“El duro”, conocida con el título en inglés de “Road House,” es una película de Doug Liman que funciona como una especie de remake de aquel film de finales de los ochenta protagonizado por Patrick Swayze. Lo consumo durante dos largas horas para apaciguar mi necesidad reciente por el cine de acción que se suele estrenar en estos tiempos en plataformas como Prime Video. Por lo que me cuentan fue rodada aquí en República Dominicana y, además, previo a su estreno Liman cuestionó la decisión de Amazon de saltarse el estreno en las salas de cine para optar lanzarla directamente en su servicio de streaming. Ese suceso me lleva a sospechar que incluso su productor, Joel Silver, sabía de antemano que iba a ser un truño que fracasaría en la taquilla.
Pero al margen de lo que haya sucedido en las oficinas de los ejecutivos, lo mejor que podían hacer era tirar las copias al mar, porque su película no me parece otra cosa que un remake aburrido, que noquea la poca sustancia que tiene entre las peleas repetitivas en el bar playero y la trama agotadora que se hunde en las aguas de los clichés de acción, donde ni siquiera la energía de Jake Gyllenhaal es suficiente para remover la torpeza con la que los guionistas colocan a su personaje en cada escena.
En la trama, Gyllenhaal interpreta a Elwood Dalton, un antiguo luchador de peso mediano de la UFC que huye de un pasado sangriento y se gana la vida estafando a luchadores novicios en un circuito clandestino, pero cuya oportunidad de redención le llega cuando se estaciona en un pequeño pueblo en Glass Key en Florida, donde entabla un vínculo con algunos de los residentes y luego de golpear a unos matones acepta la oferta de una afroamericana para trabajar en una taberna del camino.
El asunto del peleador solitario tiene un arranque que me logra interesar en un principio por el misterio que proyecta el protagonista al asociar sus características internas al estereotipo del hombre atrapado por el pasado, a menudo mostrado con algunas de las coordenadas habituales del western que ahora son suplantadas por el espacio tropical y playero.
Sin embargo, antes de alcanzar la primera mitad todo se vuelve previsible y las acciones de los personajes permanecen situadas descripciones triviales que solo sirven como mecanismos inútiles para impulsar la trama del antihéroe que salva un pueblo corrompido a puñetazo limpio.
De esa manera para mí no hay ninguna sorpresa detrás del luchador que suprime sus impulsos violentos, de los villanos estereotipados sin ninguna motivación clara, de la chica que es el interés romántico, de la gente olvidada del poblado que esperan al salvador que los libere de los aprietos económicos. No hay un ritmo que sea consistente. Las secuencias de pelea están coreografiadas sin gancho y, ante todo, se vuelven tan reiterativas como esos luchadores que se levantan luego de escuchar al árbitro contar hasta diez. El uso extensivo de CGI en la clímax del bote parece estar hecho con computadoras de hace dos décadas.
De lo que veo en pantalla solo rescato la interpretación del siempre creíble Gyllenhaal, sobre todo cuando ejerce su registro expresivo para ponerse en la playera de un luchador psicológicamente atormentado que busca redimirse por haber matado a puñetazos a su mejor amigo en el ring, además de que es bien sólida su pericia física para las escenas de riesgo y las peleas con los malos a la hora señalada. Gyllenhaal no tiene nada que ver con las meteduras de pata del guion. Y Conor McGregor queda bajo su sombra como un villano caricaturesco. El resto es disparate. Lo he visto en otras películas de acción con mejores resultados.
Ficha técnica
Título original: Road House
Año: 2024
Duración: 2 hr. 01 min.
País: Estados Unidos
Director: Doug Liman
Guion: Anthony Bagarozzi, Chuck Mondry
Fotografía: Henry Braham
Reparto: Jake Gyllenhaal, Billy Magnussen, Daniela Melchior, Conor McGregor, Joaquim de Almeida
Calificación: 4/10