquida y la búsqueda excesiva de dependencia emocional es solo una quimera impuesta por corporaciones mercadológicas que programan el comportamiento de los individuos sometidos a una vigilancia permanente desde el panóptico de las ilusiones; además de esquematizar, como subtexto, algunas de las limitaciones de la inteligencia artificial para desarrollar emociones humanas que no se sientan falsificadas. Hay diálogos con peso filosófico, tres personajes genuinos y situaciones absurdas que me producen unas cuantas risas cuando menos lo espero.

De las actuaciones del reparto destaco, primero, la de Eggert como la mujer deprimida, insegura, frustrada, que desea encontrar a toda costa al hombre perfecto para gozar de un instante de regocijo en medio de la insatisfacción desoladora de la oferta masculina más convencional; y, segundo, la secundaria de Stevens cuando ejerce un solvente registro gestual para transformarse en un androide con el movimiento, la mirada y la voz con la que demuestra su fluido acento alemán. Schrader los encuadra en una puesta en escena la que se establecen los elementos tradicionales de la comedia romántica y la ciencia-ficción minimalista, con un ritmo que es placentero y una música extradiegética que, ocasionalmente, eleva el lado emotivo del relato. Es, desde luego, una sólida película en su corta filmografía.

 

Ficha técnica

Título original: I’m Your Man (Ich bin dein Mensch)

Año: 2021

Duración: 1 hr 47 min
País: Alemania
Director: Maria Schrader

Guion: Jan Schomburg, Maria Schrader

Música: Tobias Wagner
Fotografía: Benedict Neuenfels
Reparto: Maren Eggert, Dan Stevens, Sandra Hüller, Hans Löw,
Calificación: 7/10